EL HOMBRE MODERNO ANTE LAS
INICIACIONES TRADICIONALES
Mircea Eliade en la India en 1930 |
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El hombre moderno no cuenta
con ninguna iniciación de tipo tradicional. Existen ciertos temas iniciáticos que sobreviven en el cristianismo; pero las diversas
denominaciones cristianas no los consideran como poseedores de valores
iniciáticos. Los rituales, imaginería y terminología tomados de los
misterios de la antigüedad tardía han perdido su aura iniciática;
durante quince siglos formaron una parte integral del simbolismo y
ceremonial de la Iglesia.
Eso no significa que no hayan
existido, ni que no sigan existiendo, pequeños grupos que intenten
revivir el significado "esotérico" de las instituciones de la Iglesia
católica. El intento del escritor J. K. Huysmans es el más conocido,
pero no el único. Esos esfuerzos no han encontrado casi respuesta
fuera de los círculos restringidos de escritores y ocultistas
aficionados. Es cierto que durante los últimos treinta años, más o
menos, las autoridades católicas han mostrado mucho interés en
imágenes, símbolos y mitos. Pero se debe sobre todo al reavivamiento
del movimiento litúrgico, al renovado interés en la patrología griega
y a la cada vez mayor importancia concedida a la experiencia mística.
Ninguna de esas tendencias fue iniciada por un grupo esotérico. Por el
contrario, resulta evidente que la Iglesia de Roma tiene el mismo
deseo que las Iglesias protestantes de vivir en la historia y de
preparar a sus seguidores para enfrentarse a los problemas de la
historia contemporánea. Aunque muchos sacerdotes católicos se muestran
hoy en día más interesados en el estudio de los símbolos que hace
treinta años, no es en el sentido en que Huysmans y sus amigos
insistían, sino a fin de entender mejor las dificultades y crisis de
sus feligreses. Ésa es la misma razón por la que tantos clérigos de
las diversas denominaciones cristianas estudian y aplican el
psicoanálisis.
Sin duda, hoy en día existe
un número considerable de sectas ocultas, sociedades secretas, grupos pseudoiniciáticos, movimientos herméticos o neoespiritualistas, y
otros por el estilo. La Sociedad Teosófica, la antroposofía, el
neovedantismo, y el neo-budismo no son sino las expresiones más
conocidas de un fenómeno cultural que tiene lugar en todo el mundo
occidental. No se trata de un fenómeno nuevo.
El único movimiento “secreto”
que exhibe una cierta consistencia ideológica, que ya cuenta con una
historia y que disfruta de prestigio social y político es la
francmasonería. El resto de las supuestas organizaciones son, en su
mayor parte, recientes e improvisaciones híbridas y su interés es
primordialmente sociológico y psicológico; ilustran la desorientación
de una parte del mundo moderno, el deseo de hallar un sustituto de la
fe religiosa. También ilustran la indómita inclinación hacia los
misterios, lo oculto, el más allá..., una inclinación que es parte
integral del ser humano y que puede hallarse en todas las épocas y en
todos los niveles culturales.
No todas las organizaciones
secretas, y esotéricas del mundo moderno incluyen ritos de entrada o
ceremonias de iniciación. La iniciación suele reducirse a la
instrucción obtenida de un libro (el número de libros y publicaciones iniciáticas que aparecen en el mundo es sorprendente). En cuanto a los
grupos ocultistas que requieren de una iniciación formal, lo poco que
se sabe de ellos demuestra que sus "ritos" son, o bien puras
invenciones, o que están inspirados en ciertos libros que
supuestamente contienen preciadas revelaciones concernientes a las
iniciaciones de la antigüedad. Con frecuencia, esos llamados ritos
iniciáticos denotan una pobreza espiritual deplorable. El hecho de que
quienes los practican los consideren medios infalibles para alcanzar
una gnosis suprema demuestra hasta qué punto el hombre moderno ha
perdido todo sentido de lo que significa una iniciación tradicional.
