Pocos minutos después de la hora nona del último viernes santo, se dio inició a la Ceremonia de Exaltación de los nuevos jóvenes maestros de la masonería de San Juan.
Día y hora precisos para que ellos reciban el encargo del nuevo rol que les compete a los masones constructores de San Juan, en esta nueva época del Amanecer Sideral, y que como réplica de las obras de su patrono y continuador de la obra del Maestro Jesús, deben asumir para “anunciar la vida eterna, la que está con el Padre y que ha sido manifestada”. (1Jn.1:2)
La responsabilidad de los maestros masones en esta nueva era es la de brillar por haber recibido la luz, siempre y cuando la hayan recibido. No todas las ceremonias franc-masónicas son sacramentales y de ungimiento, en especial aquellas que tienen un matiz marcadamente necrológico y de ascendencia hebraica, por eso dice Felipe en su evangelio: “aquel que no ha recibido la Luz de Cristo sigue siendo hebreo” (Felipe Log.46)
Es que ser hebreo en términos gnósticos juaníticos es permanecer en la oscuridad, en el solsticio de invierno que es necesario que mengüe para que de paso al solsticio de verano que es la Luz Crística de la verdad y la vida “es bueno que el crezca y que yo mengüe” dice el bautista en referencia al Maestro Jesús. (Jn. 3:30)
Amalia Mancilla Buendía, Cesar Aliaga Tovar, Eduardo Ciotola Mosnich y Beatriz Valdivieso Delgado, son los diáconos que por meritos propios han sido promovidos al sublime grado de Constructores de San Juan o Maestros de Masonería, tercero y último grado simbólico de la Orden.
La Ceremonia de Exaltación de San Juan es un genuino compromiso de acción a partir de la develación del escondido Misterio de Betania, que las iglesias callan y la franc-masonería niega.
Cuando la verdad emerge de las catacumbas de la ignorancia como fanal de luz, cada nuevo Maestro asume por libre convicción su rol de brillar y hacer brillar el mensaje de renovación, resurrección y vida, que nos enseño el Maestro Jesús en el ejercicio práctico de su existencia con amor y obras de servicio.
Este es el tiempo del amor al prójimo, en especial, al que es reconocido como amigo y hermano, porque persevera en la enseñanza gnóstica del Maestro Jesús. A todo el que se mantiene firme en la enseñanza de la obra se le llamará discípulo y conocerá la verdad y la verdad lo hará libre de la ignorancia, la hipocresía y la ambición. (Jn 8:31s)