Programa Masónico
Deseando la Sociedad Masónica que todo el que manifieste interés en pertenecer a ella se libre del riesgo de sufrir un desengaño, y queriendo dar en tiempo oportuno una prenda de su buena fe, considera justo dar a los aspirantes ideas bien exactas, tanto para que se instruyan en el verdadero objeto de la Sociedad, cuanto para que se desechen esas vulgaridades que corren de boca en boca y que hacen formar de ella, conceptos erróneos y ridículos.
La Sociedad Masónica es indestructible, porque es fuerte; fuerte, porque es unida; y unida porque la patria de los masones es el mundo, y todos los hombres virtuosos son sus compatriotas.
La Masonería no se propone satisfacer ningún interés mezquino, ninguna mira egoísta: su objeto es altamente noble, su misión exclusivamente humanitaria. Ella trabaja para fomentar la caridad y filantropía en los hombres de todas las clases y condiciones y de todas las creencias religiosas. Pretender incorporarse por intereses privados o por objetos particulares, sería un absurdo; y efectuarlo sin encontrar en si toda la abnegación que la masonería demanda, un engaño.
La Masonería tiene secretos que no pueden penetrarse, y juramentos que no deben quebrantarse; pero ni unos ni otros se oponen en lo mas mínimo a la religión, a las leyes y a la moral.
El aspirante que intente su incorporación por curiosidad, no consigue su objeto; porque los misterios en que esta envuelta la Masonería y que forman sus secretos, se van comunicando por grados que se confieren después de muchas pruebas de fidelidad, al que más lo merece y menos lo solicita. El que se liga con su juramento y lo quebranta, no infiere daño alguno a la sociedad, el mal recae solamente sobre el que no ha tenido bastante constancia para cumplir el deber que voluntariamente se impuso.
La Masonería no exige de sus miembros la abjuración de sus principios religiosos, ni osa penetrar en sus dogmas peculiares. Las puertas de la masonería jamás se abren para dar entrada al ateo que niega la existencia del Supremo Hacedor.
La Masonería no necesita poderosos, pero tampoco admite en su seno personas que no tengan una ciencia, arte, oficio o renta con que poder atender a las necesidades de su familia; y sin menoscabar estos primeros deberes, un pequeño sobrante para hacer frente a los gastos de la sociedad y socorrer a los necesitados. Estos gastos se dividen en ordinarios y extraordinarios: de los primeros se da una idea a continuacióón; los segundos son: bien para cubrir gastos particulares, bien para ejercer obras de beneficencia; en cualquiera de los dos casos, procede el acuerdo de los miembros.
La Masonería no llenaría su objeto de fraternizar la especie humana, si admitiese discordias, pleitos y riñas entre sus miembros; toda diferencia debe arreglarse entre ellos mismos antes que apelar a personas extrañas. Si el candidato al ser admitido encuentra a algún individuo con quien no este en armonía tiene que deponer todo resentimiento. Considerarlo como hermano y darle un abrazo fraternal. Si la causa de la desavenencia es un litigio, expondrá sus razones a los jueces de la Masonería para que le presten la justicia que demanda antes de ocurrir a tribunales profanos.
Exige la Masonería una parte del tiempo de sus miembros para la asistencia a sus reuniones, o el desempeño de alguna comisión, y no podrá negarse a ello sin causa justa y legitima.
El que aspire a proponerse, debe ejercitar la temperancia, ser industrioso y aplicado en su profesión, fiel a su jefe o maestro, practicar la virtud, partir su pan con el necesitado, y no comer el de otro sin pagarlo; enseñar el camino al viajero extraviado, huir del juego, la embriaguez, la usura y todos los vicios, y prestar a sus hermanos cuantos socorros le permitan sus circunstancias.
La sociedad, al proponerle un candidato, tiene derecho a examinar su vida costumbres, y nombrar tres comisiones para ello, sin perjuicio de las informaciones que toman todos sus miembros; si los informes que recoge son desfavorables, el nombre del propuesto no vuelve a sonar en ella. En este caso, la negativa no puede tomarse como ofensiva por una sociedad que esta en el derecho de no recibir entre sus miembros a aquel que no posee lo que ella apetece y busca en sus nuevos hijos, Jesucristo busco doce discípulos a quienes hacer depositarios y propagadores de sus sublimes e imperecederas doctrinas, y se encontró un Judas. La masoneráa evita hasta donde le es posible introducir Judas que, como aquel vendan a su maestro por treinta dineros.
Los representantes de la Iglesia Católica, Apostólica Romana, siempre se han considerado enemigos de la Francmasonería, porque estiman contraria a sus ambiciones de dominio, mando y riquezas, a una asociación que, en la consecución de sus ideales, profesa y proclama el más absoluto respeto y tolerancia a todas las creencias religiosas.
En ocasiones y en determinados lugares, esta pugna deja de ser latente, para estallar en ataques tan virulentos por parte del clero, o de ignorantes, o de hipócritas, o de ambiciosos, que los Masones tienen la obligación y necesidad de sostener y defender de la manera más activa y efectiva, los principios de la Orden.