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JUAN LUNA Y
NOVICIO ( 1857-1899)
El pintor Juan Luna y Novicio
(1857-1899) fue miembro de la logia "La Solidaridad" nº 3 del Gran
Oriente español. |
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Una de las
sensaciones de la temporada artística española de 1884 fue
Spoliarium, obra presentada por el pintor Juan Luna y Novicio
a la Exposición Nacional de Bellas Artes. Su popularidad fue
propalada por toda suerte de corifeos que alabaron el desparpajo
técnico del autor y, más aún, la profunda veracidad de su
perspectiva histórica. Frente a la frívola autocomplacencia de
otros cuadros que, evocadores de la Antigüedad clásica, no hacían
sino reincidir en un pintoresquismo de salón —véanse, por ejemplo,
los lienzos de Jean-Léon Gérôme—, Juan Luna había descubierto sin
ambages la cara oculta y menos amable de la decadencia romana: la
iniquidad gratuita, la crueldad de aquellos que, arrogándose la
condición de ombligo de la civilización, se encenagaban en la
tortura de sus semejantes como fuente de placer. Conocíase por
spoliarium una dependencia del anfiteatro romano destinada a
depositar los restos de las fieras y hombres que morían en la
arena del circo; allí se despojaba a los gladiadores de sus armas
y vestiduras. Juan Luna lo mostró en el momento preciso en que se
arrastraban los cadáveres de los mirmillones, uno de ellos
envuelto en la red de su adversario, al tiempo en que unos
esclavos portaban los tridentes de los reciarios... El rechazo
humanitario ante el sufrimiento ajeno, la espectacularidad y
destreza de su puesta en escena, le valieron a Juan Luna una
primera medalla y las loas de destacadas personalidades, como el
escritor José Rizal.
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Spoliarum, oleo de Juan Luna y
Novicio (1884) |
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El
laureado pintor había nacido veintisiete años antes en
Filipinas,
en la región septentrional de Ilocos Norte. Era el tercer hijo de
Joaquín Luna de San Pedro y Posadas y Laureana Novicio y Ancheta,
ambos originarios de la ciudad de Badoc.
Tras
el traslado de la familia a Manila en 1861, Juan Luna se matriculó
en su Ateneo Municipal, donde obtuvo el Bachillerato en Artes.
Posteriormente se enroló en la Escuela Naval para estudiar
pilotaje. No obstante su futuro profesional no había de orientarse
a la Marina sino a la Pintura. A los consejos de su propio hermano
Manuel, añadió las lecciones de arte y dibujo que tomó con el
ilustre pintor Lorenzo Guerrero. Asimismo se inscribió en la
Academia de Bellas Artes de Manila, donde fue discípulo del
profesor español Agustín Sáez. El Gobierno Filipino le concedió
entonces una pensión para ampliar sus estudios en Europa.
En
1877 viajó a España en compañía de su hermano Manuel. En Madrid,
entró en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde
simpatizó con Eduardo Rosales y con Alejo Vera, el cual le invitó
a acompañarle a Italia. Tuvo así Luna la oportunidad de entrar en
contacto con las obras maestras del Renacimiento, así como de
trabar amistad con los pintores españoles afincados en Roma. De
esos años datan obras de temática italiana —En Venecia,
Un Ciocciaro— y, muy destacablemente, algunas inspiradas en la
iconografía de la Antigüedad clásica, como La alegre belleza,
inspirada en Los Últimos Días de Pompeya, de
Bulwer-Lytton; La esclava negra; Daphnis y Chloe,
premiada en Manila; y La muerte de Cleopatra, que obtuvo
una segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, de
1881.
Galardones y homenajes se sucederían desde entonces. En 1883 se le
concedió la encomienda de Isabel La Católica. Y el año siguiente,
como queda dicho, llegó la primera medalla, por Spoliarium.
Si la libertad y amplitud de su pincelada nos recuerda a Rosales;
lo vigoroso de su trazo evoca el estilo dramático, valiente e
impulsivo de Eugène Delacroix. A caballo entre el realismo y un
academicismo tardorromántico de ribetes esteticistas, Juan Luna
fue uno de los primeros artistas filipinos que gozó de fama
internacional.
En
1884 se trasladó a París donde, junto con el pintor, también
filipino, Félix Resurrección Hidalgo, abrió un estudio.
