IGNACIO
MANUEL ALTAMIRANO (1834-1893)
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Ignacio
Manuel Altamirano (1834-1893), fundador del Supremo Consejo del
Gran Oriente de México |
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Ignacio Manuel Altamirano Basilio nacido en Tixtla (Estado de
Guerrero, México) en 1834 y fallecido en San Remo (Italia) en 1893,
fue un destacado político, maestro, soldado, periodista y literato
mexicano. Creció en el seno de una familia indígena -etnia de los
chontales. Su padre era alcalde de Tixtla y gozaba de una modesta
posición que le permitió asistir a la escuela a los catorce años,
aprendiendo a leer (castellano y náhuatl), escribir, aritmética,
historia etc…entre Toluca y su ciudad natal. Asistió con una beca al
Instituto Literario de Toluca en 1849. Se licenció en derecho en 1859
sin el título de abogado, en el Colegio de San Juan de Letrán. Como
político liberal participó en la Revolución de Ayutla contra el
general Santa Anna; combatió en diversas batallas de la Guerra de
Reforma (Cuernavaca o Tierra Blanca) y fue contrario a la invasión
francesa. Finalizada la contienda, Ignacio Manuel Altamirano se dedicó
a ejercer diversas profesiones libres (periodista, maestro). También
fue diputado en Cortes, diplomático, Procurador General de la
República, Presidente de la Suprema Corte, Oficial Mayor del
Ministerio de Fomento y cónsul en Barcelona y París.
A principios de 1870, Altamirano se inició en la Gran Logia
de Tixtla (Estado de Guerrero) y trabajó en el Rito Escocés Antiguo y
Aceptado, siendo Presidente del Supremo Consejo, Alfredo Chavero. En
1877 se desarrolla el Rito Nacional Mexicano, consolidándose poco
después como uno de los más practicados en la incipiente República. Se
trata de un rito de carácter nacionalista que convivió conjuntamente,
tras la firma de un concordato, con el rito Escocista. Altamirano fue
elegido el 11 de enero del 1878, Gran Maestro de la Gran Logia Valle
de México. Al poco tiempo, la Logia de Altamirano se sublevó contra el
Supremo Consejo Escocés, separándose finalmente del ritual europeo.
Ignacio Manuel Altamirano y otros miembros de la Orden se aglutinaron
en tres grandes logias simbólicas, que al unirse formaron La Gran
Logia Independiente de Estado Valle de México nº 1, constituida como
un Taller nacionalista e inmersa en ciertos valores escocistas. Se
consolidó públicamente como Orden el 31 de diciembre de 1878. En 1879,
Altamirano logró unir distintos miembros de treinta y nueve Logias
dependientes de la G. L. Valle de México; se intituló Soberano y Gran
Inspector General del Grado 33 y creó El Supremo Consejo del Gran
Oriente de los Estados Unidos Mexicanos diferenciando por ende, los
grados inferiores (1º-3º) de los superiores (4-33º).
En el Reglamento de la Logia de Altamirano publicado el 1
de enero de 1879 se acordaba:
“1º No solicitar la adhesión de ningún Cuerpo masónico
dependiente del Supremo Consejo de modo que no hay en la República una
sola Logia que pueda jactarse de haber sido invitada a secundar
nuestro movimiento. Hemos creído conveniente proceder así, para
impedir que muchos malos masones que llenan los talleres de otros
Orientes viniesen a nuestro lado cuando precisamente deseamos la
depuración y la regeneración de la Masonería Escocesa
2º No solicitar el reconocimiento de ningún cuerpo masónico
del Rito Escocés Antiguo y Aceptado que trabaje en otras naciones, de
modo que por esta razón no nos hemos puesto en relaciones oficiales
con ninguna Masonería extranjera. Nosotros creemos que el
reconocimiento de tales cuerpos, no da mayor o menor importancia á
nuestra organización bajo una ritualidad extranjera es esencialmente
nacional. Además no queríamos dar cuenta de nuestra existencia hasta
no verla consolidada suficientemente y por eso no hemos hecho publicar
hasta hoy una exposición de los motivos de nuestra separación del
Supremo Consejo con todo, por relaciones privadas podemos garantizar á
los Hermanos que dentro de poco seremos reconocidos solemnemente por
los Grandes Orientes de varios Cuerpos Masónicos del extranjero que no
esperan sino el nombramiento de nuestros garantes de amistad.
3º Organizar la Masonería Escocesa conforme á su verdadero
espíritu, constituyendo en un Gran Oriente formado por los diputados
de todos los grados y Cuerpos simbólicos como la Suprema
representación de todo el Cuerpo.
4º No podemos dar preferencia para la admisión de los
profanos á la posición pecuniaria sino a la aptitud intelectual y
moral, de modo que la virtud y el saber, ocupen en nuestra sociedad el
lugar que se merecen en una institución consagrada esencialmente á la
propaganda y al bien del género humano.
5º No rendir á los Hermanos los honores aristocráticos que
por las constituciones que regían hasta el año pasado se habían
decretado á si mismos, porque estos honores se prestan al ridículo,
humillan a los Hermanos de grados inferiores, é imponen un carácter
que es contrario a nuestro carácter republican y democrático, y dan a
la Masonería un carácter retrógrado, cuando al contrario, esta
institución por sus principios y tendencias, debe enseñar en sus
doctrinas y en sus costumbres, el dogma de la igualdad humana.
