Ingresando en la logia

La iniciación de los masones medievales era el paso previo para ingresar en el gremio y acceder a la “doctrina secreta del arte”. Los detalles de la iniciación del aprendiz masón se mantienen hoy día con bastante fidelidad en los masones no operativos o especulativos actuales.

El aspirante era propuesto por un maestro que debía encargarse de dirigirlo en el proceso. El primer paso para ingresar en la logia era que el neófito presentara la prueba de honradez y legitimidad de su nacimiento. Se consideraba deshonroso el ejercicio de determinadas profesiones que impedían que el solicitante fuera admitido, extendiéndose a los hijos la prohibición.

Tras esta formalidad el aspirante recibía un signo (los famosos signos lapidarios de los edificios románicos y góticos), que debía reproducir en todas sus obras y era su marca de honor.

Signos lapidarios de la Iglesia de Santa María

El neófito se presentaba en un lugar prefijado por el maestro de la logia (un lugar consagrado al amor y a la concordia) desprovisto de armas y se declaraba abierta la sesión.

Debía adoptar el aspecto de un mendigo y despojarse de todos los objetos metálicos. Seguidamente se le desnudaba el pecho y pie izquierdo y, con una venda en los ojos, se le conducía a una puerta que daba acceso al salón y que se abría después de haber dado tres fuertes golpes en ella.

Se le conducía hasta el maestro que le hacía arrodillarse mientras elevaba una plegaria al Altísimo. Luego el candidato daba tres vueltas alrededor del salón y, situándose ante la puerta, ponía los pies en ángulo recto y daba tres pasos hasta llegar al sitio que ocupaba el maestro quien tenía una mesa delante y sobre ella el libro de los Evangelios abierto, una escuadra y un compás.

El candidato extendía la mano derecha jurando fidelidad a las leyes de la cofradía, aceptar todas las obligaciones y guardar el más absoluto secreto acerca de lo que sabía y de lo aprendería en lo sucesivo.

Terminada la ceremonia del juramento se quitaba la venda, se le entregaba un mandil nuevo, se le daba a conocer la palabra de paso, se le designaba el sitio a ocupar y finalmente el saludo y el toque.

La logia contaba con un nuevo miembro.

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