Fueron años de
halagüeñas perspectivas en el terreno artístico, político y
personal.
En
1886 presentó sus obras en el Salon de París, donde obtuvo una
medalla de tercera clase. Y el 8 de diciembre de ese mismo año
contrajo matrimonio con María de la Paz Pardo de Tavera,
procedente de una distinguida y acaudalada familia criolla
filipina, de la que se había prendado apasionadamente. Es sabido
que, con ocasión del enlace, la pareja viajó a Venecia y a Roma y
que se estableció en la capital francesa, donde tuvieron un hijo,
al cual pusieron por nombre Andrés, y una hija —Bibi— que murió en
la infancia.
La batalla de Lepanto, tercera
medalla en la Exposición universal de Barcelona de 1888 |
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El
año siguiente terminó otra de sus obras más celebradas, La
batalla de Lepanto, trabajo encargado por el Senado y que
obtuvo una tercera medalla en la Exposición Universal de Barcelona
de 1888. No es de extrañar que tales éxitos llevaran a las
autoridades filipinas a encargarle una serie de obras que versaran
sobre la historia de La Perla de Oriente, como Alegoría
de España y de las Islas Filipinas, obra en la que Luna recreó
la ceremonia del pacto de sangre entre Datu Sikatuna, uno de los
rajás de la isla de Bohol, y el conquistador español Miguel López
de Legazpi.
De
1891 data el envío de Héroes anónimos al Salón del Campo de
Marte de París. Empero, la intencionalidad política de algunas de
estas obras de temática histórica o alegórica no habían de pasar
desapercibidas para el Gobierno español. Así ocurrió en 1892
cuando presentó Pueblos y Reyes, polémico trabajo
presentado a la Exposición Nacional de Bellas Artes —y
posteriormente expuesto en Barcelona— que, pese al aplauso de la
mayoría de sus colegas, le llevó a ganarse la animadversión de las
autoridades.
La carga
ideológica de algunas de estas obras, el carácter decididamente
progresista del ideario del artista, así como su posicionamiento
en el proceso independentista filipino, bien pueden ser puestos en
relación con su pertenencia a la masonería. En efecto, Juan Luna
estuvo vinculado a una logia integrada por diversos personajes
filipinos: La Solidaridad, n.º 53, del Gran Oriente
Español.
Según ha
estudiado Manuel Adán Guanter, el germen de esta logia se halla en
una reunión celebrada el 9 de diciembre de 1889 en el domicilio
madrileño del líder filipino y posterior fundador del Katipunan,
Marcelo Hilario del Pilar. En dicha reunión, parte de los miembros
que habían formado La Solidaridad en Cataluña, decidieron
reconstituir en Madrid esta logia, a la sazón durmiente, para
acoger a los filipinos recién llegados a España. Pocos días
después, el 14 de diciembre de 1889, el Gran Consejo, por medio de
un decreto expedido por Miguel Morayta, admitió en el seno del
Gran Oriente Español la logia reconstituida, a la cual se le dio
el número de registro 53. La tenida de instalación del taller se
celebró el 21 de mayo de 1890, con Julio Llorente, como venerable
maestro, y la presencia de Miguel Morayta, en su calidad de gran
maestre. A comienzos del año siguiente, la logia estaba compuesta
por 15 miembros, todos filipinos, de cuyo origen dan fe algunos de
sus nombres simbólicos, tomados de aquellos rajás tagalos
históricamente memorables por su oposición a la dominación
española: el citado Marcelo Hilario del Pilar, Kupang;
Mariano Ponce, Kalipulako; Galicano Apacible, Lanatán;
etc.
El carácter
nacionalista de esta logia lo acredita su estrecha relación con el
quincenario del mismo nombre, órgano de expresión del movimiento
filipino, publicado en Barcelona y, desde su n.º 19, en Madrid.
Dirigido por el destacado filipinista Graciano López Jaena, el
objeto de la revista era impulsar cambios políticos y
administrativos para el archipiélago. Este fin queda asimismo
acreditado por una plancha enviada a todas las logias del Gran
Oriente Español, en la cual manifestábanse ciertos ideales
políticos: un buen gobierno y administración para Filipinas, así
como el derecho de representación en Cortes que sustituyera la
omnipotencia de la cual gozaban el Ministro de Ultramar y el
Gobernador General de las islas.
