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LAS TENDENCIAS ESPIRITUALISTAS Y
RACIONALISTAS EN LA MASONERÍA
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Oleo de Caspar David Driedrich
(1774-1840) |
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Con estas dos frases se
sintetizan las tendencias básicas sobre el concepto y finalidad
del simbolismo y ritualismo en masonería; la espiritualista y la
racionalista. De un lado, el caballero masón André-Michel de
Ramsay (1686-1743), el 16 de abril de 1737 dirigía una carta al
marqués de Caumont, escribiendo entre otras cosas: «Nuestros
símbolos alegóricos, nuestros más antiguos jeroglíficos y nuestros
sagrados misterios enseñan tres clases de deberes a esos tres
distintos grados de nuestros iniciados. A los primeros (los
Aprendices), las virtudes morales y filantrópicas; a los segundos
(los Compañeros), las virtudes heroicas e intelectuales; a los
últimos (los Maestros), las virtudes sobrehumanas y divinas». Años
más tarde, otro masón, el conde Joseph de Maistre (1754-1821)
envió en junio de 1782 una Memoria al duque de Brunswich:
«Es inconcebible el influjo que las formas y aparato de las
ceremonias pueden llegar atener hasta en los hombres más
equilibrados, impresionándolos y sirviendo para mantenerlos en
orden (…) Pero, por no hablar sino de nosotros, treinta o cuarenta
personas silenciosamente dispuestas a lo largo de las paredes de
un recinto tapizado de negro o de verde, distinguiéndose entre sí
por atuendos singulares y hablando sólo con permiso, razonarán
sabiamente sobre cualquier tema que se les proponga» (reeditada:
Joseph de Maistre, La
Franc-maçonnerie. Mémoire au duc de Brunswick,
París, 1925, pp. 87-88).
También la francmasonería
del siglo XIX estuvo marcada por dos grandes corrientes
ideológicas; la espiritualista y la racionalista. Ejemplo de la
primera fue la obra publicada en 1820 en París con el título de
Manuel maçconique y el subtítulo de Tuileur desdivers rites
de Maçonnerie pratiqués en France; de Claude-André Vuillaume
(1766-1833). Para Vuillaume el simbolismo masónico era un vestigio
de las iniciaciones en los misterios antiguos, Egipto, Grecia,
Roma y la India.
Hacia 1860 el conflicto
entre masones espiritualistas y deístas, por un lado, y masones
racionalistas y laicos, por otro, daría lugar a «la disputa sobre
el Gran Arquitecto del Universo». En 1877, el Gran Oriente de
Francia suprimió de sus Constituciones la obligación de creer en
la existencia de Dios y en la inmortalidad del alma; con esto se
derivaba no hacia el ateísmo, sino hacia el librepensamiento. La
corriente racionalista, se caracterizaba por una interpretación
positivista que veía en el simbolismo algo accesorio.
Peyorativamente atribuía a esa palabra un segundo sentido, aún más
revelador de la depreciación del simbolismo por parte de la
escuela positivista: «Manía de explicarlo todo mediante símbolos».
En Bélgica, frente a esta
corriente progresista empezó a dejarse sentir, como reacción, una
tendencia «tradicionalista» que deseaba mantener el simbolismo
existente. El conde Eugène Goblet d´Alviella (1846-1925) fue su
principal representante; titular de la primera cátedra de historia
de las religiones en la Universidad Libre de Bruselas, fue autor
de La migration des symboles (París, E. Leroux, 1891;
reimpr. en Bruselas, Louis Musin, 1983).
En el marco del teísmo
anglosajón, es decir, el de Inglaterra y los Estados Unidos en el
siglo XIX, el simbolismo masónico se percibía como ilustración de
una moral natural cuya razón de ser estribaba en el reconocimiento
de un Dios creador del mundo. El simbolismo es revelación de lo
divino y sostén de la práctica de una moral natural resumida en el
Decálogo. Orientaciones similares aparecen en las obras del pastor
anglicano George Oliver (1782-1867), Antiquities of Freemasonry
(1823) y Book of the Lodge (1856), en las de Chalmers I.
Paton, autor en la entonces nueva revista Ars Quatuor
Coronatorum, (Chalmers I. Paton, Freemasonry, its Symbolism,
Religious Nature, and Law of Perfection, Londres, Reeves and
Turner, 1873) y en los estudios del historiador inglés robert
Freke Gould (1836-1915), uno de los fundadores de la logia de
investigaciones Quatuor Coronati y autor de History of
Freemasonry.
A comienzos del siglo XX, un
sector del Gran Oriente de Francia desdeña el simbolismo.
Actualmente esta actitud va superándose cada vez más y se rechaza
ya la oposición entre simbolismo y racionalismo auque se desconfía
de un simbolismo con excesivo matiz religioso, dogmático o
místico. Por su parte, la Gran Logia de Francia no quiere dar al
simbolismo masónico una interpretación oficial. Por el contrario,
en la Gran Logia Nacional Francesa, única reconocida por la Gran
Logia Unida de Inglaterra,
no se rechazan las consideraciones esotéricas y religiosas y se
recurre a referencias sobre todo cristianas o vinculadas a los
orígenes operativos.
En la Gran Logia de
Bélgica, el símbolo se concibe como un elemento orientado a una
espiritualidad esotérica que prolonga la tradición plurisecular de
las iniciaciones.
En Holanda, en 1905,
varios hermanos del Gran Oriente de los Países Bajos tomaron la
iniciativa de fundar una Asociación Masónica para el Estudio de
los Símbolos y Rituales. El artículo primero de su reglamento
rezaba así: «La Asociación reside en La Haya y tiene por objeto
investigar sistemáticamente y aclarar el significado de los
símbolos y rituales de la francmasonería». A partir de 1905, la
Asociación publicó una revista bimestral intitulada De
Vrijmetselaar («El Francmasón»).
En este sentido, la
masonería se opone al materialismo y al agnosticismo en cuanto que
trata de facilitar el acercamiento a Dios, en un contexto sagrado.
Incluso aun cuando los masones ingleses y norteamericanos definan
la masonería como un «sistema de moralidad velado en la alegoría e
ilustrado por símbolos», en tal contexto, los símbolos reciben
interpretaciones ya morales, ya estrictamente religiosas, en las
cuales no hay lugar para el agnosticismo y menos todavía para el
ateismo.
Mención especial merece
la renovadora obra de René Guénon por su influencia en diversas
obediencias y logias A su juicio, el símbolo constituye un
lenguaje universal y a la vez específico para expresar verdades
iniciáticas y metafísicas.
Conclusión
1.
Los masones del siglo XVIII daban al simbolismo el valor de
un lenguaje sagrado. Poco a poco el simbolismo masónico se
secularizó, desvalorización que proseguiría durante el siglo XIX a
impulsos del positivismo racionalista hasta alcanzar su punto
culminante a principios del siglo XX para después ceder, gracias a
diversas reacciones y a causa de los estudios sobre simbolismo.
2.
A partir de la segunda mitad de nuestro siglo, lograron
encontrar una vía media, la de la coexistencia de varias
corrientes, a veces diametralmente opuestas.
3.
Desde el punto de vista de la historia del simbolismo
masónico, la masonería anglosajona siguió un camino poco
accidentado y de notable continuidad, muy al contrario de la
masonería continental.
Extractado de: Luc Nefontaine (Universidad Libre de Bruselas),
“Historia del simbolismo masónico”, en J. A. Ferrer Benimeli
(coord.), La masonería española entre Europa y América, VI
Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española,
Zaragoza, 1995, vol. II, pp. 757-768.
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