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LA BÚSQUEDA DE LA PALABRA PERDIDA
Es sabido que en casi todas las tradiciones se alude a algo
perdido o desaparecido que, sean cuales sean las formas con las
que se lo simboliza, tiene en el fondo siempre el mismo
significado; es ante todo la pérdida del estado primordial (del
"Paraíso terrenal"), y también, por una consecuencia inmediata, la
pérdida de la tradición correspondiente, pues dicha tradición no
era sino el propio conocimiento, implícito esencialmente a la
posesión de ese estado. Lo que en un principio se había perdido
fue sustituido por algo que, en la medida de lo posible, debía
tomar su lugar, lo cual a su vez se perdió, creando la necesidad
de nuevas sustituciones.
Según diversas tradiciones, lo que está perdido no está
representado solamente por una copa sagrada (es decir, por el
Grial o por alguno de sus equivalentes), sino también por su
contenido, que no es en el fondo sino la "bebida de la
inmortalidad", cuya posesión constituye esencialmente uno de los
privilegios del estado primordial. Por eso se dice que el soma
védico, a partir de cierta época, vino a desconocerse, lo que
obligó a su reemplazo por otra bebida que era tan sólo una imagen
del mismo. Entre los persas, en cambio, para quienes el haoma
es el equivalente del soma hindú, la segunda pérdida es
mencionada expresamente: se dice que el haoma blanco podía
únicamente recogerse sobre el Alborj, es decir, sobre la
montaña polar, que representa la sede primordial; después fue
reemplazado por el haoma amarillo, del mismo modo que, en
la región donde se asentaron los antepasados de los persas, hubo
otro Alborj, que era sólo una imagen del primero. Más
tarde, este haoma amarillo se perdió a su vez, y no quedó
de él más que el recuerdo. Recordemos al respecto que, en otras
tradiciones, el vino es también un sustitutivo de la "bebida de la
inmortalidad", es considerado generalmente como un símbolo de la
doctrina escondida o reservada, es decir, del conocimiento
esotérico e iniciático.
De manera general, toda tradición tiene normalmente como medio de
expresión una determinada lengua, que por tal motivo adquiere el
carácter de lengua sagrada; si esta tradición desaparece, es
natural que al mismo tiempo se pierda la lengua correspondiente;
incluso si aún subsistiera exteriormente algo de la misma, se
trataría solamente de una especie de "cuerpo muerto". En ciertos
casos, en lugar de la pérdida de una lengua se habla solamente de
la pérdida de una palabra, por ejemplo, de un nombre divino, que
caracteriza a una determinada tradición y que de alguna manera la
representa sintéticamente. La sustitución por un nuevo nombre
señalaría entonces el paso de una tradición a otra. Otras veces,
en cambio, se pretende aludir a "pérdidas" parciales producidas en
ciertos momentos críticos durante la vida de una misma forma
tradicional: cuando tales "pérdidas" fueron compensadas con la
sustitución por algo equivalente, ello significa que las
circunstancias había exigido una readaptación de la tradición
considerada. En el caso contrario, las pérdidas indican un
empobrecimiento más o menos grave de la tradición que no pudo
remediarse con posterioridad. Por citar un ejemplo conocido,
citaremos el caso de la tradición hebrea, en la que se dan,
precisamente, los dos casos indicados: tras la cautividad de
Babilonia, la antigua escritura perdida debió ser sustituida por
una readaptación. Por otra parte, durante la destrucción del
Templo de Jerusalén y la dispersión del pueblo judío, se perdió la
pronunciación verdadera del nombre tetragramático. Si bien fue
sustituido por otro nombre, el de Adonaï, éste nunca fue
considerado como el equivalente real de aquel que ya no se sabía
pronunciar. En efecto, la transmisión regular de la pronunciación
del principal nombre divino, ha-Shem o el Nombre por
excelencia, estaba vinculada esencialmente a la continuidad del
sacerdocio, cuyas funciones sólo podían ser ejercidas en el Templo
de Jerusalén. Desaparecido el Templo, la tradición hebrea quedó
inevitablemente incompleta.