Con el objetivo
de cohesionar la sociedad filipina así como de propagar las
enseñanzas de la masonería, Marcelo del Pilar obtuvo de Miguel
Morayta el permiso para fundar logias en el archipiélago. Un
hermano de Juan Luna, el farmaceútico Antonio Luna, y el
lexicógrafo Pedro Serrano Laktaw fueron elegidos para llevar a
término tal empresa.
No obstante
Pedro Serrano Laktaw viajó solo a Filipinas, toda vez que Antonio
Luna optó por trasladarse a París, donde, bajo los auspicios de
La Solidaridad, n.º 53,
fundó un triángulo masónico
junto con Trinidad Pardo de Tavera y el médico Ariston
Bautista y Lin.
Muy probablemente, el propio Juan Luna, y otros filipinos, como
Félix Pardo de Tavera y Osmundo Evangelista, fueron allí iniciados
en la masonería.
De la relación del pintor con estos círculos masónicos quedan
además interesantes testimonios como los retratos al óleo que
realizó del gran maestre, Miguel Morayta, así como de otro masón
filipino, el ya mencionado médico y escritor José Rizal.
La vida
jalonada de esperanzas de la que hasta entonces gozara Juan Luna,
había de truncarse por un destino trágico digno de la pluma de
Enrique Pérez Escrich. En efecto, su matrimonio con la gentil y
altanera Paz Pardo de Tavera había derivado en frecuentes reyertas
a causa, tanto de las diferencias étnicas y sociales que a la
sazón separaban a mestizos e indígenas, como, sobre todo, y muy
especialmente, de los celos. Luna frecuentemente acusaba a Paz de
infidelidades con otros hombres y, amén de maltratarla
físicamente, la amenazaba de muerte para el caso de que la
descubriera con otro hombre. Pese a que habían tratado de
restaurar la armonía conyugal, sus dos hermanos, los citados
Trinidad y Félix Pardo de Tavera, así como su madre, Dña. Juliana
Gorricho, llegaron a la conclusión de que la única salida para
evitar el maltrato a que Paz estaba siendo sometida era el
divorcio.
Las causas del
fatal desenlace, difieren según las fuentes. Según los Pardo de
Tavera, Juan Luna estaba fuera de sí ante la inminente perspectiva
de la separación y el divorcio que Paz le presentaba. Juan Luna
aseveró, empero, que había sorprendido a Paz en un meublé
de la rue Monthabor, en compañía de un hombre de negocios
cubano apellidado Dussacq, al que había conocido la dama en los
baños de Mont Doré. Convencido del adulterio, Luna había desafiado
a Dussacq; el duelo, sin embargo, no había llegado a verificarse y
—siempre según la versión de Luna— Paz había confesado su delito,
comprometiéndose a salir de París con su marido, momento en el
cual la enajenación había llevado a éste a consumar el crimen
pasional.
Con
independencia del verdadero móvil que lo animara, el caso fue que
el 23 de septiembre de 1892, tras una violenta discusión y
valiéndose de un revólver, Juan Luna efectuó varios disparos en el
domicilio conyugal de la rue Pergolèse: a su cuñado Félix,
al que hirió en el pecho; a su suegra, que murió en el acto; y a
su mujer que, a consecuencia del impacto de bala que recibió en la
cabeza, acabaría falleciendo el 8 de octubre de ese mismo año.
El pintor fue
arrestado por la policía y acusado de asesinato. El sensacional
proceso atrajo la atención de la prensa de la época. Luna fue
defendido por uno de los más afamados criminalistas, Albert Danet
(1846-1909) y protagonizó escenas melodramáticas que le valieron
la simpatía de la sala; los testigos afirmaron su dulzura de
carácter y confirmaron las infidelidades que sufría por parte de
su esposa. Así las cosas, el 8 de febrero de 1893 fue absuelto de
tal cargo por mor de la indulgencia con que a la sazón se juzgaba
a los uxoricidas presuntamente burlados. No obstante, se le
condenó a abonar a sus dos cuñados, Trinidad y Félix Pardo de
Tavera, la cantidad de 1.651,83 francos en concepto de
indemnización.
