Viernes, 17 Junio 2016
EL MITO DEL JUDAÍSMO DE CRISTO
por Joaquín Bochaca*
 
130427A* Por su incredulidad del invento conocido como el holocausto, este escritor barcelonés es difamado por el judaísmo internacional como conspirador neo nazi”.
 
La Verdad es lo que se hace creer, decía Voltaire.
Hoy, es una de esas "verdades" el judaísmo de Cristo.
 
"Jesucristo fue judío", es frase que, pronunciada sólo un par de siglos ha, podía costar a su autor el incurrir en los rigores de la Inquisición. Hogaño, esta frase, a fuerza de ser repetida, impresa y oralmente, millones de veces, se ha convertido en un axioma, en un lugar común en algo tan indudable que, si aún de repite a menudo es casi con el único objetivo de servir de escudo o de fianza moral a tal o cual grupo de judíos, para precaverse de la reacción de los no-judíos contra sus métodos comerciales, políticos o sociales.
 
Cuando alguien dice, por ejemplo, que los inventores y la inmensa mayoría de propagadores del Comunismo son judíos; que judíos son en abrumadora mayoría los miembros del "racket" internacional de la finanza y que también lo son -y lo fueron- tal o cual traficante de pornografía, estafador, criminal crapuloso, Ginzberq, Stavisky, Caryl Cheesmann, etc, en vez de replicar con argumentos lógicos y coherentes -como puede evidentemente hacerse, con mayor o menor fortuna- un enjambre de piadosos clérigos y bondadosos seglares os dirán, con unción que "también nuestro Señor, Jesucristo, fue judío". Y lo que más nos sorprende es que, en insólita vecindad con esos píos personajes, y haciendo coro con ellos, se hallan los anticristianos por definición, ateos, comunistas y toda la variada fauna de compañeros de viaje.
 
En realidad para un cristiano y, concretamente, católico, Jesucristo no pudo ser judío. El católico que tildare de judío a Cristo cometería una herejía. Por lo menos, mientras que un nuevo Concilio súper aperturista no modificare el Credo y, allí donde durante siglos se ha dicho "concebido por obra y gracia del Espíritu Santo se mandará decir, por ejemplo, concebido por obra y gracia de José de Belén Samuel Levy".
 
Un judío según el Talmud, según la legislación del actual Estado de Israel, y según seis años de tradición universalmente conocida, es descendente de un judío y de una judía. Para el católico, Jesucristo es hijo de Dios, no de un hombre. Esto deja zanjado el asunto para el católico y para la mayoría de protestantes de buena fe. Humanamente hablando, sólo puede considerarse judío a Jesús partiendo de in demostrados prejuicios o arropándose abrigados en la más profunda crasa ignorancia.
 
Es sabido que Cristo era galileo. La palabra Galilea (cheGelil haggoyim) significa textualmente "distrito de paganos". Parece ser que y ese rincón del Norte de Palestina, tan alejado de su centro espiritual, Jerusalén, no tuvo nunca, racialmente hablando, una población homogénea y pura, ni siquiera en los tiempos antiguos que Galilea era la patria de las tribus de Neftalí y Zabulón. Neftalí, sobre todo, se caracterizó desde el principio por su "extracción muy mezclada y su población no israelita se concentró sobre todo en Galilea. Cuando, allí desde diez siglos antes de Cristo, Israel se escindió en dos reinos independientes, Judea y Galilea, no hubo ningún lazo político entre ambos territorios, como no fuera en muy cortos intervalos... y es la unión política solamente, y no una relativa identidad de creencias religiosas lo que asegura la fusión de los pueblos.
 
130427B En el año 720 a. C. Galilea había siso devastada por los asirios, y su población o bien en su totalidad, según el historiador judío Graetz, o bien en sus cuatro quintas partes, según el historiador Roberson Smith, fue deportada, y siendo sustituida por gentes procedentes de Asiria y Grecia, semíticos y Arios los primeros, y arios puros los segundos.
 
Entre los dos historiadores coinciden en que, además de asirios y griegos de permitió la instalación de numerosas tribus de pastores escitas. El húngaro Ferenc Zajhty pretende que "los judíos estaban seguros de que Jesús no era de su raza". Zajhty asegura que, en el siglo VII a. C. el rey asirio Salmanasar se llevó cautiva a "toda la población", entonces parcialmente judía Galilea. Los pastores escitas y los nuevos colonos griegos, asirios y macedonios que subsiguientemente ocuparon el espacio de las poblaciones desplazadas, adoptaron el credo religioso judío pero, según expresión de los propios judíos, estaban "únicamente bajo leyes judías". Los judíos -termina Zajhty-nunca aceptaron a los galileos como verdaderos descendientes del santo Patriarca Abraham. Durante los siglos que preceden al nacimiento de Cristo, se constata la inmigración de numerosas colonias de fenicios y Griegos en Galilea, según H.S. Chamberlain (VI) y especialmente, Reville quien precisa que las inmigraciones de los semitas (fenicios) superaron en razón de dos a uno las de los arios (griegos y macedonios).
 
