Logia Hermes Nº 13. Madrid. » Esoterismo http://www.logiahermes.org Sitio web de la R:.L:.S:. de San Juan, Hermes Nº 13. Gran Logia Provincial de Madrid. Gran Logia de España Tue, 22 Mar 2016 19:36:34 +0000 es-ES hourly 1 http://wordpress.org/?v=3.9.1 “Saber Tradicional: La Alquimia a través de sus símbolos” http://www.logiahermes.org/saber-tradiciona-la-alquimia-a-traves-de-sus-simbolos/ http://www.logiahermes.org/saber-tradiciona-la-alquimia-a-traves-de-sus-simbolos/#comments Thu, 24 Jul 2014 08:38:49 +0000 http://www.logiahermes.org/?p=692 Conferencia de Luis Silva sobre la simbología de la alquimia usada en grabados antiguos, algunas vinculadas a imágenes usadas en Masonería.

Esta conferencia está dividida en dos vídeos. A continuación la primera parte:

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La llamada de la Masonería http://www.logiahermes.org/la-llamada-de-la-masoneria/ http://www.logiahermes.org/la-llamada-de-la-masoneria/#comments Wed, 29 Jan 2014 14:52:30 +0000 http://www.logiahermes.org/?p=570 “La Magia de la Francmasonería” (1927)

