La arquitectura y la masonería están de tal modo tan relacionadas que, a pesar de la equívoca percepción de nuestros hermanos separados -los francmasones- de asumirlas como distintas, toda la práctica de la arquitectura es la expresión metodológica de la ley moral.[2]
En este precepto antiguo, redescubierto por modernos y despiertos investigadores, se afirmaba la esencia benéfica de la masonería de San Juan como método colectivo e individual de regeneración o reconstrucción, tanto de la sociedad por los individuos así como de los individuos por la sociedad.
Las leyes arquitectónicas son, en ese sentido, leyes morales de idéntica aplicación para la formación del carácter o para la elevación de las catedrales. Así como las catedrales no pueden ser construidas con esbeltez, belleza y solidez sin el cumplimiento exacto de las leyes de la arquitectura, de análoga ocurrencia la sociedad y el hombre no pueden reconstruirse de manera armónica sin el cumplimiento de la ley moral.[3]
San Juan cuenta que el Maestro Jesús enseñó acerca de la necesidad de estudiar la gnosis [4] para conocer la verdad y que sólo con ella se podía adquirir el estado de ser libre,[5] puntualizando que las leyes de la vida son el Servicio, el Amor, la Belleza, la Armonía, la Conciencia, la Memoria Superior o Alma Inmortal y el Orden, y que el ser humano sólo logrará la libertad cuando cumpla las leyes morales o Principios Herméticos de la vida con voluntad y en conciencia.
La Belleza es en esencia una imitación consciente de las formas naturales del Universo manifestado y revela las cualidades interiores del alma del artista o constructor. La violación de las leyes morales degrada la belleza y mancilla la razón de la presencia de lo humano en el Universo.
Las obras de arquitectura monumental impresionan al observador de dos maneras diferentes: una como asombro por la sensación de preciosismo y magnificencia humana; y la otra como muestra de misteriosa majestuosidad de actuación y presencia de un gran poder espiritual.
Estas dos sensaciones son, a criterio de John Ruskin, las dos importantes lámparas intelectuales de la arquitectura; una consistente en la justa y humilde veneración por las obras de Dios en la tierra y la otra en una comprensión del dominio sobre esas obras con que el ser humano ha sido investido.[7]
El sentimiento provocado por la majestuosidad de la arquitectura logró en los pueblos antiguos ideas de santidad, de imitación del universo, de perfección de la forma y de la proporción, de rectitud ritualista, de estabilidad mágica. En los comienzos de la arquitectura el hombre adoró grandes piedras y las usó para la elevación de sus templos. Los primitivos europeos veneraron las columnas como si fueran dioses, por asociación con el sentimiento naturista de representación de arboledas.
En la aplicación del arte y la ciencia de la arquitectura el constructor experimenta una sensación dual y diferente de gozo y de plenitud, al saberse parte de un gran todo universal y artífice eficiente de un proyecto de veneración y culto.
Las técnicas e inventos primitivos para la construcción eran conservados por los hábiles artesanos como revelaciones secretas y el pueblo que contemplaba su arte los tenía en alta estima como magos y sacerdotes.
Los instrumentos del oficio que permitían al obrero desarrollar su habilidades con paciencia y esmero, fueron asociándose a la virtudes que despertaban en el artesano y que le era de carácter indispensable para el logro de su labor eficiente. Así, el mazo, que es la fuerza auxiliar que apoya a conseguir el tamaño y la forma exacta del modelo de la piedra ideal, fue usado como el emblema de la voluntad. El cincel que corta y define la forma fue el símbolo de la razón y la escuadra que mide la rectitud de las piedras fue tomado como el emblema de la verdad, de la justicia y de la rectitud. Todas estas connotaciones y otras más, siguen teniendo el mismo valor y sentido en la masonería de San Juan, aunque haya transcurrido tanto tiempo desde aquella lejana época. A la conservación de este mensaje original y del sentido del arte en su esencia es a lo que la masonería llama Tradición.
En los tiempos primitivos la arquitectura estuvo íntimamente relacionada con el auténtico sentimiento religioso.[8] Los templos como casa de la divinidad, pretendían con su magnificencia ser apropiados para la residencia permanente de Dios. Era el ideal del sacerdocio y de los monarcas conseguir que Dios permaneciera en el reino, uno mismo, la comarca o el valle, el mayor tiempo posible. Los sacerdotes antiguos entendían que la esencia de Dios era la Belleza de las formas y de las buenas maneras, porque su manifestación en el universo y la naturaleza era bella y armónica, por eso los templos eran revestidos de manera primorosa para representar de manera colosal la insuperable belleza de la naturaleza de Dios y de su amor expresado por obras de servicio.
