MUSEO VIRTUAL DE

 

HISTORIA DE LA MASONERÍA

 

    

FRANÇOIS ROFFIAEN (1820-1898)

  

Valles ubérrimos, cumbres heladas, arroyos serpenteantes: hoy igual que ayer, la obra de François Roffiaen significa no sólo un peregrinaje por las agrestes veredas alpinas sino también, y muy especialmente, la experiencia romántica de tales parajes, reflejo espiritual de los anhelos del alma.

François Roffiaen (1820-1898) con la banda del grado 33 y la medalla distintiva de la logia Les Vrais Amis de l'Union et du Progrès Réunis.

           
     

Hijo del tapicero Jean François Roffiaen y de Victoire Félicité Bocquet, Jean François Xaver Roffiaen nació en 1820, en la ciudad flamenca de Ypres, en el seno de una modesta familia de artesanos, obreros y pequeños comerciantes. Apenas había cumplido tres años de edad, cuando, quizá por razones económicas y familiares, el pequeño François fue a vivir con su tío abuelo paterno, Joseph-Louis-Augustin, el cual regentaba una tienda de libros en Namur. En esta ciudad, a la que siempre le ligarían felices recuerdos, cursó estudios secundarios en su Athénée local.

Comenzó entonces su andadura artística que estaría determinada por las enseñanzas de cuatro paisajistas, a cuál más reputado y romántico: Ferdinand Marinus (1808-1890), con el que estudió en la Academia de Pintura de Namur; François Bossuet (1798-1899), del que fue alumno en la Academia de Bellas Artes de Bruselas; Pierre-Louis Kühnen (1812-1877), cuyo taller, situado asimismo en la capital belga, frecuentó entre los años 1842 y 1845; y, finalmente, Alexandre Calame (1810-1864), con el que descubrió en Ginebra la grandeza del paisaje alpino entre 1846 y 1847.

Tras contraer matrimonio el 19 de noviembre de 1847, en Ixelles, con una señorita de Dinant, Éleonore Bodson, el joven pintor se estableció en Bruselas, donde comenzó a perfilar su propio lenguaje pictórico en un género a la sazón en boga: la montaña. En este sentido, la emancipación de la pintura paisajística había determinado que muchos pintores emprendieran la conquista de las cordilleras, ya fuera interpretándolas en un sentido poético, cuando no metafísico; ya fuera acercándose a ellas de modo más analítico y científico. En cualquier caso —como apunta Véronique Coomans Cardon—, la propia pintura de montaña se había ido imponiendo como un genero en sí mismo que, tratando de superar los tópicos decorativos, luchaba por expresar el sentimiento a un tiempo de admiración y respeto suscitado por el grandioso espectáculo de la naturaleza.

La proyección profesional de Roffiaen como vedutista tomó así cuerpo a lo largo de una serie de viajes por los alpes suizos, bávaros, austríacos y saboyanos, pero también por otros parajes, como los lagos de Escocia, a los que habría que añadir, por supuesto, aquellos de su Bélgica natal, como las espectaculares vistas de las riberas del río Mosa o los brezales de Limburgo. Deambulan por estas vistas ciertos personajes —barqueros, labriegos, pastores— y rebaños de animales domésticos —vacas, cabras— cuya ejecución, como era costumbre en la época, Roffiaen dejaba a la mano experta de otros compañeros especializados en tales pormenores: el holandés Johannes Hubertus Leonardus de Haas (1832-1908) y los belgas Adolf Alexander Dillens, (1821-1877), Théodore Gérard (1829-1902), Paul Van der Vin (1823-1877), François Van Leemputten (1850-1914) y Eugène Verboeckhoven (1799-1881).