Alejandro Magno, en 331 a. C. expulsó a los pobladores de Samaria, reemplazándolos con macedonios; una importante parte de esos macedonios emigró, a su vez, a la "Tierra de los Gentiles" o Galilea. Está fuera de toda duda que en las tierras de Galilea, fecundas y de fácil acceso -al revés de Judea, prácticamente incomunicada-cohabitaban multitud de razas, con la excepción de la propiamente llamada raza judía. En el Antiguo Testamento se cuenta (IX) cómo los pobladores de Galilea interpretaron la multiplicación de las bestias salvajes en su territorio como un signo de la venganza de los dioses del país, y delegaron una embajada al rey de los asirios pidiéndoles les enviara un sacerdote israelita de los que él tenía cautivos, y el sacerdote vino y enseñó a los galileos "el culto del Dios de Jerusalén".
 
Así fue cómo los habitantes de la Palestina Septentrional (Samaria y Galilea) llegaron a ser judíos por la religión, aún cuando los samaritanos llevaran muy poca sangre judía en sus venas, y los galileos prácticamente ninguna. Graetz afirma que, entre las invasiones -seguidas de deportaciones- de los asirios, un pequeño número de judíos había vuelto a infiltrarse en Galilea, dedicándose a actividades comerciales y cambistas.
 
Según el Libro I de los Macabeos, el caudillo hebreo Simón Tharsi "reunió a todos los judíos que habían vuelto a Galilea y les obligó a regresar a Judea, A TODOS, SIN EXCEPCION en el año 164 a. C. La originalidad del carácter nacional galileo queda marcada por otro signo infalible: la lengua. En los tiempos de Cristo, en Judea se hablaba en Arameo. El hebreo, ya entonces lengua muerta, sólo sobrevivía en los escritos sagrados. Los galileos empleaban un dialecto del arameo tan diferenciado del empleado por lo judíos que hasta una sirvienta lo podía reconocer ("Tu lengua te ha traicionado" le grita una sirvienta del Sumo Sacerdote a San Pedro).
 
CristoA los galileos les estaba prohibido rezar en voz alta puesto que "su pronunciación defectuosa excitaba la hilaridad".
 
Renán, igualmente, confirma la imposibilidad de los galileos para pronunciarlas guturales. Este hecho según Chamberlain, denota una anomalía de la estructura de la laringe de lo galileos, comparada con la de los judíos, y la existencia, así demostrada de un carácter de orden somático que les diferencia, autoriza la presunción de una fuerte aportación, de sangre aria entre los galileos, pues la abundancia de los sonidos guturales es un trazo común a todos los pueblos semíticos y prácticamente no existe entre los arios. Louis Marschalsko, hace notar que las viejas leyes judías protegían a los judíos al máximo y que la sentencia de muerte sólo podía imponerse a un ladrón o a un estih, es decir a una persona que intentara persuadir a los judíos de abandonar su credo o causar una brecha en su unidad racial.
 
Según las antiguas leyes y costumbres judías, la posibilidad de escapar de la pena de muerte quedaba abierta en todos los casos, y hasta el último instante. En el camino entre la prisión y el lugar de ejecución de colocaba un observador cada cien pasos. El deber de dichos observadores era indicar si algún nuevo testigo deseaba aportar testimonio suplementario de descargo a favor del reo. Dicho testigos de última hora se daban a conocer levantando su mano derecha. El reo tenía, así, derecho a nuevo juicio, y, en ocasiones, según la calidad de la nueva prueba aportada, era indultado ipso facto.
 
Es rarísimo que en la procesión que siguió a Cristo harta el Calvario, nadie, ni uno sólo de sus apóstoles, ni uno siquiera de sus discípulos, ni uno sólo de los judíos que lo vitorearon el domingo anterior en Jerusalén, levantara su mano para testificar en su favor y salvarlo, y aquí, según Marschalsko, reside la prueba decisiva de que Él no era judío, pues el privilegio de un nuevo juicio o de una amnistía -que podía obtenerse aduciendo algún acto meritorio del reo- sólo era aplicable a los judíos, y de él quedaban excluidos "los gentiles, los extranjeros, y los que dependían de la ley judía pero no eran racialmente judíos".
 