Aunque la historia registra datos muy vagos de los primitivos gremios de arquitectos, se sabe, no obstante, que conservaban en secreto las verdades filosóficas y religiosas de su arte y ciencia, confiándose únicamente entre el grupo de elegidos que conformaban las primeras sociedades secretas.
Las sociedades secretas nacieron de la necesidad de conservar y de transferir información sólo un grupo de iniciados que han existido desde el comienzo de la historia. Es propio que con la arquitectura sucediera lo mismo y que sus miembros fueran iniciados en el arte y la ciencia y así, los conocimientos arquitectónicos se guardaron celosamente en el seno de la Orden de los arquitectos constructores, cuyos útiles de que se sirven representaban verdades morales.
Los fundamentos morales y materiales de la Orden de los arquitectos constructores o masonería de San Juan se sustenta en la devoción por la idea de servicio y el amor a la humanidad como expresión del Fiat Lux.[10] Bajo estos fundamentos yace el sentimiento de que la morada terrestre o templo debe estar en relación con su correspondiente celeste del universo y de la naturaleza, por cuya causa el artesano constructor imita con su obra en la tierra, la morada de los cielos que no fue edificada por mano alguna. El hombre también erigió templos para representar la imagen bella de la tierra, levantó las pirámides usando como modelo a las montañas, construyó más tarde cate- drales con el modelo del bosque, donde las columnas recuerdan el tronco de los árboles y el follaje son las fajas artísticas que circundan la corona de los capiteles.
Los instrumentos inventados y empleados por los arquitectos, para ejemplarizar los ideales por sus obras, fueron convirtiéndose por su método conductual en los emblemas de sus pensamientos y las piedras que tallaron en sus símbolos sagrados.
[1] El manuscrito Regius es el más antiguo documento escrito que se conoce de la Masonería medieval y cristiana hoy en día prácticamente desaparecidos- en el que se conserva cuidadosamente algunas normas generales, leyes fundamentales e interpretaciones simbólicas del arte, a los que genéricamente se denomina "Old Charges" o Antiguos Deberes. Según todas las informaciones al respecto, el manuscrito Regius data de alrededor del año 1390; y aunque publicado en 1840 por James O. Halliwell, es ya mencionado en 1670 en un inventario de la biblioteca John Theyer. La biblioteca fue vendida a Robert Scott según un nuevo inventario de 1678. El manuscrito perteneció después a la biblioteca real hasta 1757, de ahí su nombre de "Regius", fecha en la cual el rey Jorge II lo donó al Museo Británico.
[2] SEVEN LAMPS OF ARCHITECTURE. John Ruskin. Sociólogo ingles, escritor y crítico de arte, nacido en Londres en 1819 y fallecido en Brandwood en 1900.
[3] La ley moral está referida a los Principios Herméticos que como categorías filosóficas su cumplimiento redunda en el beneficio armónico del practicante y de su entorno. Las leyes morales nacidas de sensaciones religiosas particulares son dogmas limitantes al uso adecuado del divino privilegio de pensar.
[4] La Gnosis es la síntesis del conocimiento conductual antiguo que Jesús re-sumió como su mensaje y que los traductores de la Biblia sustituyen con el término “palabra.” Las fuentes que Jesús usó para la elaboración de su gnosis fue la metafísica aristotélica, la numerología de Pitágoras, el manejo de las fuer-zas del Tao de Lao Tse y la reflexión consciente del budismo de Sidartha.
[5] San Juan 8: 31
[6] El concepto Rey y Sacerdote establece la diferencia básica entre un masón y un albañil. Los albañiles sólo construyen edificios, los masones reformulan la conducta de su vida personal. Ser Rey presupone haber alcanzado el gobierno de los apegos y pasiones que confunden la conciencia. Ser Sacerdote es haber redescubierto que el apostolado de la verdadera religión es expresar obras reli-gantes de amor y servicio.
[7] SEVEN LAMPS OF ARCHITECTURE. John Ruskin.
[8] De religarse al principio inmanifestado y animador de la vida, y a la sociedad en su conjunto a partir del logro de la armonía individual.
[9] Mateo 21: 13
[10] Hace alusión a la Luz Crística o Verbo, principio de toda manifestación que es la luz y vida de la humanidad. (Jn 1:4)