La Francmasonería

La Masonería moderna es una institución de casi 300 años de antigüedad; las Logias masónicas comenzaron a funcionar en los primeros años del siglo XVIII.

De manera simbólica, la Francmasonería desciende de los albañiles constructores de la Edad Media (llamados en inglés masons y en francés maçons), quienes durante varios siglos se desplazaron por toda Europa para construir edificios religiosos o profanos, catedrales o palacios. Aunque en la actualidad se pone en duda la realidad histórica de una transición directa entre la Masonería Operativa de los constructores y la Francmasonería Especulativa, las herramientas de los albañiles se han convertido en símbolos de los Francmasones.

En 1717, miembros de la Royal Society de Inglaterra, la sociedad científica más influyente de la época, crearon la Gran Logia de Londres y de esta manera comenzaba el período de lo que hoy conocemos como Francmasonería Especulativa en la que, con respeto y tolerancia, se dialoga libremente sobre las ideas y se busca el perfeccionamiento moral e intelectual de sus miembros. A través de marinos y comerciantes, la Francmasonería, que se había difundido con rapidez en Inglaterra, pasó al continente donde se instalaron las primeras Logias masónicas en Francia entre 1726 y 1730, en especial en puertos tales como Burdeos o Dunkerque.

En éste período es cuando comienzan a extenderse unas nuevas formas de entender la libertad y la igualdad que conducirían, cincuenta años después, a la Revolución Francesa. Las Logias masónicas que se expanden por Francia dejan de ser un “club” social, como lo eran en Inglaterra, para convertirse en la caja de resonancia de las nuevas ideas emancipadoras de los hombres y las sociedades. El Gran Oriente de Francia, nacido en 1728 y constituido con ese nombre en 1773, fue la única Obediencia Masónica existente en Francia hasta fines del siglo XIX y hoy, que es la más numerosa, continúa con su lucha por el progreso moral y social de la humanidad.

¿Qué es la Francmasonería?

Esta reseña histórica muestra que la Francmasonería es un ámbito de influencia heterogénea, que ha servido durante tres siglos como soporte (o revelador) de numerosos y variados enfoques. El Gran Oriente de Francia basa su legitimidad y su regularidad masónicas en su antigüedad, su representatividad y la aceptación de nuevos miembros según métodos rituales tradicionales. Su identidad está definida por rasgos tales como la importancia asignada al amor fraternal, la complementariedad entre las reflexiones simbolistas y sociales, la pluralidad de ritos en su seno y la libertad de la que gozan los Hermanos para su trabajo en común.

En todas las épocas se han generado grupos a la vez distantes y presentes en el mundo, cuyos rasgos identificatorios son la búsqueda del conocimiento y el uso de prácticas rituales. La Francmasonería y el Gran Oriente de Francia constituyen una manifestación de esta tendencia general. La Francmasonería es sobre todo una escuela de libertad. Para asumir esta misión, el Gran Oriente de Francia no se fija ningún límite. Desde numerosos enfoques se considera a la Francmasonería como una transposición al ámbito especulativo de lo que fue el trabajo de los constructores medievales. Desde esta perspectiva, el trabajo sigue siendo un valor central para la institución. También podríamos considerar que los francmasones siguen construyendo templos, tanto interiores (a partir del famoso “conócete a ti mismo…”) como exteriores, para la humanidad en su conjunto. Debemos tener en cuenta también tres elementos constitutivos para definir la Francmasonería que, según proporciones variables, es una sociedad a la vez fraternal, iniciática y humanista.

La Francmasonería es, en primer lugar y por sobre todas las cosas, una Fraternidad, ya que sus miembros forman una familia electa, solidaria e igualitaria. Esta característica, que data del comienzo de su historia, hace que los miembros de esta vieja cofradía sientan la necesidad de reunirse en seguridad con respecto a las agitaciones del mundo y en autenticidad con respecto a sus supuestas perversiones (los “metales”). Esto implica una visión positiva del ser humano, a priori bueno y capaz de perfección, y acarrea numerosas consecuencias morales que se manifiestan de mil maneras en la Francmasonería.

Es asimismo un grupo iniciático porque propone, tras un ritual de paso que simboliza un cambio de estado (de profano a masón), unos rituales, un método de trabajo y una búsqueda filosófica, vividos en una disciplina de grupo libremente consentida. Todos estos procesos están destinados a coadyuvar en la tarea inacabable de desciframiento del mundo y de búsqueda de sentido para la existencia. Para su perfeccionamiento personal, el Francmasón dispone de un método de aprendizaje basado en el razonamiento que se asemeja al método analógico y que recurre a la interpretación de los símbolos. Los símbolos que utiliza son las herramientas de sus predecesores, los Masones Constructores: la escuadra y el compás, y el progreso se realiza según la organización de éstos últimos: Aprendices, Compañeros y Maestros Masones.

Por último, la Francmasonería es una instancia humanista, un lugar de resonancia social y de reflexión sobre las tareas de cada momento histórico. La institución, y más frecuentemente los francmasones como individuos, están presentes y trabajan para la comunidad. Al mismo tiempo, se esfuerzan por extender los lazos de la fraternidad masónica por todo el planeta, compartiendo, -al margen de las diferencias de nación, raza o religión-, la común exigencia de Libertad, Paz y Justicia. Para trabajar en pos del perfeccionamiento de la sociedad, las logias del Gran Oriente de Francia estudian todos los años diversos temas de actualidad, cuestiones sociales o económicas, escogidas por la Asamblea General Anual (el Convento), de las cuales se realiza una síntesis para el Convento del año siguiente.

El Gran Oriente de Francia considera que la iniciación en la masonería es sobre todo una liberación, no una revelación. Su compromiso se orienta a la emancipación de las conciencias, y no a la eventual salvación de las almas. Su concepción es un equilibrio entre el enfoque iniciático íntimo y el compromiso ciudadano.

El Gran Oriente de Francia practica la tolerancia mutua, que es el hecho de ser tolerante hacia aquellos que son tolerantes, lo que implica luchar contra todos los dogmatismos que quieren imponer políticas y creencias que nieguen a los hombres sus libertades en cualquier ámbito.

Mientras que en otras formas de Francmasonería – especialmente en las que descienden directamente de la masonería inglesa y que conservan sus dogmas- es obligatorio ser creyente y practicante para ser francmasón, el Gran Oriente de Francia es institucionalmente una sociedad que practica la libertad absoluta de conciencia, es decir, que permite que sus miembros elijan creer en alguna verdad revelada, o no creer en ninguna. Es así como en las Logias Masónicas conviven fraternalmente creyentes de todas las religiones junto con ateos, agnósticos y librepensadores. Es en el sentido de esta radical libertad de conciencia que el Gran Oriente de Francia defiende el laicismo del Estado en todas sus actividades y no solamente en la enseñanza pública, que desea mantener gratuita, laica y obligatoria para todos. Nacida en la Asamblea General Anual de 1877, esta nueva concepción de la Francmasonería – de libertad absoluta de conciencia y que quiere actuar sobre los problemas de su época- ha dado origen a una nueva corriente de ejercicio de la Francmasonería llamada Francmasonería Liberal. Se ha desarrollado muy rápidamente en todos los países del mundo donde los hombres aspiran a dejar de ser esclavos de dogmas y de obligaciones que les ordenan en qué creer, y quieren cambiar la sociedad en la que viven, para preparar la sociedad del mañana, mejor y más iluminada.

Compartir...Share on FacebookTweet about this on TwitterShare on Google+Share on LinkedIn