Según "Aryas" "una prueba más de que Jesús no era judío, lo constituyen las dos representaciones suyas encontradas en las catacumbas, y que le muestran con faz netamente aria. Por otra parte, la tradición, latina, bizantina, nos muestra siempre retratos de un Jesús rubio, dolicocéfalo, de un tipo ario bien caracterizado. ¿Simple azar?. Parece muy dudoso. El historiador francés Patry recuerda que en la época de Jesús, Galilea y Peréa tenían su propio tetrarca autónomo, mientras Judea e Idumea estaban sometidos a un procurador romano. "La separación política entre judíos de raza -dice Patry- y judíos de religión, los primeros en Judea y los segundos en Galilea, era completa. "Subraya Patry que los contemporáneos de Jesús le llamaban "el Galileo" y "el nazareno" y no "el betlehemita". "De donde resulta -concluye el citado Patry- que Jesús no era un judío semita, porque los judíos semitas no tenían derecho a habitar en Palestina".
 
¿Era Jesús, humanamente hablando, racialmente hablando, un judío? Quienquiera que afirme tal cosa, proclama su ignorancia, si confunde raza y religión; su desprecio por la verdad si, conociendo la historia de Galilea, afirma que los galileos eran judíos. Para observar cuan burdo es el error que consiste en confundir raza y religión, fijémonos en esos demasiados numerosos núcleos de budistas que existen en Occidente, particularmente en Flandes y en Holanda, o en los campesinos serbios, bosnios, albaneses que profesan la religión musulmana, importada por los otrora dominadores turcos, y preguntémonos a quien se le ocurriría llamar árabe a un rubio metalúrgico de Belgrado o chino a un contable de Amberes.
 
Que judíos y galileos se consideraban como miembros de dos comunidades fundamentalmente diferentes puede comprobarse por poco familiarizado que se esté con los textos evangélicos: San Juan, vez que se refiere a "los judíos" parece designar a alguien extranjero, y en el mismo evangelio se dice que "los judíos decían que ningún profeta ha salido jamás de Galilea".
 
Basándose en los datos que nos proporciona la Historia, en Palestina existía una sola raza pura; una raza que, mediante severas prescripciones se preserva de todo contacto con los demás, y que se llama la raza judía. Hemos dicho -y creemos haber demostrado- que es prácticamente imposible que Jesucristo, el "Hombre" Jesús, insistimos en ello, perteneciera a dicha raza. Para los que, negligentemente rechazan los datos históricos y prefieran acomodarse con los árboles genealógicos que de Él nos ofrecen los Evangelios de San Mateo y San Lucas, solamente podemos decir una cosa; esas genealogías se refieren a San José, y San José no es el verdadero padre de Jesús, según los creyentes... y tampoco pudo serlo para los no-creyentes, dada su edad cuando reprodujo el nacimiento de Jesús.
 
Con referencia a Su Madre, María, los Evangelios canónicos, nos dicen que era hija de Joaquín y Ana, y que nació cuando esta había pasado ya la edad de maternidad. En uno de los Evangelios apócrifos, rechazados por la Iglesia Católica, se atribuye la paternidad de Jesús a un soldado romano, distinguido por su bravura y apodado, por eso mismo, "Pantera". Este Evangelio es citado por Heckel en uno de sus estudios sobre los primeros tiempos del Cristianismo. Así pues, hasta aquellos que pretendan encontraren Jesús todos los defectos deberán aceptar esta evidencia hereje.
 
¿A qué raza perteneció Jesús? La honestidad intelectual impide dar una respuesta categórica, al menor una respuesta categórica de tipo positivo. Negativamente, se puede aseverar que Jesús no fue-no pudo ser- judío. La personalidad de un hombre queda impresa en su obra.
 
Así, como la Novena Sinfonía sólo pudo ser concebida por un europeo, o la doctrina confucionista por un chino, aunque se ignorara todo de la personalidad de su autor, es evidente que el Cristianismo o el cuerpo doctrinal que ha pasado a la posteridad con ese nombre, no pudo ser obra de un judío. El gran historiador del Derecho Jherinq, dice: "El Cristianismo representa una victoria sobre el judaísmo, y encierra en sí, desde su primer origen, un germen ario". La situación en Galilea entre Fenicia y Siria autorizaría, en principio, la presunción en favor de una ascendencia primordialmente asiria, pero nunca judía.
 
Algunos autores, como Chamberlain, Harnack, Huqo, Winckler, entre otros, inclinan a creer, sin poder afirmarlo resueltamente, que Jesús descendía de griegos emigrados a Galilea en el siglo IV a. C. Las descripciones que de su aspecto físico nos han dejado muy escasos documentos y una relativamente abundante tradición oral, nos lo presentan como un ario, pero nada puede afirmare en concreto, excepto que no fue judío. Sus discípulos eran Galileos, como El, con una sola excepción. La excepción fue Judas Iscariote, es decir, Judas de Kerioth, "una ciudad de la tribu de Judá".
 
Jesús no fue tal judío. No hay judíos en el nacimiento del Cristianismo, exceptuando, tal vez, a San Pablo. Pero si se quiere encontrar judíos en el principio de la Gesta Cristiana, es evidente que se halla un nombre que, siendo él un auténtico judío, desempeñó un papel de primera magnitud en la misma: Judas Iscariote.