Pero el éxito de estas empresas también prueba una profunda necesidad
humana de regeneración, de participación en
la vida del espíritu. Desde un punto de vista, las sectas y grupos pseudoiniciáticos realizan una función positiva, ya que ayudan al
hombre moderno a hallar un significado espiritual a su existencia
drásticamente desacralizada. Un psicólogo podría incluso decir que la
extremada falsedad de esos pretendidos ritos iniciáticos es de escasa
importancia, ya que el hecho importante sería que la psique profunda
del participante recupera un cierto equilibrio a través de ellos.
Los temas iniciáticos
permanecen vivos sobre todo en el inconsciente del hombre moderno. Esa
opinión viene confirmada no sólo por el simbolismo iniciático de
ciertas creaciones artísticas -poemas, novelas, obras plásticas,
películas-, sino también por su aceptación pública. Una aceptación tan
masiva y espontánea demuestra, me parece a mí, que, en lo profundo de
su ser, el hombre moderno sigue siendo capaz de dejarse impresionar
por escenarios o mensajes iniciáticos. Es posible encontrar temas
iniciáticos incluso en la terminología utilizada para interpretar
dichas obras. Por ejemplo, tal o cual libro o película se diría que
redescubre los mitos y pruebas del héroe en busca de la inmortalidad,
que toca el misterio de la redención del mundo, para revelar los
secretos de la regeneración a través de la mujer o el amor, y otras
cosas por el estilo.
No resulta sorprendente que
los críticos se muestren cada vez más atraídos por las implicaciones
religiosas y, sobre todo, por el simbolismo iniciático de las obras
literarias modernas. La literatura juega una parte importante en la
civilización contemporánea. El mismo leer, como distracción y escape
del presente histórico, constituye uno de los rasgos característicos
del hombre moderno. Por ello no sólo es natural que el hombre moderno
busque satisfacer sus necesidades religiosas suprimidas o
inadecuadamente satisfechas, mediante la lectura de ciertos libros
que, aunque en apariencia "seculares", de hecho contienen ciertas
figuras mitológicas camufladas como personajes contemporáneos y que
ofrecen escenarios iniciáticos bajo la apariencia de sucesos
cotidianos.
La iniciación reside en el
núcleo de cualquier vida humana genuina. Y eso es así por dos razones.
La primera es que cualquier vida humana genuina implica crisis
profundas, ordalías, sufrimiento, pérdida y reconquista del yo,
"muerte y resurrección". La segunda es que, sea cual sea el grado de
satisfacción que le haya reportado, en un cierto momento todo hombre
considera su vida como un fracaso. Esta visión no surge de un
enjuiciamiento moral acerca de su pasado, sino de la turbia sensación
de que ha errado en su vocación; que ha traicionado lo mejor que había
en él. En esos momentos de total crisis, sólo una esperanza parece
ofrecer una salida: la esperanza de empezar a vivir de nuevo. Eso
significa, en pocas palabras, que el hombre que experimenta dicha
crisis sueña con una vida nueva, regenerada, totalmente realizada y
significativa. Eso es diferente y bastante más que el oscuro deseo de
toda alma humana de renovarse a sí misma periódicamente, de igual
manera que se renueva el cosmos. La esperanza y el sueño de esos
momentos de total crisis es obtener una renovado total y definitiva,
una renovación capaz de transmutar la vida. Una renovación así es el
resultado de toda conversión religiosa auténtica y genuina.
Pero las conversiones
genuinas y definitivas resultan comparativamente escasas en las
sociedades modernas. Para nosotros resulta muy significativo que
incluso, a veces, los hombres no religiosos, en lo profundo de su ser,
sientan el deseo de este tipo de transformación espiritual, que en
otras culturas constituye el auténtico objetivo de la iniciación. No
nos compete a nosotros determinar hasta qué punto las iniciaciones
tradicionales satisfacían sus promesas. El hecho que nos importa es
que proclamaban su intención y afirmaban contar con los medios para
transmutar la vida humana. La nostalgia de una renovación iniciática
que surge de manera esporádica desde lo más profundo del hombre
moderno no religioso nos parece muy significativa. Da la impresión de
representar la formulación moderna del eterno anhelo del hombre por
hallar un significado positivo a la muerte, por aceptar la muerte como
un rito de paso hacia un modo de ser más elevado. Si podemos afirmar
que la iniciación constituye una dimensión específica de la existencia
humana, es sobre todo porque sólo en la iniciación se otorga un valor
positivo a la muerte. La muerte prepara el nuevo nacimiento netamente
espiritual, un acceso a un modo de ser no sujeto a la acción
destructora del tiempo.