Lago Lucerna, obra de Roffiaen (1855)

           
     

La búsqueda de prestigio y de una clientela adinerada llevó a Roffiaen, como a la mayoría de artistas de su época, a concurrir a numerosas exposiciones a las que asistió a lo largo de toda su carrera, tanto en Bélgica —los Salones Trienales de Amberes, Bruselas y Gante— como en Holanda —La Haya, Amsterdam, Rotterdam—; Alemania —Munich, Bremen—; Francia —París, Niza, Reims, El Havre—; etc. De la Exposición Universal de París de 1855 data, por ejemplo, una elogiosa crítica de la obra de Roffiaen en la que Eugène Jouve destacaba la calidad pictórica y bello colorido de las aguas límpidas, las imponentes montañas así como la vaporosa transparencia atmosférica, dulcificadora de los tonos y contornos de las cosas.

Entre los paisajes de Roffiaen deben mencionarse algunos especialmente notables, como Une vallée dans l'Oberland bernois, le matin (1848); Vue du Grütli au lac des Quatre Cantons (1857), cedida al museo local de Ypres en agradecimiento por el apoyo que le brindara en sus años de estudiante; Le Königsee dans la haute Bavière, au pied du Watzmann (1858); La gorge du Kesselbach près de Königsee (1863); La vallée de l'Aar (1873) y Le Mont Rose (1875, expuesta en Bruselas ese mismo año). En las décadas centrales del siglo XIX, su momento de máximo esplendor artístico, la demanda de sus obras traspasó las fronteras belgas y encontró acogida en Inglaterra —la reina Victoria se hallaba entre sus clientes— Estados Unidos e incluso lugares tan remotos como Persia, cuyo Sha también adquirió alguno de sus paisajes. No es de extrañar, pues, su nombramiento, en 1869, como caballero de la Orden de Leopoldo, la orden civil y militar más importante de Bélgica y que debe su nombre al rey Leopoldo I.

Roffiaen enviudó en 1854 de su primera esposa; cuatro años después contraería segundas nupcias en Lovaina el 14 de octubre de 1858 con Marie-Anne Tilly que le dio un hijo al que pusieron por nombre Héctor (1859-1895).

     

Medalla distintiva de la logia Les Vrais Amis de l'Union et du Progrès Réunis que aúna diferentes símbolos de las dos logias que la precedieron: Les Vrais Amis de l'Union y Les Amis du Progrès: un compás abierto en un ángulo de sesenta grados; en el vértice superior la letra G; en uno de los bastones, la palabra “Union”, en el otro “Progrès”; debajo la máxima “Vis Unita Fortior”; en el centro, la locomotora, y sobre ésta, dos manos que se estrechan.

 
           

Coincidiendo precisamente con el fallecimiento de su primera esposa, quién sabe si para consolarse de tal pérdida, Roffiaen fue iniciado en el seno de Les Vrais Amis de l’Union et du Progrès Réunis. A pesar de que a lo largo del s. XIX se viera obligada en numerosas ocasiones a abatir columnas, esta logia es considerada como una de las más antiguas de Bélgica y ostenta el número 4 en el cuadro del Gran Oriente de Bélgica. Taller directamente heredero de la masonería del s. XVIII,  se constituyó a partir de la fusión, acaecida  precisamente ese mismo año de 1854, de la logia Les Vrais Amis de l'Union, fundada en Bruselas, en 1782, con una logia hermana más joven fundada también en Bruselas, en 1838: Les Amis du Progrès. Les Vrais Amis de l’Union et du Progrès Réunis estuvo asimismo vinculada a otra de las logias belgas de mayor importancia y más dilatada existencia, Les Amis Philanthropes, hasta el punto de que los miembros de estos dos talleres asistían indistintamente a las tenidas celebradas en uno u otro.

En su obra antimasónica L'ennemie sociale, Paul Rosen nos informa de que, a finales del s. XIX (inmediatamente antes, pues, de la adquisición de su soberbio templo de la rue de Laeken), la logia de Les Vrais Amis de l’Union et du Progrès Réunis estaba radicada en el domicilio de Vasimiras de Niolun, en el número 20 de la rue du Marché aux Poulets, en Bruselas. Sabemos que este taller promovió la enseñanza laica para sustraer a las mujeres y a los niños de una enervante educación moral que les alejaba de la existencia racional. Además, se ocupó de otras cuestiones, como la inmortalidad del alma; el trabajo infantil en las minas; la estructura del universo, la pluralidad de mundos, la ciencia desde el punto de vista de la filosofía positiva y la polémica colonización del Congo belga, como atestigua la publicación de La Question du Congo, en Bruselas, en 1885.

