JEAN-ÉTIENNE-MARIE
PORTALlS (1746-1807)
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Jean-Étienne-Marie Portalis
(1746-1807) considerado el «Padre del
Código Civil francés», fue presidente (Venerable) de la logia “Les
Arts et l'Amitié” de Aix-en-Provence |
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Considerado el «Padre del Código Civil
francés», Jean-Étienne-Marie Portalis nació el 1 de abril de 1746 en
Beausset, un pueblecito del departamento de Var, en
la Baja Provenza,
en el seno de una familia de la vieja burguesía relacionada con la
práctica del Derecho. Su infancia transcurrió en La Cadiere; inició su
educación en el colegio que los padres del Oratorio (educadores
tradicionalmente cartesianos) dirigían en Tolón, luego en Marsella y,
posteriormente, ingresó en la Facultad
de Derecho de Aix, en la que su padre era profesor de Derecho
canónico, y donde él se licenció en 1765. Después de un breve período
de preparación en el bufete de De Colonia, abogado de cierto renombre
y también profesor de Derecho en Aix, ejercerció la profesión de
abogado hasta 1790, interviniendo en algunos de los más importantes o
llamativos asuntos de la época: en 1771, como abogado del conde de la Blanche,
en el proceso contra Beaumarchais, y también en el de la familia
Marignane contra Mirabeau, al que tildará de «mal hijo, mal esposo,
mal padre, mal ciudadano, un sujeto peligroso».
En esta
etapa sale a la escena pública y brillará por su elocuencia con motivo
de un dictamen (publicado en 1770) que le había sido solicitado por el
duque de Choiseul, a la sazón primer ministro, sobre la eficacia de
los matrimonios de protestantes en Francia, en el que se pronunciará a
favor de la validez de estos matrimonios con independencia de su
consagración religiosa. Este dictamen mereció los elogios de Voltaire,
y contribuyó a que años más tarde se promulgase un edicto de 28 de
noviembre de 1787 en virtud del cual se reconocía el estado civil de
los protestantes. Elegido asesor de la ciudad de Aix, participará en
la administración de la Provenza. En
1782, como diputado, defenderá los intereses de su provincia en París.
Iniciado
en el Gran Oriente de Francia, llegaría a ser presidente (venerable)
de la logia “Les Arts et l'Amitié” de Aix-en-Provence.
Detenido
el 31 de diciembre de 1793 permanecerá internado en una casa de salud
de la calle de Charone (llamada casa del doctor Belhomme), gozando de
un estatuto en cierto modo privilegiado gracias a la mediación de
Desvieux, que presidía uno de los tribunales civiles de París.
Liberado en 1794, ejerce su profesión de abogado en París y rechaza
una oferta de la Convención
para formar parte del Tribunal de Casación.
En
octubre de 1795, Portalis es elegido miembro del Consejo de los
Ancianos (Conseil des Anciens), una de las dos Asambleas que entonces
formaban el Cuerpo legislativo (la otra era el Consejo de los
Quinientos), de la que llegó a ser presidente en julio de 1796 (Mathieu-Dumas
será su secretario), como sucesor de Tronchet. Fue el orador más
eminente de los realistas «constitucionales». Pronunció diversos
discursos que le otorgaron celebridad al criticar «el espíritu
revolucionario»: «el afán exaltado de sacrificar violentamente todos
los derechos a un fin político, y de no admitir otra consideración que
la de un misterioso y variable interés de Estado». Ya en esta época (a
los cincuenta años) padecía de cataratas, estaba casi ciego, y casi no
podía leer ni escribir; sin embargo, conservaba una memoria tan
prodigiosa que ni siquiera sus más inmediatos colaboradores detectaron
el verdadero alcance de su dolencia.
Con
ocasión de las elecciones del año V se coloca al frente del Partido
Constitucional (de monárquicos moderados), el cual se encontraba entre
las dos facciones rivales formadas por los convencionales y los
realistas. Este activismo político y la oposición que Portalis había
demostrado hacia el Directorio, darán lugar a que sea considerado como
enemigo cuando tuvo lugar el golpe de Estado de 4 de septiembre de
1797. Un decreto del 4 de septiembre de 1797 condena a Portalis a ser
desterrado, por lo que ante el temor de ser deportado a la Guayana opta
por el camino del exilio, acompañado de su hijo mayor. El peregrinaje
transcurriría por Alemania y Suiza, donde entró en relación con los
intelectuales de la época (Goethe, Lavater, Mallet du Pan, Narbonne,
Suard, Jacobi), que influyeron decisivamente en su formación y en la
evolución de su pensamiento. Trabajó entonces en la famosa obra De
l' usage et de l' abus de l'esprit philosophique durant le XVIII
siécle en la que presenta un panorama de la historia del
pensamiento definiéndolo como «un espíritu de libertad, de indagación
y de luz». No se le permitirá regresar a Francia hasta finales del año
1799.
