CARIDAD

La caridad masónica

Es fácil entender la caridad cuando se comprende y se vive de forma natural y espontánea la fraternidad.  Qué duda cabe, que cuando vemos a un Hermano en la necesidad, sea ésta material o de cualquier otro tipo, surge en nosotros un sentimiento espontáneo de ayuda y socorro.

Y aún sin llegar a extremos tan penosos, “el compartir lo que uno tiene, con verdadero espíritu de solidaridad fraternal, según el propio dictado de la conciencia, debe ser considerado como un deber elemental, un privilegio y una oportunidad para todo Iniciado que verdaderamente sienta en su corazón el lazo de fraternidad, la mística cadena de unión que le une a todos los seres, y en particular a aquellos con los cuales tiene una más profunda afinidad moral y espiritual.” (4) La caridad es la virtud que desvela y descubre el verdadero corazón de un Masón. Según nos enseña el Ritual de Iniciación, “tiene la aprobación del cielo y de la tierra, y como su hermana la misericordia, bendice tanto a aquel que la da como al que la recibe”.

El H:. recién Iniciado es sometido a la prueba de la caridad de forma simbólica para poner sus principios a prueba y para grabar firmemente su corazón “con el fin de que, si encontráis a un Hermano que en su desesperación solicita vuestra ayuda, os acordéis del momento en que fuisteis recibido en la Francmasonería, pobre y desprovisto de todo obj:. de val:., y que con ello aprovechéis con alegría la oportunidad de practicar esa virtud a la que profesáis admiración”.

Simbólicamente, destacaremos que esta prueba se ha de llevar a cabo situando al nuevo Hermano en el ángulo noreste.

Con ello se quiere simbolizar la antigua costumbre que existía en la construcción de los edificios monumentales, donde la primera piedra o piedra fundamental se colocaba en el ángulo noreste de la obra.  Hallamos pues la caridad situada en el mismo cimiento inicial de la  construcción de nuestro Templo.  Dada la importancia que se le atribuye a esta virtud, siempre está presente en el desarrollo de nuestros Trabajos, pues antes de finalizar las Tenidas, es pasado el Tr:. de pobres donde cada H:. depositará de forma anónima su óbolo, siendo destinada esta colecta a beneficencia.

Deberemos tener presente, no obstante, que la caridad ha de ser practicada a ser posible de forma anónima, tanto para el que la da como para el que la recibe.  Con ello se evita que aquellos más favorecidos puedan caer en situaciones de prepotencia y los que la reciben se puedan sentir humillados o avergonzados por su situación más desfavorecida. La verdadera caridad es aquella que se realiza de forma espontánea sin esperar nada a cambio.

Pero no sólo se realiza la caridad aportando una ayuda económica. Quizá esto sea lo más fácil, sobre todo si el que la aporta se encuentra bien situado en ese aspecto.   Muchas veces lo que realmente se necesita son palabras de aliento, son consejos sinceros, momentos donde poder compartir los problemas y las dificultades con algún Hermano que te escucha y que intenta comprender lo que acontece.
En este mundo lleno de dificultades y obstáculos, es normal que todos tengamos pruebas duras en el camino y a veces la debilidad nos oprime. Recordemos la regla de 24 pulgadas, la cual nos enseña que  una parte de nuestra jornada la hemos de dedicar a “servir al amigo o  Hermano que esté necesitado, sin detrimento nuestro o de nuestra familia”.
Y aquí surge también la demarcación de los justos límites.
La ayuda que prestamos es bendecida siempre y cuando no nos arrastre a nosotros mismos o a nuestra familia a estados degradados.  En esos casos, más que ayudar nos estaríamos dejando arrastrar por fuerzas involutivas.

NELSON MORALES

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