Reclutados tanto en Bruselas como lejos de la capital, entre sus miembros destacan políticos, como el senador del partido liberal Joseph Van Schoor (1806-1895); el abogado Jean Raikem (1787-1875); el ministro de Justicia, Jules Bara (1835-1900); el diputado y juez en el Tribunal de Comercio de Bruselas, Antoine Dansaert (1818-1890); el magistrado Eugène Defacqz (1797-1871); los burgomaestres de Bruselas, André Napoléon Fontainas (1807-1863) y Émile de Mot (1835-1909); militares, como el ministro de la Guerra, el general Bruno Renard (1804-1879); médicos, como André Dieudonné Trumper (1794-1874); arquitectos, como Ernest Allard (1840-1874) y Henri van Dievoet (1869-1931); escultores, como Charles Samuel (1862-1938); músicos, como Adrien-François Servais (1807-1866) y el insigne violinista y compositor Henri Vieuxtemps, (1820-1881); escritores, como el creador de Till Eulenspiegel, Charles de Coster (1827-1879); o historiadores, como Alphonse Guillaume Ghislain Wauters (1817-1898).

François Roffiaen alcanzó el grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Perteneció al cuadro de los Grandes Inspectores generales del Supremo Consejo de Bélgica y ostentó los cargos de Gran Maestro de Ceremonias (durante veintiocho años) y de representante del Supremo Consejo de Italia. Entre los acontecimientos masónicos en que tomó parte, cabe recordar el ofrecimiento, como homenaje, en 1883, de uno de sus cuadros al presidente de Venezuela, el general y masón Antonio Guzmán Blanco (1829-1899).

De esta época se conserva un retrato de Roffiaen en que luce diversas condecoraciones masónicas; vemos a un caballero maduro de frente despejada, mirada limpia y una distinción natural que trasciende esa elegancia prestada de los estudios fotográficos de antaño; amén de los distintivos del grado 33, ostenta, colgante de una escarapela, la medalla de Les Vrais Amis de l'Union et du Progrès Réunis que aúna diferentes símbolos de las dos logias que la precedieron: Les Vrais Amis de l'Union y Les Amis du Progrès: un compás abierto en un ángulo de sesenta grados; en el vértice superior la letra G; en uno de los bastones, la palabra “Union”, en el otro “Progrès”; debajo la máxima “Vis Unita Fortior”; en el centro, la locomotora, y sobre ésta, dos manos que se estrechan.

Resulta obligado recordar que, paralelamente a su currículo artístico y a esta trayectoria masónica, Roffiaen desarrolló una interesante actividad científica en el estudio de los moluscos y ello hasta el punto de que —junto a Joseph Colbeau, Firmin de Malzine, Egide Fologne, Henri Lambotte, Alexandre Seghers y Joseph Weyers— fundara en 1863 la Sociedad Malacológica de Bruselas. Entre sus aportaciones en este terreno se encuentran la construcción de un cochlearium, dedicado a la cría y observación de moluscos, la invención instrumental para la extracción de estos invertebrados de su concha, la publicación de varias monografías —entre otras, Notes conchyoliogiques; Mollusques terrestres; Essais pour obtenir les Helix scalariformes; Coquilles recueillies à Hastière et à Chimay— así como el que dos especies recibieran su nombre: un caracol, el Planorbis Roffiaeni, y un fósil, la Cyprina Roffiaeni.