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Aunque el
Templo está destruido, la cripta (corazón) permanece intacta |
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Para remediar esta pérdida y la consecuente búsqueda de lo que se
ha perdido o, como se decía en el Medioevo, la "demanda", la
iniciación, en sus primeros estadios, los que corresponden a los
pequeños "misterios", tiene efectivamente como finalidad esencial
la restauración del estado primordial. Es por otra parte necesario
señalar que, al igual que la pérdida se produjo en realidad
gradualmente y por etapas sucesivas, así también la búsqueda
deberá desarrollarse gradualmente, recorriendo en sentido inverso
las mismas etapas, es decir, remontando en cierta forma el curso
del ciclo histórico de la humanidad, de un estado a otro anterior,
hasta llegar al estado primordial. A estas etapas podrán
naturalmente corresponder otros tantos grados de iniciación a los
"pequeños misterios". Es por otra parte evidente que todo aquello
que puede comunicarse exteriormente no podría ser con toda
seguridad la "palabra perdida", sino nada más que un símbolo de la
misma, siempre más o menos inadecuado, como lo es toda expresión
de las verdades trascendentes.
En las iniciaciones occidentales hay por lo menos dos ejemplos muy
conocidos de la búsqueda de la cuestión (lo que no quiere decir
que hayan sido siempre efectivamente comprendidos por quienes
hablaron de ellos): la "demanda del Grial" en las iniciaciones
caballerescas de la Edad Media y la "búsqueda de la palabra
perdida" en la iniciación masónica, y ambas pueden ser
consideradas como casos típicos de las dos formas de simbolismo
que hemos indicado. La misma "Tabla Redonda" no es en definitiva
sino un "sustituto", puesto que, aunque su destino sea recibir el
Grial, éste nunca llega a manifestarse efectivamente.
Si pasamos a considerar la "palabra perdida" y su búsqueda en
la Masonería,
lo primero que debemos indicar a este respecto es que el grado de
Maestro, tal como es practicado en
la Craft Masonry,
insiste en la "pérdida de la palabra", que se presenta como una
consecuencia de la muerte de Hiram. Pero la "palabra sagrada" del
grado es claramente una "palabra sustituta" de una especie muy
particular: ha sido deformada de muy diferentes maneras hasta el
punto de llegar a ser irreconocible. Pero, si se restituye a dicha
palabra su forma correcta descubrimos que la palabra en cuestión
no es sino una pregunta, y la respuesta sería la verdadera
"palabra sagrada" o la "palabra perdida", es decir, el verdadero
nombre del Gran Arquitecto del Universo.
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Diploma del Arco Real; el maestro
masón desciende por la sumidad de la bóveda buscando la palabra
perdida |
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Hay algunos grados masónicos que ofrecen una "palabra
reencontrada", lo que parece implicar la culminación de la
búsqueda; pero, en realidad, esta "palabra reencontrada" es
siempre una nueva "palabra sustituta", y es fácil comprender que
no pueda ser de otro modo, ya que la verdadera "palabra" es
rigurosamente incomunicable. Así es en particular con respecto al
grado del Royal Arch, el único que debe ser considerado
como estrictamente masónico, hablando con propiedad, y cuyo origen
operativo directo no ofrece duda alguna; de alguna manera es el
complemento normal del grado de Maestro, con una perspectiva
abierta a los "grandes misterios". El término que representa en
este grado la "palabra reencontrada" se presenta, como muchos
otros, bajo una forma muy alterada, lo que ha dado lugar a varias
suposiciones en cuanto a su significado; pero, según la
interpretación más autorizada y plausible, se trata en realidad de
una palabra compuesta, formada por la reunión de tres nombres
divinos pertenecientes a tres tradiciones diferentes. Hay aquí al
menos una indicación interesante desde dos puntos de vista: en
primer lugar, esto implica evidentemente que la "palabra perdida"
es considerada como constituyendo un nombre divino; después, la
asociación de estos diferentes nombres no puede explicarse de otro
modo que como una afirmación implícita de la unidad fundamental de
todas las formas tradicionales.