Fuente: Mircea Eliade, Epílogo a “Birth and Rebirth”, traducido al español
como “Nacimiento y renacimiento; el significado de la iniciación en la
cultura humana” y también “Iniciaciones Místicas”.
Mircea Eliade
Mircea Eliade (Bucarest, Rumania, 9 de marzo 1907 - Chicago,
Estados Unidos, 22 de abril 1986) fue un filósofo e historiador de las
religiones. Hablaba y escribía con corrección en ocho lenguas: rumano,
francés, alemán, italiano, inglés, hebreo, persa, y sánscrito. Formó
parte del Círculo Eranos fundado por C. JG. Jung.
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Mircea Eliade y Karl Gustav Jung en
Ascona en 1952 |
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Estudió
el bachillerato en Bucarest y posteriormente Filosofía en la misma
ciudad, licenciándose con un estudio sobre la filosofía en el
Renacimiento italiano, para lo que viajó a Italia y entró en contacto
con Giuseppe Tucci, quien le puso en contacto con el que sería su gran
mentor, Surendranath Dasgupta; se trasladó a la India y estudió la
lengua, el pensamiento y la tradición religiosa del hinduismo. De 1932
a 1940 enseñó en Bucarest. En 1940 se le nombró agregado cultural de
la embajada de Rumania en Londres y posteriormente en Lisboa. En 1946
se desplazó a París, donde llegó a ser profesor de la École Pratique
des Hautes Études hasta 1957, año en que se le nombró catedrático de
historia de las religiones en la Universidad de Chicago, donde enseñó
hasta su muerte, acaecida en el año 1986.
Su
formación como historiador y filósofo lo llevó a profundizar en mitos,
sueños y visiones, escribiendo sobre el misticismo y el éxtasis. En la
India, estudió el yoga y leyó directamente en sánscrito textos
clásicos del hinduismo que no habían sido traducidos a lenguas
occidentales.
Bibliografía
Historia de las
religiones y simbología:
Historia de las
creencias y las ideas religiosas:
Volumen I: De
la edad de piedra a los misterios de Eleusis
Volumen II: De
Gautama Buda al triunfo del cristianismo
Volumen III:
De Mahoma a la era de las Reformas
Volumen IV:
Desde la época de los descubrimientos hasta nuestros días
Una nueva
filosofía de la luna
Metodología de la
historia de las religiones
El chamanismo y
las técnicas arcaicas del éxtasis
Tratado de
historia de las religiones. Morfología y dialéctica de lo sagrado
Bajo el signo de
Zalmoxis
Dioses, Diosas y
Mitos de la Creación:
Volumen I: De
los primitivos al zen
Volumen II: El
hombre y lo sagrado
Volumen III:
La muerte, la vida después de la muerte y la escatología
Volumen IV: De
brujos, adivinos y profetas
Diccionario de las
religiones
La isla de
Eutanasius
Fragmentarium
Erotismo místico
en la India
El Yoga.
Inmortalidad y libertad
Herreros y
alquimistas
Mefistófeles y el
andrógino
Nacimiento y
renacimiento
Mitos, sueños y
misterios
Aspectos del mito
Técnicas del yoga
El vuelo mágico
El mito del eterno
retorno
Imágenes y
símbolos
Mito y realidad
La búsqueda.
Historia y sentido de las religiones
Lo sagrado y lo
profano
Ocultismo,
brujería y modas culturales
La India
Cosmología y
alquimia babilónicas
Alquimia asiática
Patañjali y el
yoga
Escritos
Autobiográficos
Diario
(1945-1969)
Diario Portugués
(1941-1945)
Diario íntimo de
la India (1929-1931)
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