         
           

François Roffiaen murió en Ixelles, cerca de Bruselas, en 1898. Pese al considerable éxito social y profesional del que gozó en vida, terminó siendo acusado por la crítica artística de cierto amaneramiento estilístico, de una pérdida de creatividad que derivaba en la autoimitación, en la repetición ad nauseam de ciertas fórmulas aprendidas y aceptadas por un público superficial y acomodaticio. La defensa que algunos especialistas como Gustave Lagye (1843-1908) hicieron de sus paisajes, poniendo en valor su meticulosidad fotográfica, refinamiento formal y elegante perspectiva, no impidió que la fortuna crítica de Roffiaen conociera un fuerte declive que se agudizó con la intransigencia vanguardista propia del siglo XX. Relegadas al olvido, cuando no al desprecio, sus creaciones se tuvieron desde entonces por el testimonio de un arte académico, relamido y decadente. Quienes, sin parar mientes en cuanto derribaban, antepusieron la inmediatez a la reflexión, el plein air a las obras maduradas en el estudio, pasaron por alto el valor plástico pero también moral de un artista que, sin duda, merece una mayor consideración.

Merced al renovado interés por el arte decimonónico que se registra desde la década de 1970, así como a la paciente y minuciosa labor investigadora de autores como Luc Hiernaux, la obra de Roffiaen ha gozado recientemente de cierta rehabilitación y ello hasta el punto de que se le hayan dedicado exposiciones monográficas, como la celebrada en el Museo Municipal de su villa natal de Ypres entre 1998 y 1999.

Pasado, pues, el inevitable purgatorio del relevo generacional de la crítica, la obra de Roffiaen  disfruta de una renovada estima. Sus vedutti, entretanto, no han perdido un ápice de ese ansia de infinitud que el artista experimentara en comunión con el medio natural, de ese misticismo que comparten con las composiciones de otro masón egregio como es Franz Liszt. La contemplativa grandilocuencia del paisaje, mero entretenimiento de salón burgués, alarde de virtuosismo para pasmo de coleccionistas y dilettanti, trasciende así la materia pictórica y, por mor de tal transformación, deviene en plegaria, en atalaya frente a la inmortalidad, en testimonio de la naturaleza divina del espíritu humano.  

Pelayo Jardón

Profesor Tutor de la UNED

BIBLIOGRAFÍA Y ENLACES DE INTERÉS:

-Guédy, T., Dictionaire des peinters anciens et contemporaines, Paris, Imprimerie Deplanche,  1882, p. 171.

-Jouve, E., Lettres sur l'Exposition Universelle de 1855, Lyon, Imprimerie de V. Mougin-Rusand, 1855, p. 535.

-Hiernaux, L., “François-Xavier Roffiaen, membre fondateur et ancien président de la Société malacologique de Belgique (1820-1898)” en Annales de la Société royale zoologique de Belgique, Bruxelles, La Société, 1989, vol. 119, pp. 223–226.

-Hiernaux, L., "Meuse et pays mosan dans la vie et dans l'oeuvre de François-Xavier Roffiaen", en Annales de la Société archéologique de Namur, Namur,  La Société, 1990, vol. 66, pp. 299–328.

-Hiernaux, L., “François Roffiaen (1820-1898). L'homme et l'œuvre”, en LVe Congrès de la Fédération des Cercles d’Archéologie et d’Histoire de Belgique. 8e Congrès de l’Association des Cercles francophones d’Histoire et d’Archéologie de Belgique. Namur, du 28 au 31 août 2008,  Namur, Presses universitaires de Namur & Société archéologique de Namur, 2011, vol. 3, pp. 753–769.

-VV. AA., Le Romantisme en Belgique. Entre réalités, rêves et souvenirs (exposition), Bruxelles, Ed. Racines, 2005.

-VV. AA. (J. Tyssens, dir.), Les Trésors du Temple. Le Musée belge de la Franc-maçonnerie, Bruxelles, Fonds Mercator et le Musée belge de la Franc-maçonnerie, 2006, pp. 18, 20 y 21.

 -http://es.wikipedia.org/wiki/Fran%C3%A7ois_Roffiaen

-http://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Fran%C3%A7ois_Roffiaen

-http://fr.wikipedia.org/wiki/Les_Vrais_Amis_de_l'union_et_du_progr%C3%A8s_r%C3%A9unis

 

 

        
  

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