El 3 de
abril de 1800, Napoleón le nombra comisario del Gobierno en el
Tribunal de apresamientos (Conseil des prises). Más tarde, el 18 de
agosto de 1800, será designado miembro de la comisión de redacción del
Código Civil, junto con Tronchet, Bigot de Préameneu y Maleville, en
la que también intervinieron en las discusiones Cambacéres (entonces
segundo cónsul, cargo que le impedía formar parte de la comisión de
redacción), el consejero de Estado Trailhard y el mismo Napoleón.
Portalis representaba la tradición romanista. El 22 de septiembre
siguiente es designado consejero de Estado, adscrito a la sección de
legislación. La comisión trabajará con rapidez y en menos de cuatro
meses (el 20 de enero de 1801) remite al Gobierno el Proyecto de
Código Civil. A este proyecto le precedía el famoso Discurso
Preliminar, firmado por los cuatro miembros de la Comisión,
pero que, en realidad, era obra exclusiva de Portalis y ha sido
considerado, por todos, como una verdadera antología del pensamiento
jurídico que se mantiene perenne.
Este
discurso comienza con una breve historia de la idea de la codificación
encaminada a justificar cómo había sido imposible bajo el Antiguo
Régimen, cuando «Francia no era más que una sociedad de sociedades», y
durante la revolución, cuando las leyes eran «hostiles, parciales y
subversivas», pero sí había sido viable bajo la nueva Constitución
(“hoy Francia respira; y la Constitución,
que garantiza su reposo, le permite pensar en su prosperidad”). A
continuación se enuncia una verdadera «filosofía de la moderación» en
materia legislativa: el legislador debe ser «comedido en las
novedades», debe aprovechar la experiencia del pasado, llegando a una
«transacción entre el Derecho escrito y las costumbres», y debe
abandonar «la ambición de querer regularlo y preverlo todo». Con ello
se pretende rehabilitar la jurisprudencia y llamar la atención sobre
el papel de los juristas: «a la experiencia toca llenar los huecos que
dejemos», «los Códigos de los pueblos se hacen con el tiempo o, mejor
dicho, no se les hace». Al final se enumeran las razones que
justificaban haber colocado las leyes civiles «bajo la tutela de las
leyes políticas», adaptadas a las costumbres nacionales y destinadas a
propagar «el espíritu de familia». Sin que se pueda desconocer que
para Portalis la familia, «santuario de costumbres», y después la
propiedad, «alma universal de toda la legislación», «son los dos
grandes pilares del Código civil». Respecto de ellos invoca la
naturaleza y reclama el Derecho natural. Así, en el propio Discurso
Preliminar dirá: «Estamos convencidos de que el matrimonio que existía
antes de la aparición del cristianismo, que ha precedido a toda ley
positiva, y que deriva de la constitución misma de nuestro ser, no es
un acto civil ni un acto religioso, sino un acto natural, que ha
atraído la atención de los legisladores y que la religión ha
santificado»; y, a propósito de la propiedad, afirmará que «el derecho
de propiedad es, en sí mismo, una institución directa de la
naturaleza». En cambio, sostendrá que «el derecho de suceder no es, en
absoluto, un derecho natural, sino un derecho social, por completo
regulado por la ley política o civil, y que no debe oponerse en manera
alguna a las restantes instituciones sociales». Al referirse a la
contratación enuncia el principio de libertad, y argumenta que «es
misión de la ley protegemos contra el fraude de otros, pero no
dispensamos de hacer uso de nuestra propia razón»; pues, «si de otro
modo fuese, la vida humana, bajo la vigilancia de las leyes, no sería
sino una larga y vergonzosa minoridad, y esta vigilancia degeneraría
por sí sola en inquisición».
Ahora
bien, cuando habían comenzado los trabajos preparatorios del Código
civil en el Consejo de Estado, Portalis fue encargado de la Dirección
General de
Cultos el 8 de octubre de 1801 con la encomienda de poner en marcha el
Concordato que el primer cónsul había firmado el 15 de julio del mismo
año con el papa Pío VII, con la finalidad de reconciliar a la
República francesa con la Iglesia
de Roma, lo que dio lugar a que repartiera su tiempo y su trabajo
entre estas dos actividades. En el curso de estos trabajos, en el
otoño de 1803, Portalis fue elegido senador del departamento de
Bouches-du Rhóne. También en esta etapa preside la Academia
de Legislación.
El 10 de
julio de 1804, Portalis fue nombrado ministro de Cultos, y en agosto
de este mismo año, con motivo de la dimisión de Chaptal, asumió la
interinidad del Ministerio del Interior. El 1 de febrero de 1805 fue
condecorado con el gran collar de la Legión de
Honor. El 2 de enero del año siguiente fue designado para ocupar un
sillón de la Academia
francesa.
Portalis
murió en París, el 25 de agosto de 1807. Se dice que Napoleón, muy
afectado por el fallecimiento de su eminente y leal colaborador,
decretó que le fueran rendidos funerales nacionales. Sus restos fueron
depositados en el Panteón, donde reposan actualmente.
Extractado de: José
Manuel Lete del Río,
“Jean-Étienne-Marie Portalis”, en
Rafael Domingo (ed.), Juristas Universales,
vol. 2, Madrid, 2004,
pp. 744-748.
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