EL Jardín de la Virtud
(LA MASONERÍA COMO UNA DISIDENCIA CRISTIANA DEL XIX)
Este artículo explora el debate surgido, en el último tercio del siglo XIX, entre la masonería y la Iglesia católica en las Islas Canarias. Estudia la influencia de ideas foráneas, procedentes especialmente de Estados Unidos, sobre los masones canarios y españoles, y examina el papel de la prensa católica en su defensa de los principios evangélicos, frente a la actitud laica, deísta y agnóstica de la masonería. Se plantea, asimismo, una hipótesis interpretativa del mausoleo de Diego Ponte del Castillo, marqués de la Quinta Roja, que fue construido por el arquitecto y masón francés Adolphe Coquet, quien acudió a Canarias para la instalación del monumento, en 1882.
Palabras clave: Canarias, Masonería, Adolphe Coquet.
This article explores the debate which arose in the late 19th century, between the Freemasonry and the catholic Church in the Canary Islands. It studies the influence of foreign ideas, especially from The United States, on the Canary and Spanish Masons, and examines the role of the catholic press in its defense of the evangelical principles, as opposed to the Freemasonry’s lay and agnostic attitudes of the Freemasonry. An interpretive hypothesis is suggested about of Diego Ponte mausoleum, which was built by the architect and French Mason Adolphe Coquet, who came to the Canaries, in 1882, for the construction of the monument.
Key words: Canary Islands, Masonry, Adolphe Coquet.
El 13 de noviembre de 1878, el periódico El Eco de La Laguna, caracterizado según sus detractores por su excesiva «mansedumbre evangélica», dio a la estampa un editorial en el que atacó frontalmente a la masonería. Se basó para ello en la serie de documentos condenatorios promulgados por la Santa Sede y, desde luego, en las «infinitas cartas pastorales dadas por los obispos de las mil diócesis del orbe católico». Durante los últimos tiempos, este periódico había protagonizado una intensa polémica con su colega La Voz de Taoro, que se publicaba en La Orotava, pero aquel día —debemos reconocerlo— el redactor que escribió el editorial estaba especialmente inspirado.
Manuel de Paz Sánchez
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El templo de la Logia Añaza
En 1723, sólo unos años después de la creación de la Gran Logia de Londres, primer taller de Francmasonería “especulativa”, Anderson establece en sus Constituciones el origen legendario de la tradición masónica, al tiempo que define la finalidad y organización de la nueva sociedad. Desde este documento inicial se ponen de manifiesto los lazos complejos que ligan la Masonería a los gremios medievales de constructores de catedrales, los masones (albañiles) “operativos”: la concepción de Dios como Gran Arquitecto del Universo; la logia, en recuerdo del local adosado al edificio en construcción donde se guarecían los trabajadores y transmitían sus conocimientos; los tres primeros grados iniciáticos: aprendiz, compañero y maestro; el utillaje simbólico: escuadra, compás, nivel, plomada, mallete, además de mandil y guantes.
Cuatro siglos antes, en el s. XIV italiano, el descubrimiento de los textos atribuidos a Hermes Trismegisto y el de los Hieroglyphica de Horapollo habían suscitado una fascinación inesperada. Los escritos herméticos, redactados en los ss. III-IV, probablemente en Alejandría, están impregnados de un fuerte neoplatonismo, que se impuso en la Europa renacentista tras su traducción por Marsilio Ficino en 1471. Retomando las afirmaciones de los autores griegos, Egipto empezó a ser considerado en determinados círculos como el fundamento de toda sabiduría, en oposición a la idea negativa que proporciona el Antiguo Testamento, y algunos teólogos aceptaban la posible influencia de sus creencias sobre el propio cristianismo. Pero toda la ciencia faraónica quedaba velada por una escritura jeroglífica que la ocultaba y transmitía al mismo tiempo y que, siguiendo a Horapollo, sólo había sido accesible a los iniciados.
Miguel Ángel Molinero Polo. Manuel de Paz Sánchez. Universidad de La Laguna. Tenerife
José Aguiar (1895-1976).
Entre la luz y las sombras
El pintor José Aguiar García (Cuba, 1895-Madrid, 1976) se integró en la masonería, a través de la logia Añaza de Santa Cruz de Tenerife, en 1930. Seguidamente viajó a Italia, al objeto de realizar estudios profesionales, y allí recibió la influencia ideológica del fascismo, por lo que posteriormen- te, residiendo ya en Madrid en 1934, se integró en Falange Española. El artista, que cosechó importantes triunfos nacionales e internacionales, trató de buscar en la masonería las ideas de armonía y de equilibrio que, de hecho, acabaría encontrando en los artistas italianos del Renacimiento, es decir, el splendor ordinis frente al caos y a las ideas inarmónicas y disolventes de ciertas vanguardias.
Palabras clave: Masonería, José Aguiar, Pintura española.
The painter Jose Aguiar García (Cuba, 1895-Madrid, 1976) joined the Freemasonry, via the Añaza lodge of Santa Cruz de Tenerife, 1930. He then went to further his knowledge of art, and it was there that he learnt about fascist ideology, a result of which was that he joined the Spanish Falange in 1934 when he was living in Madrid. The artist, who was very successful at both an international and national level, tried to find the ideas of harmony and balance in Freemasonry, which he would eventually fin in the Italian artists of the Renaissance, i. e. the splendor ordinis as opposed to the chaos and anarchy of the vanguard.
Key words: Freemasonry, José Aguiar, Spanish Painter.
Manuel de Paz Sánchez
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Proyecto de un templo masónico para la logia Abora de Santa Cruz de La Palma
Como hemos escrito en otro lugar1, hasta julio de 1936, en que la masonería fue abolida y perseguida por los militares del bando nacional, la logia Abora —instalada, el 25 de enero de 1875, bajo los auspicios del Grande Oriente Lusitano Unido como tantos talleres españoles y canarios de la época, con el número 91 de sus registros—, que tras un período de decaden- cia entre 1900 y 1911 había pasado a pertenecer, en esta última fecha, al Grande Oriente Español, ostentando el número 331 de su cuadro y que, en 1923, formó parte como cofundadora, con el número 2, de la Gran Logia de Canarias erigida en aquellas fechas, esta logia Abora, decimos, se convirtió en el taller masónico más importante de la historia de la ciudad y de La Palma. Únicamente entre 1891 y 1896 trabajó también, en Santa Cruz de La Palma, la logia Idafe, núm. 124, perteneciente al Grande Oriente Español, que desapareció a raíz de la crisis que, en este último año, afectó a la masonería española y a esta obe- diencia en particular.
Manuel de Paz Sánchez
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