6º Considerar que los grados superiores como filosóficos
solamente sin más preeminencias que las que consisten en la posesión
de los secretos de los grados respectivos. De este modo, la Masonería
Escocesa se convertiría en un cuerpo gerárquico muy semejante á la
aristocracia nobiliaria ó todavía más, á la Iglesia Católica Romana
cuya organización será muy eficaz para mantener la unidad de un
pensamiento esencialmente despótico, pero no conviene de ningún modo á
la dignidad de los hombres libres que forman nuestra Asociación. Ni se
diga que precisamente para combatir instituciones despóticas con sus
mismos medios es establece una gerarquía semejante; pues el sistema
democrático está probado en todas partes y en nuestro mismo país, que
nada hay más eficaz para combatir el gobierno de uno solo, como dar el
gobierno á todos.
¡Curioso sería, por cierto, que para fundar la igualdad
republicana, se comenzase por establecer otra aristocracia ú otra
monarquía!
Así pues, entre nosotros los grados superiores no son más
que pasos en la senda de la enseñanza, ó recompensas por servicios
prestados, votos de confianza otorgados por los Hermanos de la
Asociación á sus Hermanos ameritados. Por otra parte, con este sistema
alejamos de nuestros templos á muchos profanos que no entran cuando en
nuestra Corporación, sino con el triste objeto de obtener por medio de
intrigas los grados superiores, para hacerse tributar risibles
homenajes de una grotesca veneración, ya que no han podido por su
falta de méritos obtener en la sociedad profana las distinciones que
se conceden al talento á los servicios y á la virtud.
7º No transigir con ninguna falta de inmoralidad pública o
privada cometida por un hermano; pero aún condecorándolo ó
expulsándolo de nuestro seno, prestarle los auxilios humanitarios que
estén á nuestro alcance, así como procurar su corrección y amparar á
su familia desvalida: si tal conducta es conforme con el cristianismo
más rigorista, mucho más lo es con el espíritu masónico que tiene por
culto la humanidad.
8º El pensamiento que forma el coronamiento de nuestro
programa es el secreto de nuestros grados superiores, pero nos bastará
decir que es relativo a la instrucción popular y á la religión, y que
de ningún modo tiene parte en él la política sino en principio
general” (publicado en Mateos, J. Mª, “Historias de la Masonería de
México desde 1806 hasta 1884”, 1884, Colección Digital UANL, Ciudad de
México, pp. 346-348).
Años más tarde, en 1884, Altamirano lideró alrededor de
ciento veinte logias, repartidas por todo el territorio nacional,
siendo reconocidas por diversas autoridades masónicas de diferentes
países (España, Rumanía, Túnez, Francia y Brasil). Publicó un
manifiesto que determinaba que ningún Hermano instalado en los altos
grados, fuera condecorado con honores aristocráticos. Así se
eliminaban los posibles prejuicios a los Hermanos de graduación
inferior. Esta idea la desarrolla Altamirano basándose en que el
Escocismo se había convertido en un sistema jerárquico análogo a la
Aristocracia nobiliaria o La Iglesia Católica. En conclusión,
Altamirano fue un disidente del Escocismo porfirista.
Al no compartir sus ideas con el gobierno imperante decidió
abandonar el país y realizar un viaje a Italia con su esposa viviendo
en San Remo, localidad en la que falleció en febrero de 1893.
Finalmente las autoridades gubernamentales trasladaron sus restos
mortales al Panteón de los Hombres Ilustres, sito en la capital
mexicana.
En el ámbito literario cultivó varios géneros literarios
publicando una notable producción contemplada en las siguientes obras:
Clemencia (1869); El Zarco, Antonia y Beatriz, (1869); Julia (1870);
Rimas (1880); Cuentos de invierno (1880) o Paisajes, tradiciones y
costumbres de México (1886). En sus obra defiende los valores
indigenistas y el progreso en los conceptos de Hombre y patria siendo
considerado una brillante figura de la Literatura mexicana.
Fuentes:
- Arguedas, L. (1993), “Ignacio Manuel
Altamirano”, Historia de la Literatura Hispano-americana, Luis Iñigo
Madrigal (coord.), vol. 2, pp. 193-201.
- Flores Cuautle, F. (2010)
“Desarrollo y crisis de la nación y de la literatura del siglo XIX en
México: Servando Teresa de Mier e Ignacio Manuel Altamirano”. Tesis
Doctoral inédita leída en Vanderbilt University, Nashville, Tennessee
(Estados Unidos), pp. 246.
- Girón Barthe, N. (2005) “Ignacio
Manuel Altamirano”, La República de las Letras, Belem Clarck de Lara,
Elisa Guerra (coord.), vol. 3, pp. 363-378.
- Mateos, J. Mª (2006) “Historias de
la Masonería en México desde 1806 hasta 1884”; Reeditado en Editorial
Herbasca, Ciudad de México, pp. 346-348.
Redactado por: Fernando Gil González
(UNED).
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