Arthur Powell

CAPÍTULO I
la magia de la francmasoneríaTodo el que sienta los ideales de la Francmasonería se debe haber preguntado alguna vez por qué esta Orden le atrae, y qué es lo que en ella le retiene. En realidad somos muchos los que nos hacemos esta pregunta continuamente, y formulamos respuestas que no afectan más que a los bordes del problema, porque siempre hay un elemento que se nos escapa: algo intangible e indefinido que no podemos localizar, definir o analizar a pesar de que es absolutamente real de que está definido de un modo perfecto y de que existe sin duda alguna algo que ejerce inconfundible seducción; algo que, al mismo tiempo que aplaca el hambre interior, la aumenta en grado extraordinario; algo misterioso, seductor y estimulante; algo que nos arrastra perpetuamente delante, como finito impulso hacia un infinito objetivo.
Más notable todavía es que nos percatemos de ello mucho tiempo antes de que sepamos
lo que es en realidad la Francmasonería (la cual, no obstante, sentimos en el fondo de
nuestro corazón). Pues aunque la mayoría de los candidatos a la Masonería tengan una
idea vaga y general de que ésta es digna de respeto y crean que es una venerable
institución que inculca elevados ideales relativos a la vida no les es dable saber mucho
más acerca de esta asociación. Poco o nada puede saber el profano de sus ceremonias,
aunque sepa que éstas existen. No obstante, la absoluta ignorancia de las enseñanzas y
métodos de la Francmasonería no es obstáculo para que los hombres se sumen a su
Fraternidad. Tampoco explica el problema la cínica afirmación de que la atracción que
los hombres sienten por la Orden se debe a mera curiosidad, pues casi todos los
masones saben por propia experiencia que esto no es cierto.
En todas las demás cosas solemos mirar antes de dar un salto y procuramos informarnos
antes de dar un paso definido o de lanzarnos a alguna empresa. La más elemental
prudencia nos aconseja que averigüemos en qué consiste la institución a que deseamos
adherirnos, o el plan que hemos de seguir. No obstante, poco a nada podemos saber de
antemano acerca de la Francmasonería, pues hasta los mismos masones serían las
últimas personas del mundo en revelarnos algo referente a ellos o a su institución. A
pesar de todo esto entramos en su Fraternidad convencidos plenamente de que no vamos
por mal camino, y nos zambullimos en las tinieblas sin sentir escrúpulos ni cortedad,
respondiendo a una llamada interior que no sabemos explicar ni comprender .
Aún más: sabido es que ningún hombre sensato es capaz de opinar sobre los asuntos
corrientes de la vida antes de haber hecho un examen detenido. Pues bien, cuando se
trata de Francmasonería ocurre lo contrario, porque todos solemos tener una idea
favorable y preconcebida de nuestra Orden, que es la que nos induce a sumarnos a ella.
Así que la Francmasonería tiene un sello característico que la diferencia de todas las
demás cosas del mundo, aun antes de que dé comienzo nuestra vida masónica.
Sin embargo, antes de que sondeemos profundamente en este factor misterioso e
intangible que constituye el corazón y la entraña de la atracción que nos impulsa hacia
la Masonería, es conveniente ,que pasemos revista a unos cuantos de los demás aspectos
de esta atracción, cuyo aislamiento y examen no es difícil de hacer .
El ritual sencillo, dignificado y bello ha desaparecido casi por completo del mundo
moderno. Es cierto que la Iglesia Católica y la alta Iglesia Anglicana conservan todavía
gran parte de ritual, el cual se ha limitado mucho en la gran parte de la Iglesia
establecida y apenas subsiste en las capillas no-conformistas. En la vida cívica subsisten
aún algunas ceremonias, como las de apertura del Parlamento, coronaciones, jubileos,
funciones de lores mayores, inauguración de estatuas y algunas otras, pero estos acontecimientos son relativamente escasos y, además, nada hay en su naturaleza que
forme parte de la vida regular del ciudadano corriente. En efecto, durante muchas
generaciones la creciente influencia del materialismo ha procurado eliminar de nuestra
vida las ceremonias como si se tratara de una superstición.
No cabe duda de que esta tendencia es sana y buena en cuanto hace que los hombres
dejen de tomar parte en ceremonias ritualísticas que, no teniendo sino aparato externo,
no se basan en ninguna realidad interna, ni se fundamentan en lo que en tiempos
primitivos recibía el nombre de magia y se consideraba como llamada para que actuaran
las fuerzas más ocultas e internas de la naturaleza y los seres pertenecientes a un mundo
distinto del nuestro.
Sin embargo, es indudable que casi todo el mundo abriga un secreto amor por las
ceremonias o el ritual. Prueba de ello es la adhesión del pueblo a ciertas instituciones
como por ejemplo, la extravagante y abigarrada guardia de corps, las procesiones del
Lord Mayor, las pelucas de los jueces y cosas por el estilo. El entusiasmo por las
exhibiciones históricas, así como los caprichosos vestidos que idean las madres para sus
hijos y la perenne fantasía de los trajes de los jóvenes y los ancianos, son otros tantos
ejemplos de este incontenible amor por las ceremonias.
Este es, indudablemente. uno de los principales atractivos que tiene la Masonería para la
mayoría de sus iniciados. Hay en la vida moderna tanto bullicio, tanta precipitación,
tanta barahunda, tanta indecencia, tanta actividad, tanta insistencia en los derechos
propios, tan poca consideración por los sentimientos ajenos y tan poca dignidad o
cortesía que brote espontáneamente de bondadosos corazones, que nos causa
extraordinario placer el hecho de entrar en la atmósfera tan opuesta de las logias en
donde reinan la dignidad y el orden, en vez de la indigna inquietud a que estamos
acostumbrados en el mundo externo.
Maravilloso tónico para los nervios fatigados por la tensión de la vida ordinaria es la
entrada en el recinto de una Logia masónica, en donde todo es quietud, orden y paz; en
donde cada cargo del taller y cada hermano tiene su lugar fijo y su deber prescrito: en
donde nadie usurpa las funciones ajenas; en donde, una vez que se ha elegido o
determinado la forma del drama, todos cooperan armónicamente y de buen grado para
llevar a cabo las ceremonias de forma tal que se cree el ambiente que algún día ha de
caracterizar hasta al mismo mundo externo, cuando cesen de disputarse los hombres,
aprendan la lección de la fraternidad fiel y cooperen con la suprema Voluntad de la
evolución a fin de ordenar todas las cosas, bella, fuerte y sabiamente.
También es agradable el goce estético que produce el tomar parte en una ceremonia bien
dirigida en que, no sólo hayan estudiado intensamente todos los hermanos los actos y
palabras que les correspondan, sino que, además, comprendan su significación y pongan
lo mejor de su alma ¡en todo cuanto hagan o digan. La disposición misma de la Logia,
la ordenada y digna colocación de las Columnas, los Oficiales con sus Insignias
especiales que tachonan la asamblea con pinceladas de colores agradables, la situación
de las Luces y todas las demás cosas adjuntas con que estamos familiarizados,
contribuyen a formar un tout ensemble que conforta a la vista, agrada a los sentidos,
place a la mente, satisface a la naturaleza religiosa y al par que contrasta con la mayor
parte de nuestra vida diaria, es una esperanza para el porvenir del mundo.
Otro elemento de gran belleza que conmueve a todo el que siente la poesía y la música
es el exquisito ritmo y eufonía de nuestro antiguo ritual, cuyas palabras y frases no
tienen igual en la literatura inglesa si se exceptúan la Biblia y las obras de Shakespeare.
El antiguo dicho inglés de que “una cosa bella proporciona goce eterno” puede aplicarse
a las sencillas y profundas palabras de nuestro ritual, porque se da el caso de que, a
pesar de ser oídas continuamente todos los años en las diferentes ceremonias, nunca  pierden su atractivo ni cansan ni envejecen; antes bien, su belleza, su majestad y su
significación aumentan a medida que nos familiarizamos con con ellas, lo cual es una
verdadera prueba de suprema literatura, de satisfacción ética y de religioso significado.
¡Cuán admirable es la tradición de que las palabras de nuestro ritual han de repetirse sin
añadir, omitir ni alterar nada, porque la mayoría de las sentencias se han redactado en
forma tan perfecta, que cualquier variación rompería su sonoridad o malearía su
significación!
La hermosura del lenguaje contribuye tanto como los demás factores a que las palabras
del ritual nos produzca intensa impresión. Estas amplias y profundas enseñanzas no
deben su poder a sutilezas metafísicas, ni a análisis filosóficos ni a su novedad
intrínseca, sino, más bien, a su sencillez, concisión y universalidad. Propiedad común de
todos los sistemas religiosos conocidos es la identidad de los preceptos éticos; no
obstante, el método de presentación de las antiguas verdades de moral y de amor
fraternal, así como la franqueza, la restricción, la grandeza y verdadera sinceridad del
ritual masónico con su trascendental significado hacen que estas enseñanzas nos
parezcan siempre nuevas, vívidas, inspiradoras y prácticas.
Muchos intelectos modernos, a quienes vienen cortas las estrechas y anticientíficas
ideas de ciertas ortodoxias religiosas, aceptan con verdadera complacencia la carencia
absoluta de dogmas teológicos y de otros géneros de que se jacta la Masonería. Gran
parte de los pensadores de mediana cultura reconocen la fraternidad, aceptan una ley
ética y un código moral basados en la fraternidad; pero no derivan ésta de preceptos
religiosos externos, sino de los dictados de sus corazones y de la innata benevolencia
que sienten hacia sus camaradas.
La Francmasonería expone estas enseñanzas con tanta universalidad y catolicidad que
los hombres pertenecientes a cualquiera de los credos así como los que no acepten
ninguno, pueden subscribirlas sin escrúpulos, reconociéndolas como norma de verdad
que ellos conocen por experiencia interna, sin necesitar el apoyo de muletas teológicas.
Además, ya no es posible negar el hecho de que en los tiempos modernos existe mucha
gente que no profesa una fórmula definida de creencia religiosa, quizás porque está
convencida de que no puede subscribir honradamente los credos que satisfacían a los
hombres del pasado. La necesidad de expresión de fe religiosa que esta gente
experimenta sin poderlo evitar y que todos sentimos prácticamente, puede satisfacerse
en gran parte con la sinceridad sencilla de la ética masónica y su declaración de
fraternal benevolencia.
El conjunto de esta ética, verdadero corazón y nervio de la Francmasonería, lo
constituye la palabra Fraternidad, palabra sin par en todos los idiomas. Si el masón la
acepta sin evasivas, equívocos ni reservas mentales de ningún género, llegará a lograr el
pleno desarrollo masónico; pero si la rechaza, no tendrá derecho a penetrar en el
sagrado recinto del Templo, aunque ostente el más elevado de los grados.
La Fraternidad es para el masón lo que la luz del sol para los seres vivos: y, así como la
luz puede dividirse en infinitos matices y colores y su poder puede transmutar se en
incontables fuerzas y manifestaciones de vida, así el espíritu de Fraternidad que
resplandece en los corazones de los hombres puede iluminar sus naturalezas e inspirar
sus acciones de modos tan infinitos como las arenas del mar y tan diversos, como las
flores del campo. El espíritu fraternal es tan penetrante como el éter existente en todas
las formas de la materia, porque se infunde en la vida toda del francmasón,
