III Gran Asamblea del GOFMU
Tema social

Cultura de Paz
(síntesis)


Reflexionemos acerca de las siguientes ideas sobre la situación social y cultural del mundo:

Mercado libre a ultranza, que implica inexorablemente la lógica de la competencia y la generación connatural de ganadores y perdedores; la entronización del éxito económico como parámetro superlativo; la globalización de las costumbres y las formas económicas de una nación sobre todos los países del planeta; el doble discurso sostenido desde la altura de los centros de poder; la utilización impía de la morbosidad de la gente en espectáculos televisivos llenos de sangre, lascivia y destrato; la estimulación del irracionalismo... Las guerras étnicas y religiosas; el armamentismo; la incitación al uso de drogas; la marginación y exclusión social gigantescas; la existencia de cúpulas y castas de corruptos; tecnócratas adoradores de un eficientismo a toda prueba; los propugnadores de un “sálvese quién pueda” actuando como modelo en lo personal y lo social...

¿A qué extrañarse entonces si la violencia se desliza y se instala hoy como invitado de honor en el hogar y en el corazón de tanta gente?

A veces esto se parece a un apocalipsis que da pie a algunos a pensar seriamente en el fin de los tiempos.

Creemos, sin embargo, que hay lugar para otra actitud, en el sentido de una apuesta diferente.

La paz es equilibrio y la cultura una construcción. La cultura de la paz tiene que ser deliberadamente construida. No sale del pensamiento natural de la humanidad, por lo que hay que poner trabajo en la idea.

No basta con recordar los pueblos en guerra, los pueblos que nunca vivieron en paz o las generaciones enteras que nacieron en guerra, vivieron en guerra y murieron de la misma manera.

Por todo ello debe haber una acción deliberada para extraer de la humanidad y de la naturaleza la esencia de las cosas. Y la paz está en la esencia del Hombre pero no se logra por su sola presencia, implica trabajar especialmente para ello.

Así como, para que el género humano sea libre debe aprender a serlo, también para que viva en paz debe aprender y construir especialmente ese valor y las actitudes que lo manifiestan, especialmente la tolerancia.

Pero, también podemos interrogarnos: ¿La paz, por sí sola, es un instrumento de libertad? ¿ La paz, puede ser un objetivo medianamente completo para alcanzar la felicidad humana?.

Con esto no estamos diciendo que desconfiemos de los beneficios inherentes a un estado de paz.  Sí decimos que debemos trabajar por una paz anclada en la realidad, donde la gente no sufra tampoco de la alienación impuesta por la necesidad, como la búsqueda de trabajo,  de cómo alimentarse o de cómo proteger y proveer a los requerimientos de sus familia; donde el precio de la necesidad no sea la pérdida de la dignidad y de otros valores humanos tan vitales como son: la libertad, la igualdad y la fraternidad. La paz como tal no podría ser entonces un objetivo univoco, independiente de las otras necesidades humanas, espirituales y materiales, sino un espacio que permita, y facilite su desarrollo.

Por otro lado, la cultura para la paz, para que sea eficaz, debería igualmente advertir que el sometimiento por parte del más fuerte hacia más débil, o de quienes pierden en la lucha competitiva, sea una persona, un país,  una nación, una etnia, no podría nunca interpretarse como sinónimo de paz, aunque formalmente puedan haber cesado los enfrentamientos, sean éstos de cualquier índole. Porque podemos observar cómo muchos intereses de dominación – sean económicos, políticos, sociales,  culturales, raciales o sexuales – llevan agua a su molino fomentando hipócritamente una “paz” que les sea provechosa, de manera de impedir o apaciguar un potencial conflicto del que ellos mismos son causa primigenia por practicar la injusticia; o que están dispuestos a violar si los resultados le son adversos. Lo más doloroso de estas situaciones, es ver la manipulación de la gente desde los centros de poder y cómo, muchas veces, a las  víctimas de la dominación de los poderosos, se las intenta convencer de “las bondades de esa paz”.

Digámoslo más claramente: no podemos pensar en la paz si no nos detenemos simultáneamente a pensar en la justicia social. Pues a la paz se puede llegar desde la tolerancia, en la aceptación de las diferencias, construyendo con ellas, resolviendo o disminuyendo el conflicto. Pero, hay que guardarse bien de que no se confunda – interesadamente - impotencia, subordinación y sometimiento con paz.

