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LA REALIZACIÓN
ESPIRITUAL Y EL CONOCIMIENTO
No hay conocimiento verdadero sino en tanto que implica una
identificación del sujeto con el objeto, o, si se prefiere
considerar la relación en sentido inverso, una asimilación del
objeto por el sujeto (tomamos los términos de «sujeto» y de
«objeto» para designar respectivamente «el que conoce » y «lo que
es conocido») y en la medida precisa en la que implica
efectivamente una tal identificación o una tal asimilación, cuyos
grados de realización constituyen, por consecuencia, los grados
del conocimiento mismo. Por consiguiente, a pesar de todas las
discusiones filosóficas, por lo demás más o menos ociosas, a las
que este punto ha podido dar lugar, debemos decir ahora que todo
conocimiento verdadero y efectivo es inmediato, y que un
conocimiento mediato no puede tener más que un valor puramente
simbólico y representativo.
En cuanto al conocimiento que ha quedado puramente teórico, es
evidente que no podría equivaler de ninguna manera a una tal
realización, y, al no ser una aprehensión inmediata de su objeto,
no puede tener, como ya lo hemos dicho, más que un valor
completamente simbólico; pero por eso no constituye menos una
preparación indispensable a la adquisición de ese conocimiento
efectivo por el que, y únicamente por el que, se opera la
realización del ser total.
Debemos insistir sobre esta realización del ser por el
conocimiento, ya que es completamente extraña a las concepciones
occidentales modernas, que no van más allá del conocimiento
teórico, o más exactamente de una débil parte de éste, y que
oponen artificialmente el «conocer» al «ser», como si no fueran
las dos caras inseparables de una sola y misma realidad; no puede
haber metafísica verdadera para quienquiera que no comprende
verdaderamente que el ser se realiza por el conocimiento, y que no
puede realizarse sino de esta manera. La doctrina metafísica pura
no tiene que preocuparse, por poco que sea, de todas las «teorías
del conocimiento» que elabora tan penosamente la filosofía
moderna; en esos intentos de substitución del conocimiento por una
«teoría del conocimiento», puede verse incluso una verdadera
confesión de impotencia, aunque ciertamente inconsciente, por
parte de esta filosofía, tan completamente ignorante de toda
posibilidad de realización efectiva.
Extractado de: René Guénon, Los estados múltiples del Ser,
capítulo XV.
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