iluminándola con su sabiduría, sustentándola con su fuerza omnipotente y haciendo que
su belleza irradie hasta los confines más lejanos de la tierra.
Los hombres se ven obligados a menudo a obrar bajo normas éticas de nivel inferior a
que desearan debido a numerosas razones. Los motivos a que se debe este estado de cosas son sutiles y complejos. Así, por ejemplo, muchos temen que su bondad se tome
por debilidad o su generosidad por sentimentalismo.
Otros tienen miedo de que la gente crea que son capaces de ser más virtuosos que sus
camaradas y, violentando sus ideas y emociones, no despliegan la virtud que sienten
latir en su corazón. Muchas veces los hombres no se atreven a llevar a cabo un acto
virtuoso en público, pero experimentarían gran alegría si pudieran realizarlo sin que
nadie se enterase.
La Francmasonería proporciona a los hombres de este género – de los cuales hay
muchos en el mundo – un medio de expresión seguro y secreto. El que la logia esté a
cubierto de profanos -lo cual constituye el deber primerísimo y constante de todo
francmasón – da una sensación de seguridad y de reserva, que impide que puedan
penetrar las miradas del mundo externo, y proporciona al masón la oportunidad de
“soltar” las riendas que le coartan y de ser su yo real, ese Yo Superior que teme
mostrarse libre y francamente en todas partes, menos en los sagrados recintos del
Templo, en donde los hombres confían en él y le llaman Hermano. Porque el nombre de
Hermano es altamente mágico.
Así como “todo lo del mundo es un escenario y todos los hombres son comediantes”, así
el masón tiene un papel que representar en su Logia en la que puede quitarse la falsa
careta que ha de llevar por fuerza en el mundo y ponerse la máscara mucho más noble
de masón. Y de esta manera, al par que se regocija de que la guisa de masón le permita
hablar y obrar como muchas veces hubiera deseado hacer en el mundo si se hubiera
atrevido, encuentra en su Logia tal oportunidad para manifestar cual es la verdadera
naturaleza de su ser, que rarísimas veces podría hallarla en otra parte. De manera que el
elemento de ficción asociado a algo de carácter dramático hace posible que el hombre
real sea por unos momentos aquello que pretende ser.
Deben haber muchos masones que anhelen la llegada de un día en que sea posible sentir
y obrar en el mundo externo del mismo modo que lo hacen en la Logia y en que las
normas de ésta sean las del mundo. La bondad, la tolerancia, la benevolencia y la
amistad mutuas, la cortesía y la ayuda, la camaradería y la fidelidad son los verdaderos
elementos de nuestra obra en la Logia, son los fundamentos del Templo que, cimentado
en la virtud, ha de ser erigido por la ciencia con mayor sabiduría cada vez. Pero estas
cosas no pueden existir más que parcialmente en el mundo porque el corazón de los
hombres es todavía duro y la ignorancia les ciega. Por esos hemos de cerrar a la fuerza
nuestras Logias, para evitar que sus sagradas cosas sean mancilladas y que sea
manchada la alfombra del templo.
El ideal de la Masonería constituye un factor inmenso en la vida de todo verdadero
masón, porque arraiga más profundamente que cualquier esprit de corps y es el espíritu
mismísimo de la vida. Para el masón la Orden es una Divinidad que no ha de ser
mancillada jamás ni con la más leve mancha, es una estrella eterna, un inmóvil sol de
los cielos, un centro del que no puede apartarse a menos de ser falso consigo mismo.
¡Cuánta poesía encierra el nombre de la Orden! Los hombres han sentido a través de
todas las épocas su ideología: en todos los países del mundo han hecho ceremonias
semejantes a las que nosotros hacemos ahora y a las que los hijos de nuestros hijos
enseñarán a sus vástagos. La celebración de los ritos masónicos se remonta a la noche
de los tiempos prehistóricos. Las ceremonias de que las nuestras se derivan han sido
celebradas por hombres de todas las razas en centenares de idiomas y dialectos en
climas escalonados desde el tórrido ecuador hasta los polos helados, en la ciudad y en el
bosque, en fértiles llanuras y áridos desiertos y sobre las montañas más altas y las
cañadas más hondas. La Francmasonería ha existido doquiera han vivido los hombres y
sus eternas tradiciones y landmarks se han transmitido de generación en generación, enlazando el pasado, con el presente y con el porvenir en una humana solidaridad, y
ligando a todo en indisoluble unidad con el G. A. quien desde el centro trazó las líneas
en que hemos de construir su Sagrado Templo y ordenó a sus fieles obreros que
trabajaran en él para completar la obra de sus divinas manos.
La poesía de la Francmasonería sobrepuja a todas las otras poesías; porque éstas son
temporales y fugaces, mientras que aquélla no tiene en cuenta el transcurrir del tiempo,
ni las mutaciones modifican para nada sus antiguos e inmutables fundamentos
(landmarks).
¿Qué misterio encierra esto? ¿Qué misterios se ocultan tras de estas sencillas y
profundas ceremonias? ¿Puede alguien responder satisfactoriamente a esta pregunta?
¿Será capaz algún hombre de dar una respuesta satisfactoria antes de llegar a ser más
que hombre y de leer estos verdaderos s… de los que únicamente oímos en nuestras
logias los secretos reemplazantes?
Así retornamos como siempre a ese misterioso e intangible elemento que nos agarra con
garra más poderosa que la del león; a ese elemento que constituye la verdadera razón de
que los hombres se hagan francmasones y de que “una vez que uno se hace francmasón
lo sea para siempre”. Cada secreto comunicado es el preludio de ulteriores secretos:
cada nuevo toque no es en realidad sino una llave de paso que nos abre la puerta de
regiones cada vez más próximas al oculto corazón de lo que sustenta el esoterismo de la
Francmasonería.
Todos los diversos elementos de que hemos hablado en particular diciendo que hacen
llamamientos aislados al masón, no son más que los instrumentos individuales que
forman una orquesta: considerada en sí la gran sinfonía es más sublime que todas las
partes a pesar de que la combinada armonía de éstas es la que la hace audible. Ella nos
murmura cosas que no pueden expresar ninguno de los instrumentos del mundo, a no
ser en fragmentos, en sucesiones .de notas y cuerdas, que interpreten en la tierra
sometida a las leyes del tiempo y del espacio las melodías del cielo, las cuales sólo los
celestes oídos pueden escuchar en toda su integridad.
Antes de que hacernos francmasones debemos sentir un débil rumor que, filtrándose a
través de los espesos muros de la cerrada Logia, despierte esos tenues estremecimientos
melódicos en nuestros corazones. Esto es lo que aviva en nosotros ese secreto estímulo
que nos arrastra hacia la escuadra, en donde nuestro primer paso se da en ignorancia, si
bien teniendo la certeza interna de que la luz ha de llegar con toda seguridad. En cuanto
hemos dado nuestros primeros pasos secretos descubrimos muchos elementos
agradables en el Ritual Masónico que nos producen extraño asombro y tanta
satisfacción que jamás nos arrepentimos de haber puesto proa hacia la aventura. Las
magníficas frases antiguas, la dignidad y armonía de los movimientos, del color y de la
eufonía, complacen a los sentidos y a las almas de los hombres fatigados por la tensión
y por la distracción de las cosas mundanales. La amplia y sencilla filosofía de la vida, la
simple declaración de fraternidad, la ética de fidelidad y amistad, la verdad sin dogma,
la religión sin secta, la reverencia sin sacrificio de la dignidad, el amor sin
sentimentalidad: todos estos son importantes elementos que contribuyen a despertar la
Masonería en el corazón del Masón. Y el gozo de vivir en un ambiente de fraternidad. la
oportunidad de quitarse la armadura que por necesidad ha de vestirse el hombre en los
campos de lucha del mundo exterior a la Logia, el libre intercambio de sentimientos
fraternales, sin temor a malas inteligencias y a repulsas, constituyen también valiosos
elementos de la llamada de la Masonería.
Algunos de los factores que unen al masón con la Orden por medio de lazos que nada
puede romper ni aflojar son los siguientes: un cambio de máscara, un nuevo papel que
aprender, un pretexto que es nuestro secreto ideal, un conocimiento anticipado del futuro a que tenemos la certeza de llegar algún día, un homenaje glorioso a una sublime
Deidad, una sumersión en la más grandiosa ensoñación que el mundo ha conocido, un
lazo secreto que nos une con todas las clases de hombres que ha producido la tierra, y
una tradición más antigua y venerable que todas las habidas y por haber .
Pero ¿qué es la llamada en sí? Todas estas cosas no son sino nombres y accesorios:
¿Cuál es la substancia de que todas ellas son sombra?
¿Qué cosa hay en la selva virgen que llama a los seres salvajes? ¿Qué son esas secretas
y sagradas cosas que murmuran las montañas al oído del hombre de las cumbres de
forma tan silenciosa ya la par tan sonora que apaga el estrépito de los demás cánticos de
la tierra: esas cosas que susurra el mar al marino; el desierto, al árabe; el hielo, al
explorador de los polos; las estrellas, al astrónomo, la sana filosofía al observador y los
materiales del oficio al artesano?
En el hombre existe algo que es más que el hombre a lo cual llama la Francmasonería.
Esta llamada recurre a lo más santo y grande que en él existe, a lo que él sólo podrá
conocer cuando se convierta en el Maestro de la Logia de su propia naturaleza, cuando
llegue a ser él mismo. Así como el golpe de mallete que da el M… repercute en todo el
T… hallando eco en el occidente, el sur y el noroeste, y traspasando hasta los mismos
muros de la Logia para llegar al mundo externo, así también la Francmasonería lanza
una llamada en los más recónditos santuarios del sacratísimo ser humano; una llamada
que ha de ser respondida, que no admite rechazo, que le ordena que se vuelva para
afrontar la luz. y así como todos los hermanos responden a la orden del Maestro por el s.
. . así responde el hombre a la llamada de la Francmasonería, aunque no conozca en qué
consiste ésta, y responde con su vida. Él no puede hacer otra cosa que obedecer;
abandonar la empresa es morir; él debe responder y proseguir la eterna búsqueda de la
palabra perdida, que no es ninguna palabra, pero que está oculta en el c…
De manera que la llamada de la Francmasonería es compleja y múltiple, al mismo
tiempo que sencilla y única. En la Francmasonería existen muchas cosas que han de
calmar los anhelos de los corazones humanos, y, sin embargo, la Francmasonería en sí,
es decir, en su espléndida perfección, es una cosa que no puede colmarnos nunca, hasta
que el hombre deje de ser hombre, para convertirse en ser divino, lo cual ha de ocurrir
seguramente en la consumación de los tiempos. La Francmasonería es virtud y ciencia,
ética y filosofía, religión y fraternidad; pero ninguna de estas cosas por sí solas son ella.
No hay multitud de células que pueda hacer un organismo vivo, ni galaxia de estrellas
que pueda formar un cosmos, ni rayos de luz que puedan hacer un sol. Del mismo
modo, ninguna agrupación de elementos de belleza o de fraternidad puede hacer a la
Francmasonería, ésta crea todas estas cosas, da ser a muchos puntos de perfección; mas
continúa siendo un misterio que puede describirse perpetuamente, pero jamás
explicarse.
A esto se debe que la llamada de la Francmasonería sea lo que es, y que nosotros la
amemos, porque el hombre es también un ser que puede describirse perpetuamente, pero
jamás explicarse. De modo que en la Francmasonería el hombre se busca a sí mismo, y,
a lo largo de sus misterios y ceremonias ” Júpiter hace señas a Júpiter” .