La paz, al igual que la libertad, dependen del hombre; y este “con sus influencias espirituales, debe materializar una vida digna en perfecta consonancia (con) la sociedad en que vive”. No es fácil y la estabilidad de la paz al interior y entre las comunidades humanas, al igual que la libertad, depende de cada uno, de la fuerza moral y ética de cada ser, de la búsqueda de su propia paz interior para poder sí, entonces, hablar y contribuir al fomento de la paz en la Humanidad.

Cuando nos encontramos en esos días pesimistas nos preguntamos: ¿para qué?, ¿cómo poder llegar a la verdadera paz?, ¿cómo hacer para impedir tanta violencia?.

Kofi Annan, Secretario General de la ONU tal vez nos permita atisbar una respuesta: “es en la mente de los hombres que empiezan las guerras y es en las mentes de los hombres donde las defensas de la paz tienen que construirse”.

Entonces la paz aparece, sobre todo, como una actitud del espíritu. Entonces es posible, si verdaderamente se quiere; y si deviene un deber ser y un fin a alcanzar por cada ser humano.

Los Hombres tenemos el poder y el deber de construir y defender la paz día a día.

Es necesario para ello desarrollar una verdadera campaña de reeducación de los valores morales de la sociedad. Debemos concientizarnos y hacer posible una impetuosa y trascendente campaña de educación cívica-democrática para formar mujeres y hombres libres consustanciados de su misión de repúblicos y que se sientan actores y autores de su propio destino.

La paz está y se encuentra en nosotros mismos, al igual que la Libertad, el deseo de amar y ser más felices.

La conciencia de paz debe ser cultivada, adiestrada y potenciada. Para ello trabajemos unidos como hermanos, como un gran ejército de soldados de Paz, intentando realizar un aporte de paz en cada acción y en cada palabra.

Fomentemos que desde el seno familiar como desde todos los ámbitos educacionales, sociales y culturales,  las generaciones anteriores trasmitan a las venideras los principios y valores de la paz;  pero también debemos advertir acerca de cómo convivir con ellos y también cómo defenderlos, de manera de situarlos en la realidad para que esos valores no disfracen  propuestas hipócritas que terminen sosteniendo la injusticia y la iniquidad.

Será una construcción a largo plazo, pero sólida construcción al fin. Que nos sirva de ejemplo e inspiración el Ilustre y Querido Hermano José Pedro Varela, quién por los años 70 de ese agitado último cuarto del siglo XIX de nuestra historia, apostaba a la educación, a la formación de los ciudadanos para perfeccionar la sociedad y combatir las dictaduras socio-económicas, sabiendo que no podría derrotar la que en ese entonces dominaba sobre nuestra patria.

La paz también necesita justicia, y requiere por lo tanto del respeto de los Derechos Humanos, y del cumplimiento de los deberes propios de cada ciudadano.

La defensa de la universalidad y de la indivisibilidad de los derechos humanos, es esencial para la construcción de una sociedad pacífica y para el desarrollo de las personas, pueblos y naciones.

Impongamos entonces una nueva y universal pedagogía: la pedagogía de la paz. Colaboremos con la fundación de nuevas instituciones donde la palabra, la justicia y el derecho sean una ley severa y pacífica.

A esto va dirigida la formación de una cultura de paz: no solamente a parar la mano de la muerte, sino fundamentalmente a patrocinar el gusto por la vida. Paz y no violencia, derechos humanos, democracia, tolerancia, comprensión internacional e intercultural, diversidad cultural e idiomática; es un paquete entero, aunque se puede conquistar por entregas.

Retomemos las energías de nuestros antepasados operativos para utilizarla en la construcción de nuestras interpretaciones del equilibrio para la paz. Eso no es otra cosa que la esencia de la Francmasonería y ese el trabajo de los Francmasones. Si la Masonería actual es trabajo especulativo, por lo menos transformemos ese pensamiento “meditante” en un pensamiento “calculante” para la paz. Es una cuestión de la gente buena que quiere que siga existiendo la gente.

Documento aprobado por la III Gran Asamblea del GOFMU el 8 y 9 de diciembre de 2000.

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