MANUEL AZAÑA (1880-1940)
(16 de diciembre de 1931 al 12 de
junio de 1933; 12 de junio al 12 de septiembre de 1933; 19 de febrero
al 7 de abril de 1936 y 7 de abril al 13 de mayo de 1936)
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Manuel
Azaña (1880-1940) iniciado en 1932. Ministro y Presidente del
Gobierno |
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Manuel Azaña Díaz (Alcalá de Henares, 10 de enero de 1880 - Montauban,
Francia, 3 de noviembre de 1940) se licenció en derecho por la
Universidad de Zaragoza en 1898. Desde 1899 formaba parte como de la
Academia de Jurisprudencia, donde participaba activamente en diversos
debates. En 1900 ingresó también en el Ateneo de Madrid. En 1910
obtiene por concurso oposición una plaza del Cuerpo Técnico de
Letrados del Ministerio de Gracia y Justicia. Fue galardonado con un
Premio Nacional de Literatura en 1926 por La vida de don Juan
Valera, aunque su obra más conocida es el diálogo La velada en
Benicarló. Sus Diarios son uno de los documentos más importantes
para el conocimiento del momento histórico en el que vivió.
El hecho de que Azaña ingresara en la
masonería cuando era Presidente de Gobierno le convierte
anecdóticamente en el primer jefe de Gobierno español que ingresó en
la masonería en pleno ejercicio de su cargo.
Azaña repitió, siendo masón, en la
Presidencia del Gobierno cuatro veces: 16 de diciembre de 1931-12 de
junio de 1933, 12 de junio-12 de septiembre de 1933, 19 de febrero-7
de abril de 1936 y 7 de abril- 13 de mayo de 1936, para luego pasar a
ser presidente de la República del 11 de mayo de 1936 al 27 de febrero
de 1939. Pero, de todos los jefes de Gobierno que en España fueron
masones, el menos masón fue Azaña.
La caída de la dictadura del general
Primo de Rivera y la constitución del Gobierno fueron saludadas por
los masones españoles, tras siete años de dominio militar. Al año
siguiente (1931) se dedicaron artículos de felicitación por la recién
instaurada República. El Gran Oriente Español imitando la política que
en el siglo XIX, con ocasión de la Primera República, ya siguió la
masonería española al nombrar Grandes Maestres a políticos destacados
(como Ruiz Zorrilla, Sagasta, Romero Ortiz, Manuel Becerra, etc.),
eligieron como grandes dignatarios a tres ministros (Diego Martínez
Barrio, ministro de Comunicaciones y Gran Maestre del Gran Oriente
Español; Marcelino Domingo, ministro de Instrucción Pública y primer
vicepresidente del Gran Oriente Español; y Fernando de los Ríos,
ministro de Justicia), al gobernador civil de Madrid, Emilio Palomo
(Gran Orador del GOE), al alcalde de Madrid, Pedro Rico López; a diez
diputados a Cortes; a un magistrado; al director general de 1ª
Enseñanza, Rodolfo Llopis (2º vicepresidente del GOE), etc.
En el primer Gobierno de la República,
de un total de once miembros, seis eran masones, pues aparte de los ya
citados, también lo eran Alejandro Lerroux, ministro de Estado, Álvaro
de Albornoz, ministro de Fomento y Santiago Casares Quiroga, ministro
de Marina. En estas circunstancias, no es de extrañar que se intentara
captar a algún ministro más. Éste es el caso de Manuel Azaña, ministro
de la Guerra, quien fue iniciado en la masonería unos meses más tarde,
concretamente el 2 de marzo de 1932, adoptando el nombre simbólico de
Plutarco. Para entonces, si bien mantenía la cartera de la
Guerra, era ya presidente del Gobierno.
El que el Gran Maestre del Gran
Oriente Español no estuviera presente en la iniciación de Manuel Azaña,
que era el jefe de Gobierno y ministro de la Guerra, es bastante
sintomático de que algo no funcionaba bien. Síntoma del poco interés
que la masonería suscitaba en ese momento en Azaña y que tampoco
despertó después, fue que no volvió a pisar ninguna logia, ni pasó del
grado entonces recibido, es decir el 1º o de aprendiz. El mismo Gil
Robles no llegó a entender el porqué de la iniciación de Azaña en la
masonería.
En todo caso, los sucesos de
CasasViejas fueron aprovechados para atacar a Azaña y al régimen,
metiendo de por medio a la masonería. Es curioso cómo con vistas a las
elecciones de febrero de 1936 se presenta a Azaña como la gallina
sabia que se dispone a empollar una serie de huevos que representan
todo lo que de malo podía imaginar él. Estos huevos son: la masonería,
la anarquía, el separatismo, el pillaje y el socialismo. Y este es
solo un ejemplo de los muchos que podrían darse. Pero el paso de Azaña
por la masonería fue en su vida tan anecdótico como circunstancial.
Extractado de: José Antonio Ferrer Benimeli, Jefes de Gobierno
Masones. España 1868-1936, Madrid, 2007. pp.195-206.
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