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¿El programa Apolo fue un acto masónico secreto? http://www.logiahermes.org/el-programa-apolo-fue-un-acto-masonico-secreto/ http://www.logiahermes.org/el-programa-apolo-fue-un-acto-masonico-secreto/#comments Thu, 05 Dec 2013 10:56:06 +0000 http://www.logiahermes.org/?p=545 masones astronautasEsta tesis es defendida por el fundamentalista cristiano Texe Marrs en su documental ‘The Eagle has landed. Magic, Alchemy and the Illuminati Conquest of Space’ (‘El águila ha aterrizado. Magia, alquimia y la conquista illuminati del espacio’). Muy pocos tomarán en serio esta acusación, a todas luces falsa. Sin embargo, su punto de partida, al contrario que otras argumentaciones supuestamente científicas, es correcto. Marrs se basa en el hecho de que Buzz Aldrin, el segundo humano en pisar la Luna, es masón y celebró ciertos rituales sobre la superficie del satélite. A partir de ahí, desarrolla su teoría conspirativa, en la que se entremezclan el ocultismo, el satanismo, la magia negra y, cómo no, la secta de moda desde que Dan Brown la popularizara en ‘El código Da Vinci’: los Illuminati.

La interpretación de Marrs es errónea, pero su hallazgo es válido. De todos modos, calificarlo de hallazgo es exagerado, pues Aldrin nunca ha ocultado su condición de masón, ni tampoco que celebró una ceremonia religiosa privada sobre la Luna durante los pocos instantes que tuvo libres. Además, incluyó el anillo de iniciación masónica de su abuelo entre los escasos objetos personales que pudo llevar hasta nuestro satélite, lo que posiblemente tuviera algún significado ritual para su familia. Tampoco esto se ha mantenido nunca en secreto, aunque hay que reconocer que no son datos fáciles de contrastar hoy en día.

En noviembre de 1969, después de que el Apolo 11 completara su misión a la Luna, la revista masónica ‘The New Age’ (ahora llamada ‘The Scottish Rite Journal’) lo celebró con la primera portada en color de su historia, ilustrada con una fotografía de Aldrin junto a la bandera estadounidense en Mare Tranquilitatis. Bajo ella, podía leerse: “Edwin E. Aldrin, Jr, 32º, on the Moon”. El astronauta pertenecía al rito escocés y a la jurisdicción sur de Estados Unidos de esta secta.

La vinculación a la masonería de Aldrin, y posiblemente de otros astronautas, es cierta. El único problema de esta teoría conspirativa es que confunde la investigación histórica con una novela de tercera. El hecho de que Aldrin y otros astronautas pertenezcan a una sociedad secreta no implica que tuvieran intenciones ocultas. El propio Aldrin contó en un libro de memorias, descatagolado hace ya décadas, todas estas circunstancias. Quienes defienden la tesis del ritual masónico suelen basarse en oscuras referencias que han encontrado en algún libro de esta secta, y parecen ignorar que el astronauta no le daba ninguna importancia al asunto ni tuvo ningún problema en airearlo, incluso con algún detalle escatológico. Los astronautas del Apolo vestían bajo sus trajes presurizados una especie de pañal que ellos llamaban eufemísticamente contenedor fecal y que impregnaban con una crema especial para contener el olor.

Estas medidas higiénicas eran necesarias porque el viaje a la Luna requería pasar varios días sin poder desnudarse. Así es como narra Aldrin las complicaciones que sufrió con su anillo masónico, momentos antes del lanzamiento de su histórica misión, cuando acababa de embutirse en su traje espacial:

“Una vez que el aire fresco comenzó a correr por el traje me acomodé y relajé. El único momento de ansiedad llegó cuando me di cuenta de que el anillo masónico de grado 32 de mi abuelo no estaba. Lo había llevado durante más de un año y lo consideraba parte de mí. Pasaron varios minutos y me dejé arrastrar por un curioso -y nada habitual- ataque de superstición. Después de todo, había planeado llevar el anillo a la Luna y traerlo de vuelta, y ahora había desaparecido. Me di cuenta de que debió desprenderse cuando me limpié de las manos la crema de los contenedores fecales. Un médico se ofreció voluntario para correr por todo el pasillo y buscar en el lavabo. En cinco minutos había regresado con el anillo”.

En cuanto a la breve ceremonia religiosa que llevó a cabo Aldrin sobre la Luna, también queda explicada en sus memorias, así como en el más conocido libro de Andrew Chaikin, ‘A Man on the Moon’ (‘Un hombre en la Luna’). El astronauta fue el primer ser humano -y, hasta el momento, el único- en recibir la comunión en un cuerpo planetario distinto a la Tierra. No se trata, por tanto, de un ritual oculto, sino del habitual sacramento cristiano. Este fue, precisamente, el motivo por el que la NASA decidió ocultarlo, ya que no quería levantar suspicacias entre los no creyentes. Así lo contó el propio Aldrin:

“Durante el primer momento desocupado en el LM [módulo lunar] antes de tomar mi comida, busqué en mi botiquín de utensilios personales y saqué dos pequeños paquetes que habían sido especialmente preparados a petición mía. Uno contenía una pequeña cantidad de vino, el otro una pequeña hostia. Con ellos y un pequeño cáliz del maletín, tomé la comunión en la Luna, leyendo para mí mismo de una pequeña tarjeta que llevaba en la que había escrito un extracto del Evangelio de Juan usado en la ceremonia tradicional de comunión. Había intentado leer mi pasaje de comunión a la Tierra, pero en el último minuto Deke Slayton [director de vuelos tripulados] me había pedido que no lo hiciese. La NASA estaba ya inmersa en una batalla legal con Madelyn Murray O’Hare, la famosa oponente de la religión, sobre la lectura de la tripulación del Apolo 8 del Génesis mientras orbitaban la Luna en Navidad”.