Por otra parte, ¿cómo es posible que la "pérdida de la palabra" se
presente como una consecuencia de la muerte de Hiram, cuando,
según la leyenda, había otros que igualmente la poseían? El
problema puede plantearse con más precisión de la manera
siguiente: en la época de la construcción del Templo, la "palabra"
de los Maestros estaba, según la leyenda del grado, en posesión de
tres personajes que tenían el poder de comunicarla: Salomón, Hiram,
rey de Tiro, e Hiram-Abi; admitido esto, ¿cómo puede bastar la
muerte de este último para causar la pérdida de la "palabra"? La
respuesta es que, para comunicarla regularmente y en forma ritual,
se necesitaba el concurso de los "tres primeros Grandes Maestros",
de tal manera que la ausencia o desaparición de uno sólo de ellos
hacía imposible esta comunicación, así como es imposible formar un
triángulo si no es con tres ángulos. En efecto, una Logia
operativa no puede abrirse sin el concurso de tres Maestros,
provistos de tres varillas cuyas longitudes están respectivamente
en relación con los números 3, 4 y 5; y solamente a partir del
momento en que estas tres varillas han sido aproximadas y
dispuestas en forma tal de conformar el triángulo rectángulo
pitagórico es cuando puede tener lugar la apertura de los
trabajos. Dicho esto, es fácil comprender que, de forma similar,
una palabra sagrada pueda estar compuesta de tres partes, tales
como tres sílabas, no pudiendo cada una de las cuales ser
pronunciada más que por uno de los tres Maestros, de manera que, a
falta de uno de ellos, tanto la palabra como el triángulo
quedarían incompletos, y nada válido podría realizarse.
En cuanto a la palabra sagrada que sólo puede ser comunicada por
el concurso de tres personas, es muy significativo que justamente
este carácter se verifique en la palabra que, en el grado del
Royal Arch, se considera representante de la "palabra
reencontrada", y cuya comunicación regular no es efectivamente
posible más que de esta forma. Las tres personas de que se trata
forman entre sí un triángulo, y las tres partes de la palabra que
son entonces las tres sílabas correspondientes a otros tantos
nombres divinos de diferentes tradiciones, "pasan" sucesivamente,
si así puede decirse, de uno a otro de los lados del triángulo,
hasta que la palabra sea completamente "justa y perfecta". Aunque
en realidad no se trate aquí sino de otra "palabra sustituta", el
hecho de que el Royal Arch sea, en cuanto a su filiación
operativa, el más "auténtico” de todos los grados superiores,
otorga a esta forma de comunicación una importancia innegable que
confirma la interpretación de lo que a este respecto permanece
oscuro en el simbolismo del grado de Maestro, tal como actualmente
es practicado.
Otro punto que debemos considerar es el siguiente: la mayoría de
las veces la "palabra perdida" es asimilada al Nombre
tetragramático, en concordancia con el simbolismo hebraico. El
Tetragrama pudo perfectamente haber sido en cierto sentido una
"palabra sustituta", ya que pertenece propiamente a la revelación
mosaica. En el exoterismo hebreo, la palabra que sustituye al
Tetragrama que ya no se sabe pronunciar, es otro nombre divino,
Adonaï, que igualmente está formado por cuatro letras, pero
que se considera menos esencial. Hay en todo esto una especie de
resignación ante una pérdida considerada irreparable, que se trata
de remediar. A propósito de ello, añadiremos todavía una
observación sobre el Tetragrama hebreo: puesto que éste es uno de
los nombres divinos más frecuentemente asimilados a la "palabra
perdida"; la forma Jehová, si bien no puede ser considerada
como la verdadera pronunciación del Nombre, que ya nadie conoce,
la representa al menos mucho mejor al constar de tres sílabas (y
su misma antigüedad, en cuanto transcripción aproximativa en las
lenguas occidentales, podría ya por sí misma dejarlo entrever) que
la forma Yahvé, puramente engañosa e inventada por los
exégetas y los "críticos" modernos, y que, no poseyendo más que
dos sílabas, resulta evidentemente inapropiada para una
transmisión ritual como ésta de la que estamos hablando.
Extractado de: René Guénon, artículo publicado originalmente en
Études Traditionnelles, julio-diciembre de 1948 y reproducido
en René Guénon, Estudios sobre
la Masonería y el Compañerazgo.
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