Cinco días
después abandonó Francia y viajó a España con su hermano Antonio y
su hijo Andrés. A su vuelta a Madrid,
La Solidaridad n.º 53
celebró el 11 de marzo de 1893 una tenida en su honor,
posiblemente para apoyarle en tan duros momentos, a la que
asistieron unos doscientos masones. Ya para
entonces los trabajos de esta logia habían favorecido
un auge notable de la masonería en La Perla de Oriente. De
ello da fe el nombramiento remitido por esta logia, el 2 de abril
de 1894, de los miembros del taller como representantes de las
logias filipinas del Gran Oriente Español y adheridas al Gran
Consejo Regional de Filipinas, para el Convento anual de la
obediencia, documento por el cual sabemos que el número de logias
en las islas ascendía a
trece.
No obstante, a medida que fue aumentando la tensión
independentista en Filipinas, el
Gobierno español comenzó a perseguir la masonería. Muchos masones
—acusados indiscriminadamente de insurrectos— pagaron un alto
precio por su condición con el arresto, la cárcel o el exilio.
Todas las logias constituidas en el archipiélago cesaron sus
trabajos. Carecemos a este respecto de documentación acerca de
La Solidaridad n.º 35, probablemente porque —como aduce Manuel
Adán Guanter— muchos de sus miembros no estaban ya en la península
y se habían pasado a la causa revolucionaria.
El propio Juan
Luna se hallaba en Filipinas durante la revuelta que siguió al
Grito de Balintawak, de 23 de julio de 1896. Por su relación con
tal rebelión armada fue detenido, junto a su hermano Antonio, el
16 de septiembre. Su prisión en el calabozo del cuartel de
caballería de Manila, no le impidió, sin embargo, continuar
trabajando en la pintura, como atestigua la posterior
reproducción de algunas de estas obras en La Ilustración
Artística.
Gracias al
indulto concedido por las Cortes españolas el 27 de mayo de 1897,
salió de prisión y regresó a España. En 1898 fue enviado por el
comité revolucionario filipino a París y, tras la firma del
tratado en esta ciudad, a Washington, para negociar el
reconocimiento internacional de la nueva república. Sin embargo,
la noticia del asesinato de su hermano Antonio a manos de las
tropas del General Emilio Aguinaldo, le obligó a regresar a Manila
en diciembre de 1899. Allí, el día 7 de ese mismo mes, murió a
consecuencia de un ataque al corazón, posiblemente provocado por
un envenenamiento.
Sus restos
mortales fueron enterrados en Hong-Kong, si bien, décadas más
tarde, y por voluntad de su hijo Andrés, fueron exhumados y
trasladados a un nicho en la cripta de la iglesia barroca de San
Agustín de Manila.
Dr. Pelayo
Jardón
Profesor Tutor
de la UNED
Bibliografía y
enlaces de interés:
-Adán Guanter,
M., “Una logia de filipinos en Madrid, "Solidaridad", n.º 53
(1887-1895)”, en VV.AA. (Ferrer
Benimeli, J.A., coord.), La masonería en la España del
siglo XIX, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de
Educación y Cultura, 1987, pp. 471-480.
-González López, C., y Martí Ayxelá, M.,
Spanish
painters in Rome 1850-1900,
SAMMER, Barcelona, 1988, p. 262.
-González López,
C., y Martí Ayxelá,
M., Spanish painters in Paris 1850-1900, SAMMER,
Barcelona, 1989, p. 271.
-Ortiz de Andres,
M.ª A., Masonería y democracia en el siglo XIX., Madrid,
Universidad Pontificia de Comillas, 1993, p. 276.
-Mélida,
J.R. “Apuntes arqueológicos referentes al cuadro Spoliarium”, en
El Día, Madrid, domingo, 8 de junio de 1884, p. 3.
-“Exposición de
Bellas Artes. El Spoliarium”, en Las Dominicales del Libre
Pensamiento, Madrid, domingo, 29 de junio de 1884, pp. 3-4.
-“El proceso
Luna Novicio”, en La Iberia, Madrid, miércoles, 8 de
febrero de 1893, p. 1.
-“El proceso
Luna”, en La Época, Madrid, miércoles, 8 de febrero de
1893, p. 2.
-La
Ilustración Artística, Barcelona, 6 de agosto de 1900, p. 8.
-Boletin
Oficial del Grande Oriente Español, Madrid, 26 de septiembre
de 1912, p. 175.
-http://en.wikipedia.org/wiki/Juan_Luna
-http://www.philippinemasonry.org/philippine-masonry-from-barcelona-to-manila-1889-1896.html
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