A Aldrin no le gustó demasiado tener que disimular sus creencias, pero terminó aceptando la petición de Slayton y, en lugar de leer la Biblia en voz alta, pidió que cada uno reflexionara sobre el significado de aquellos instantes “en su propia e individual manera”. Andrew Chaikin, que entrevistó personalmente a los astronautas, cuenta cómo Neil Armstrong se sorprendió cuando Aldrin pidió un momento de silencio desde el módulo lunar “a todas las personas que estén escuchando”, ya que desconocía qué se disponía a hacer su compañero. Tampoco lo sabía la mujer de Aldrin, Joan, que en ese momento escuchaba las palabras de su marido desde su casa de Nassau y, simultáneamente, un disco del pianista de jazz Duke Ellington, pasados ya los momentos de tensión del alunizaje.

La Biblia de Aldrin no es el único libro religioso que ha viajado a la Luna. También lo hizo el Corán, a bordo del Apolo 15 y por sugerencia del geólogo de origen egipcio Barouk El-Baz, uno de los científicos más importantes del programa. Los astronautas también llevaron banderas de la Unión Soviética, en consideración a sus colegas del otro lado del telón de acero, y muchos otros símbolos personales, religiosos o políticos, sin que ello signifique, ni mucho menos, que los viajes a la Luna se llevaron a cabo para glorificar las ideas representadas por estos emblemas. Hay una explicación mucho más simple para ello: el hombre es un animal simbólico, y esto incluye a ingenieros, científicos y astronautas.

 

Fuente: El Mundo

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La Tradición http://www.logiahermes.org/la-tradicion/ http://www.logiahermes.org/la-tradicion/#comments Wed, 20 Nov 2013 15:42:33 +0000 http://www.logiahermes.org/?p=537 traditioDios es unicidad unificada: uno sin dos, inapreciable. La genuina existencia divina engendra la existencia de toda la creación. Las sublimes e internas esencias constituyen en el fondo una cadena que lo vincula todo, de lo más alto a lo más bajo, extendiéndose del polo superior a los confines del universo. No existe nada -ni el más minúsculo objeto- que no se halle sujeto a los eslabones de dicha cadena. Todo está encadenado en su misterio, sujeto a su unicidad. Dios es uno, el secreto de Dios es uno, todos los mundos situados por debajo y por encima son misteriosamente uno. La existencia divina es indivisible. La cadena entera es uno. Hasta el último eslabón, todo está vinculado a lo demás; así la esencia divina está tanto abajo como arriba, en el cielo y en la tierra. No existe nada más.

Moisés de León (s. XIII)

 

Para obtener una cosecha debemos necesariamente sembrar el grano con la cáscara… del mismo modo, los ritos y ceremonias son necesarios para el desarrollo y perpetuación de una religión. Son los receptáculos que contienen el núcleo de la verdad y, en consecuencia, todos los hombres deben practicarlos antes de llegar a la verdad central.

Sri Ramakrishna

 

He visto la antigua senda, el viejo camino tomado por los Completamente Despiertos de antaño, y ésa senda es la senda que yo sigo

Samyutta-nikâya

 

Pues ninguna criatura, por muy racional e intelectual que sea, se ilumina a sí misma, sino que es iluminada por la participación en la Verdad eterna.

San Agustín

 

Te hemos revelado la Escritura con la Verdad, en confirmación y como custodia de lo que ya había de la Escritura

El Corán

 

El hombre refinado vuelve sus pensamientos hacia el pasado, regresa a su origen, y no olvida a aquellos a través de los cuales le ha llegado la vida.

Li Chi, Chi Yi

 

Aquellos que han intentado digerir el Mercurio común por medio del calor artificial, han fracasado tan grotescamente como cualquiera que se empeñara en incubar artificialmente un huevo huero.

E.Filaleteo

 

El efecto del Santo Sacramento. El pan del Señor actúa en nosotros como la piedra filosofal: nos transforma en oro, si estamos fundidos.

Angelus Silesius

 

Nada sino la verdad puede ser medida exacta de la verdad

Nicolás de Cusa

 

Fuente: Blog de la R:.L:. S:. Traditio Nº 129

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Influencias espirituales y “egregores” http://www.logiahermes.org/influencias-espirituales-y-egregores/ http://www.logiahermes.org/influencias-espirituales-y-egregores/#comments Tue, 24 Sep 2013 11:36:14 +0000 http://www.logiahermes.org/?p=462 masonería espiritualSe afirma que la palabra «egregor» designa lo que se puede llamar propiamente una «entidad colectiva». Esto no representa más que una de las numerosas fantasías del moderno lenguaje ocultista. Esta palabra es puramente griega y jamás ha significado en realidad otra cosa que «vigilante». Estamos ante un nuevo ejemplo de la confusión de lo psíquico y de lo espiritual.

Ciertamente, se puede considerar cada colectividad como disponiendo de una fuerza de orden sutil constituida en cierta manera por los aportes de todos sus miembros pasados y presentes, y que, por consiguiente, es tanto más considerable y susceptible de producir efectos más intensos cuanto más antigua sea la colectividad y cuanto mayor sea el número de miembros que la componen; por lo demás, es evidente que esta consideración «cuantitativa» implica esencialmente que se trata del dominio individual, más allá del cual ya no podría intervenir en modo alguno. Lo colectivo, tanto psíquicamente como corporalmente, no es otra cosa que una simple extensión de lo individual, y que, por consiguiente, no tiene absolutamente nada de transcendente, contrariamente a las influencias espirituales que son de un orden completamente diferente. Para tomar los términos habituales del simbolismo geométrico, es menester no confundir el sentido horizontal con el sentido vertical.

Sería un error considerar como un estado supraindividual el que resultaría de la identificación tanto con una entidad psíquica colectiva, como con toda otra entidad psíquica cualquiera que sea. La participación en una tal entidad colectiva no constituye más que una suerte de «ensanchamiento» de la individualidad, pero nada más. Así pues, es únicamente para obtener algunas ventajas de orden individual como los miembros de una colectividad pueden utilizar la fuerza sutil de la que ésta dispone, conformándose a las reglas establecidas a este efecto por la colectividad de que se trate; e, incluso si, para la obtención de esas ventajas, hay además la intervención de una influencia espiritual, como ocurre concretamente en un caso tal como el de las colectividades religiosas, esta influencia espiritual, al no actuar entonces en su dominio propio que es de orden supraindividual, debe ser considerada, así como ya lo hemos dicho igualmente, como «descendiendo» al dominio individual y ejerciendo en él su acción por medio de la fuerza colectiva en la que toma su punto de apoyo.

El caso es completamente diferente en lo que concierne a las organizaciones iniciáticas, por eso mismo de que éstas tienen como propósito esencial ir más allá del dominio individual, y porque incluso lo que se refiere en ellas de modo más directo a un desarrollo de la individualidad no constituye en definitiva más que una etapa preliminar para llegar finalmente a rebasar las limitaciones de ésta.

Así pues, puesto que la colectividad no es en suma más que una reunión de individuos, no puede, por sí misma, producir nada que sea de un orden supraindividual, pues lo superior no puede en ningún caso proceder de lo inferior. Si el vinculamiento a una organización iniciática puede tener efectos de ese orden, es pues únicamente en tanto que la organización iniciática es depositaria de algo que es en sí mismo supraindividual y transcendente en relación a la colectividad, es decir, de una influencia espiritual cuya conservación y cuya transmisión debe asegurar sin ninguna discontinuidad.

Por consiguiente, el vinculamiento iniciático no debe concebirse como el vinculamiento a un «egregor» o a una entidad psíquica colectiva, ya que en eso no hay en todo caso más que un aspecto completamente accidental, aspecto por el cual las organizaciones iniciáticas no difieren en nada de las organizaciones exotéricas. Lo que constituye esencialmente la «cadena», es la transmisión ininterrumpida de la influencia espiritual a través de los inciados. Del mismo modo, el lazo entre las diferentes formas iniciáticas no es una simple filiación de «egregores».

 Extractado de: René Guenón, Iniciación y realización espiritual, capítulo VI.

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Mitos, misterios y símbolos iniciáticos http://www.logiahermes.org/mitos-misterios-y-simbolos-iniciaticos/ http://www.logiahermes.org/mitos-misterios-y-simbolos-iniciaticos/#comments Mon, 15 Jul 2013 13:53:46 +0000 http://www.logiahermes.org/?p=393 Mitos, misterios y símbolos iniciáticos

Los mitos son relatos simbólicos, lo mismo que las «parábolas», que, en el fondo, no difieren de ellos esencialmente. No carece de interés destacar que lo que se llama en la Masonería las «leyendas» de los diferentes grados entra en esta definición de los mitos, y que la «puesta en acción» de estas «leyendas» muestra bien que ellas están verdaderamente incorporadas a los ritos mismos, de los que es absolutamente imposible separarlas.

     La palabra griega muthos, «mito», viene de la raíz mu, y ésta (que se encuentra también en el latín mutus, mudo) representa la boca cerrada, y por consiguiente, el silencio; éste es el sentido del verbo muein, cerrar la boca, callarse (y, por extensión, llega a significar también cerrar los ojos, en sentido propio y figurado); el examen de algunos de los derivados de este verbo es particularmente instructivo. Así, de muô (en infinitivo muein) se derivan inmediatamente otros dos verbos; muaô mueô. El primero tiene las mismas acepciones que muô, y es menester agregarles otro derivado, mullô, que significa cerrar los labios, y también, murmurar sin abrir la boca. Por lo demás, el latín murmur no es más que la raíz mu prolongada por la letra r y repetida dos veces, de manera que representa un ruido sordo y continuo producido con la boca cerrada. En cuanto a mueô, y esto es lo más importante, significa iniciar (a los «misterios», cuyo nombre está sacado también de la misma raíz y precisamente por la intermediación de mueô y mustês), y, por consiguiente, a la vez instruir (pero primeramente instruir sin palabras, así como era efectivamente en los misterios) y consagrar; deberíamos decir incluso en primer lugar consagrar, si se entiende por «consagración», como debe hacerse normalmente, la transmisión de una influencia espiritual, o el rito por el que ésta se transmite regularmente.

Pero, se dirá, si la palabra «mito» ha tenido semejante origen, ¿cómo es posible que haya podido servir para designar un relato de un cierto género? Es que esta idea de «silencio» debe ser referida aquí a las cosas que, en razón de su naturaleza misma, son inexpresables, al menos directamente y por el lenguaje ordinario; una de las funciones generales del simbolismo es efectivamente sugerir lo inexpresable, hacerlo presentir, o mejor «asentir», por las transposiciones que permite efectuar de un orden a otro, de lo inferior a lo superior, de lo que es más inmediatamente aprehensible a lo que lo es mucho más difícilmente. Tal es precisamente el destino primero de los mitos.

     Nos queda atraer la atención sobre el parentesco de las palabras «mito» y «misterio», salidas las dos de la misma raíz: la palabra griega mustêrion, «misterio», se vincula directamente, ella también, a la idea del «silencio»; y esto puede interpretarse en varios sentidos diferentes, pero ligados unos a otros. Destacamos primeramente que, según la derivación que hemos indicado precedentemente (de mueô), el sentido principal de la palabra es el que se refiere a la iniciación, y es así, en efecto, como es menester entender lo que se llamaban «misterios» en la antigüedad griega: mustikos, en efecto, es el adjetivo de mustês, iniciado; así pues, originariamente equivale a «iniciático» y designa todo lo que se refiere a la iniciación, a su doctrina y a su objeto mismo (pero en este sentido antiguo, no puede aplicarse nunca a personas).

     Por lo demás, podemos agregar que no es una simple coincidencia el hecho de que haya una estrecha similitud entre las palabras «sagrado» (sacratum) y «secreto» (secretum): en uno y otro caso, se trata de lo que está puesto aparte (secernere, poner aparte, de donde el participio secretum), reservado, separado del dominio profano; del mismo modo, el lugar consagrado es llamado templum, cuya raíz tem (que se encuentra en el griego temnô, cortar, recortar, separar, de donde temenos, recinto sagrado) expresa también la misma idea; y la «contemplación», cuyo nombre proviene de la misma raíz, se vincula también a esta idea por su carácter estrictamente «interior». Así pues, es etimológicamente absurdo hablar de «contemplar» un espectáculo exterior cualquiera, como lo hacen corrientemente los modernos, para quienes, en muchos casos, el verdadero sentido de las palabras parece estar completamente perdido.

     Finalmente, hay un tercer sentido, el más profundo de todos, según el cual el misterio es propiamente lo inexpresable, lo que no se puede sino contemplar en silencio (y conviene recordar aquí lo que decíamos hace un momento del origen de la palabra «contemplación»); y, como lo inexpresable es al mismo tiempo y por eso mismo lo incomunicable, la prohibición de revelar la enseñanza sagrada simboliza, desde este nuevo punto de vista, la imposibilidad de expresar con palabras el verdadero misterio del que esta enseñanza no es, por así decir, más que la vestidura, que la manifiesta y que la vela todo junto. De este modo, la enseñanza que concierne a lo inexpresable no puede, evidentemente, más que sugerirlo con la ayuda de imágenes apropiadas, que serán como los soportes de la contemplación; según lo que hemos explicado, esto equivale a decir que una tal enseñanza toma necesariamente la forma simbólica. La concepción vulgar de los «misterios», sobre todo cuando se aplica al dominio religioso, implica una confusión manifiesta entre «inexpresable» e «incomprehensible», confusión que es completamente injustificada, salvo relativamente a las limitaciones intelectuales de algunas individualidades.

     Tal ha sido siempre, y en todos los pueblos, uno de los caracteres esenciales de la iniciación a los misterios, por cualquier nombre que, por lo demás, se la haya designado; así pues, se puede decir que los símbolos, y en particular los mitos cuando esta enseñanza se tradujo en palabras, constituyen verdaderamente, en su destino primero, el lenguaje mismo de esta iniciación.

Extractado de: René Guénon, Apercepciones sobre la Iniciación, capítulo XVII.

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Masonería: la finalidad del simbolismo http://www.logiahermes.org/masoneria-la-finalidad-del-simbolismo/ http://www.logiahermes.org/masoneria-la-finalidad-del-simbolismo/#comments Tue, 09 Jul 2013 07:00:43 +0000 http://www.logiahermes.org/?p=375 Maspnería y simbolismoDe modo general, la forma del lenguaje es analítica, “discursiva”, como la razón humana de la cual constituye el instrumento propio y cuyo decurso el lenguaje sigue o reproduce lo más exactamente posible; al contrario, el simbolismo propiamente dicho es esencialmente sintético, y por eso mismo “intuitivo” en cierta manera, lo que lo hace más apto que el lenguaje para servir de punto de apoyo a la “intuición intelectual”, que está por encima de la razón, y que ha de cuidarse no confundir con esa intuición inferior a la cual apelan diversos filósofos contemporáneos. Por consiguiente, el simbolismo sintético abre posibilidades de concepción verdaderamente ilimitadas, mientras que el lenguaje, de significaciones más definidas y fijadas, pone siempre al entendimiento límites más o menos estrechos.

Así, las verdades más altas, que no serían en modo alguno comunicables o transmisibles por ningún otro medio, se hacen tales hasta cierto punto cuando están, si puede decirse, incorporadas en símbolos que sin duda las disimularán para muchos, pero que las manifestarán en todo su resplandor a los ojos de los que saben ver.

¿Vale decir que el empleo del simbolismo sea una necesidad? Aquí es preciso establecer una distinción en sí y de manera absoluta; ninguna forma exterior es necesaria. Todas son igualmente contingentes y accidentales con respecto a lo que expresan o representan. Una figura cualquiera, por ejemplo una estatua que simbolice tal o cual aspecto de la Divinidad, no debe considerarse sino como un “soporte”, un punto de apoyo para la meditación; es, pues, un simple “auxiliar” y nada más. Un texto védico da a este respecto una comparación que aclara perfectamente este papel de los símbolos y de las formas exteriores en general: tales formas son como el caballo que permite a un hombre realizar un viaje con más rapidez y mucho menos esfuerzo que si debiera hacerlo por sus propios medios. Sin duda, si ese hombre no tuviese caballo a su disposición, podría pese a todo alcanzar su meta, pero ¡con cuánta mayor dificultad! Si puede servirse de un caballo, haría muy mal en negarse a ello so pretexto de que es más digno de él no recurrir a ayuda alguna: ¿no es precisamente así como actúan los detractores del simbolismo? Y aun, si el viaje es largo y penoso, aunque nunca haya una imposibilidad absoluta de realizarlo a pie, puede existir una verdadera imposibilidad práctica de llevarlo a cabo. Así ocurre con los ritos y símbolos: no son necesarios con necesidad absoluta, pero lo son en cierto modo por una necesidad de conveniencia, en vista de las condiciones de la naturaleza humana (Santo Tomás de Aquino, Summa Theol., III, q. 1, a. 2, respondeo).

Por otra parte, si se asume que las leyes naturales no son en suma sino una expresión y una como expresión de la Voluntad divina, ¿no autoriza esto a afirmar que tal simbolismo es de origen “no humano”, como dicen los hindúes, o, en otros términos, que su principio se remonta más lejos y más alto que la humanidad? Leánse a este propósito del simbolismo las primeras palabras del Evangelio de San Juan: “En el principio era el Verbo”. El Verbo, el Logos, es a la vez Pensamiento y Palabra: en sí, es el Intelecto divino, que es el “lugar de los posibles”; con relación a nosotros, se manifiesta y se expresa por la Creación, en la cual se realizan en existencia actual algunos de esos mismos posibles que, en cuanto esencias, están contenidos en Él de toda eternidad. La Creación es obra del Verbo; es también, por eso mismo, su manifestación, su afirmación exterior; y por eso el mundo es como un lenguaje divino para aquellos que saben comprenderlo: Caeli enarrant gloriam Dei (Ps. XIX, 2).

    Todo lo que es, cualquiera sea su modo de ser, al tener su principio en el Intelecto divino, traduce o representa ese principio a su manera y según su orden de existencia; y así, de un orden en otro, todas las cosas se encadenan y corresponden para concurrir a la armonía universal y total, que es como un reflejo de la Unidad divina misma. Esta correspondencia es el verdadero fundamento del simbolismo, y por eso las leyes de un dominio inferior pueden siempre tomarse para simbolizar la realidad de orden superior, donde tienen su razón profunda, que es a la vez su principio y su fin.

     Extractado de: René Guénon, “El Verbo y el símbolo”, en la revista Regnabit, enero de 1926; recopilado en Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, capítulo II.

]]> http://www.logiahermes.org/masoneria-la-finalidad-del-simbolismo/feed/ 0 Rosslyn, la catedral de los enigmas http://www.logiahermes.org/rosslyn-la-catedral-de-los-enigmas/ http://www.logiahermes.org/rosslyn-la-catedral-de-los-enigmas/#comments Tue, 02 Jul 2013 11:56:55 +0000 http://www.logiahermes.org/?p=350 Rosslyn catedral de los enigmasLa capilla de Rosslyn, llamada también la catedral de los enigmas, se encuentra a sólo unos 15 kms de Edimburgo, y, sin embargo, allí no hay rastro de la multitud de turistas que se amontonan por las laderas del castillo de la capital escocesa.

Situada en las afueras del pueblecito de Rosslyn, rodeada por la campiña y alejada de pubs y bed & breakfasts, Rosslyn Chapel conserva el inquietante encanto que la ha convertido en un lugar de peregrinación para buscadores de misterios. Desde el exterior sorprende por sus reducidas dimensiones, pero, tras franquear la entrada, lo que realmente deslumbra es la cantidad de desconcertantes símbolos de las tradiciones hebrea, cristiana, egipcia, masónica y pagana, que han hecho de sus paredes la tierra prometida de generaciones de criptógrafos.

David Brown, autor del bestseller El código Da Vinci, que sitúa bajo su techo maravillosamente tallado el desenlace de la novela, la define como ”el paraíso de la simbología”, y es posible que las leyendas que envuelven el lugar lo hayan inspirado más de lo que admite.

Los caballeros templarios la edificaron en 1446 como réplica exacta del mítico templo de Salomón, en Jerusalén, con el célebre muro oeste que parece inacabado y, según se dice, la cripta subterránea copia del lugar donde los nueve fundadores de la orden militar y religiosa habrían desenterrado por primera vez el Santo Grial. William Sinclair, príncipe de Orkney, a quien se debe la iniciativa de construir la capilla, reposa entre sus muros con algunos de sus antecesores, como su homónimo de 1297 que fue gran prior de los Caballeros del Temple, o Herry Sinclair, apodado el Santo, de quien la tradición dice que viajó al Nuevo Mundo en 1398. Como recuerdo de aquel legendario viaje quedan un cactus y unas mazorcas de maíz indio, esculpidas en la piedra años antes de que el Nuevo Mundo fuera descubierto oficialmente. Se dice que los templarios, reconocidos constructores de iglesias, se superaron a sí mismos en Rosslyn porque era el lugar elegido para esconder el Santo Grial. Lo cierto es que no hay un solo centímetro sin tallar, y que, hasta la fecha, no toda la compleja simbología ha sido descifrada.

A pesar de ser considerada morada y monumento de idólatras, la capilla consiguió salvarse de la furia destructora de la Reforma Protestante gracias a los vínculos entre el legado templario y la masonería de la que fue gran maestro el mismo Oliver Cromwell. Sin embargo, su protección no impidió que en 1650 su caballería, a la orden del general Monk, la usara como establo. La recuperación de Rosslyn empezó a principio del siglo XIX gracias a los poetas William y Dorothy Wordsworth, y sobre todo gracias a Walter Scott, que le dedicó una oda. Su éxito entre los intelectuales de la época fue tal que Louis Daguerre, inventor del daguerrotipo y precursor de la fotografía, la reprodujo en uno de los dioramas de su invención que, entre 1824 y 1835, recorrieron Europa. No es difícil entender la fascinación que siempre ha ejercido. Toda la superficie de la iglesia está esculpida con símbolos y representaciones de parábolas, dogmas de la doctrina cristiana y pequeños relatos mitológicos. Junto a las cruces floreadas, los cálices, varios signos templarios y 56 marcas masónicas distintas descubiertas por los expertos, se pueden identificar estrellas de David, símbolos astrológicos, plantas y representaciones de la iconografía cristiana, como las estaciones del Calvario, los pecados capitales, el velo de la Verónica con el rostro de Cristo, y Lucifer, el ángel caído, el único representado cabeza abajo. No podían faltar referencias a la historia y a las arraigadas tradiciones escocesas, como el corazón de Robert the Bruce, el primerrey de Escocia, o antiguos ejemplares de gaitas.

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El ojo que todo lo vé http://www.logiahermes.org/el-ojo-que-todo-lo-ve/ http://www.logiahermes.org/el-ojo-que-todo-lo-ve/#comments Mon, 17 Jun 2013 08:00:14 +0000 http://www.logiahermes.org/?p=231 el ojo que todo lo veUno de los símbolos comunes al cristianismo y a la masonería es el triángulo en el cual está inscripto el Tetragrama hebreo. En hebreo, a veces el tetragrama se representa también abreviadamente por tres yod, que tienen manifiesta relación con el triángulo mismo. Cuando se los dispone triangularmente, corresponden de modo neto a los tres puntos del Compagnonnage y la Masonería. Pero a veces solamente aparece un yod, primera letra del Tetragrama, que puede considerarse en este caso como una abreviatura de él en virtud de su significación principialdado que el yod es considerado como el elemento primero a partir del cual se forman todas las letras del alfabeto hebreo. Por ello, constituye de por sí un nombre divino, e incluso el primero de todos según ciertas tradiciones. A veces, también el yod mismo está reemplazado por un ojo, generalmente designado como “el Ojo que lo ve todo” (The All-Seeing Eye); la semejanza de forma entre el yod y el ojo puede, en efecto, prestarse a una asimilación, que por otra parte tiene numerosos significados, sobre los cuales, sin pretender desarrollarlos enteramente aquí, puede resultar interesante dar por lo menos algunas indicaciones.

     En primer lugar, cabe advertir que el triángulo de que se trata ocupa siempre una posición central y que además, en la masonería, está situado expresamente entre el sol y la luna. Resulta de aquí que el ojo contenido en el triángulo no debería estar representado en forma de un ojo ordinario, derecho o izquierdo, puesto que en realidad el sol y la luna corresponden respectivamente al ojo derecho e izquierdo del “Hombre Universal” en cuanto éste es idéntico al “macrocosmos”. Para que el simbolismo sea enteramente correcto, ese ojo debe ser un ojo “frontal” o “central”, es decir, un “tercer ojo”, cuya semejanza con el yod es más notable todavía; y, en efecto, ese “tercer ojo” es el que “lo ve todo” en la perfecta simultaneidad del eterno presente.

     El triángulo recto [o sea, con un vértice superior] se refiere propiamente al Principio; pero, cuando está invertido por reflejo en la manifestación, la mirada del ojo contenido en él aparece en cierto modo como dirigida “hacia abajo”, es decir, del Principio de la manifestación misma, y, además de su sentido general de “omnipresencia”, toma entonces más netamente el significado especial de “Providencia”. Por otra parte, si se considera ese reflejo, más particularmente, en el ser humano, debe notarse que la forma del triángulo invertido no es sino el esquema geométrico del corazón; el ojo que está en su centro es entonces, propiamente, el “ojo del corazón” (‘aynu-l-qa1b en el esoterismo islámico), con todas las significaciones que implica.

     Extractado de: René Guenón, publicado en Études Traditionnelles, abril-mayo de 1948 y compilado en Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, capítulo LXXII.

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La muerte iniciática http://www.logiahermes.org/la-muerte-iniciatica/ http://www.logiahermes.org/la-muerte-iniciatica/#comments Tue, 04 Jun 2013 08:28:44 +0000 http://www.logiahermes.org/?p=184  

muerte iniciática

Otra cuestión que parece poco comprendida es la de lo que se llama la «muerte iniciática». Así, encontramos expresiones como la de «muerte ficticia», que da testimonio de la más completa incomprehensión de las realidades de este orden. Aquellos que se expresan así no ven evidentemente más que la exterioridad del rito, y no tienen ninguna idea de los efectos que debe producir sobre aquellos que están cualificados verdaderamente; de otro modo, se darían cuenta de que esta «muerte», muy lejos de ser «ficticia», es al contrario, en un sentido, más real incluso que la muerte entendida en el sentido ordinario de la palabra, ya que es evidente que el profano que muere no deviene iniciado sólo por eso. Es, a decir verdad, la única que rebasa las contingencias inherentes a los estados particulares del ser y la única que tiene, por consiguiente, un valor profundo y permanente desde el punto de vista universal.

Entiéndase bien que la palabra «muerte» debe tomarse aquí en su sentido más general, según el cual podemos decir que todo cambio de estado, cualquiera que sea, es a la vez una muerte y un nacimiento, según que se considere por un lado o por el otro: muerte en relación al estado antecedente, nacimiento en relación al estado consecuente. La iniciación se describe generalmente como un «segundo nacimiento», lo que es en efecto; pero este «segundo nacimiento» implica necesariamente la muerte al mundo profano.

El candidato a la iniciación debe pasar por la obscuridad antes de acceder a la «verdadera luz». Es en esta fase de obscuridad donde se efectúa lo que se designa como el «descenso a los Infiernos».Se podría decir que es como una suerte de «recapitulación» de los estados antecedentes, por la que las posibilidades que se refieren al estado profano serán definitivamente agotadas, a fin de que el ser pueda desarrollar desde entonces libremente las posibilidades de orden superior que lleva en él, y cuya realización pertenece propiamente al dominio iniciático.

El «segundo nacimiento», entendido como correspondiente a la iniciación primera, es propiamente, como ya lo hemos dicho, lo que se puede llamar una regeneración psíquica; y es en efecto en el orden psíquico, es decir, en el orden donde se sitúan las modalidades sutiles del estado humano, donde deben efectuarse las primeras fases del desarrollo iniciático. Pero éstas no constituyen una meta en sí mismas, y no son todavía más que preparatorias en relación a la realización de posibilidades de un orden más elevado, queremos decir, del orden espiritual en el verdadero sentido de esta palabra. Por consiguiente, el punto del proceso iniciático al que acabamos de hacer alusión es el que marcará el paso del orden psíquico al orden espiritual; y este paso podría ser considerado más especialmente como constituyendo una «segunda muerte» y un «tercer nacimiento» que, en el simbolismo masónico, se corresponde a la iniciación al grado de Maestro.

Conviene agregar que este «tercer nacimiento» será representado más bien como una «resurrección» que como un nacimiento ordinario, porque aquí ya no se trata de un comienzo en el mismo sentido que cuando la iniciación primera, dado que aquella representa la «transformación» de las posibilidades humanas, más allá de las condiciones limitativas que definen el modo de existencia de la individualidad como tal.

Extractado de: René Guenón, Apercepciones sobre la Iniciación, capítulo XXVI.

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