XIV Gran Asamblea del GOFMU – Anexo IV

INFORME DE SINTESIS DEL TEMA LAICIDAD

Aprobado en la Sesión Plenaria del 17 de diciembre de 2011

LAICIDAD Y ESPACIO PÚBLICO: ¿Cómo evitar que las concepciones religiosas o filosóficas interfieran o influencien las políticas de salud pública y/o de salud sexual y reproductiva?”

La concepción y definición de lo que se entiende por “espacio público” está social e históricamente condicionada. No todas las sociedades y en cualquier tiempo “llenaron” el concepto de espacio público con las mismas ideas, pero especialmente no concibieron de la misma manera el relacionamiento con el espacio privado y quién, cuándo y para qué debía regularlos e intervenir en cada uno de ellos. En tal sentido hoy día la idea de espacio público tiene que ver con todo aquello que afecta, incide o condiciona en algo al colectivo social; todo espacio abierto, o cerrado, donde confluye la sociedad, donde se realizan actividades recreativas, culturales, sociales, políticas, sanitarias u otras. Espacio que tiene dos estadios uno físico y otro de sentimiento.

Lo físico no solo refiere a las estructuras edilicias, sino que en un sentido amplio se refiere al espacio de acción y relacionamiento del colectivo; siendo la dimensión sentimental de pertenencia, manifestación e identificación simbólica.

El espacio público representa el bien común y de la res-pública, que etimológicamente refiere a “la cosa pública” o “cosa de todos“. Así entonces el espacio público es aquel de “propiedad“, “dominio” y “uso público“, un lugar de relación y de identificación, de contacto entre la gente y expresión comunitaria, promoviendo la diversidad, produciendo el intercambio y practicando la tolerancia. Su calidad, accesibilidad, expresión de integración y su capacidad de estimular la identificación simbólica definirán en gran medida la ciudadanía. Es el lugar donde conviven las personas y donde se construye ciudadanía, por lo tanto estos espacios deben estar libres de cualquier monopolización e interferencia arbitraria o intereses particulares.

Así la democracia se sostiene en la laicidad, la cual por definición y aplicación, es el instrumento que debe usar el Estado para crear las condiciones que permitan consolidar un espacio donde exista la Libertad Absoluta de Conciencia, de expresión y de respeto a todas las ideas. Donde puedan convivir personas que tengan diferentes creencias filosóficas, religiosas, clases sociales, ideas políticas y raciales. Es la garantía que se dispone para que podamos convivir en sociedad cada uno con sus diferentes concepciones.

Por ello, es preciso preservar la laicidad del Estado y el espacio público, manteniéndolo separado de las concepciones filosóficas, políticas o religiosas, reactivando los procesos de participación social de los ciudadanos, concientizándolos del papel fundamental que tienen en el mantenimiento de la democracia y de la sana convivencia.

Sabemos y comprobamos diariamente como las concepciones religiosas o filosóficas influencian las políticas de Salud Sexual y Reproductiva, dada la gran influencia que aun en un estado laico como el nuestro ejercen a través de sus integrantes. Asimismo la influencia de organizaciones religiosas, impactan directamente en el espacio privado de la mujer, sometiéndola a una visión única, intransigente y retrógrada. El espacio privado de la conciencia individual debe permanecer en libertad y el colectivo debe proporcionar las facilidades para desarrollar las actividades cualquiera sea la opción que la mujer elija libremente.

Como Masones y Librepensadores debemos defender el derecho a que todas las voces sean escuchadas y se expresen en igualdad de condiciones; a que puedan contribuir con sus ideas, con tolerancia, con respeto y aceptando el derecho a la discrepancia. Es por eso que en lugar de evitar, debemos apoyar un libre intercambio de ideas que pueda aportar en la elaboración de políticas de salud pública, sean estas de salud sexual y reproductiva, o de otra índole. Lo que el Estado laico no debe admitir es que una visión particularista imponga sus preferencias.

Como ciudadanos nos importa la Salud Sexual y Reproductiva de los individuos, respetando la pluralidad de las opciones sexuales y sus manifestaciones, enfatizando la importancia de la educación sexual laica, es decir, libre de dogma, en los programas educativos y el alcance y cumplimiento de los mismos tanto en instituciones educativas públicas como privadas.

Los núcleos familiares educan en sus creencias, valores, tradiciones y eligen sobre alguna religión o no. Pero estos núcleos no deciden qué se enseña en las aulas. Se puede elegir una oferta educativa, pero la escuela como institución pública es la encargada y responsable de educar a la ciudadanía para la ciudadanía sin interferencias; siendo el estado el encargado de velar por ello.

Desde esta perspectiva por ejemplo la Educación Sexual no debe quedar a criterio de cada docente, institución, o de una determinada fe religiosa (como si sucede actualmente en Uruguay al no existir normativa al respecto). Es un tema de derechos y de responsabilidades de la conciencia individual y del colectivo; los que mutuamente deben asegurar uno y otro aspecto. La falta de políticas al respecto permite que los sectores más débiles de la sociedad, en particular los adolescentes, entre otros, queden en estado de vulnerabilidad.

Se alega por parte de algunas instituciones médicas vinculadas a su vez, a instituciones religiosas, que tienen derecho a reclamar la libertad de conciencia o de “objeción” ante el Estado. Esta demanda, sin embargo, se basa en una falacia filosófica de fondo. Por su propia naturaleza, la libertad de conciencia es un concepto relacionado solamente con la persona humana. Es un espacio recóndito de cada individuo, en el que nos obligamos a una permanente introspección. ¿Cómo sería posible generar un debate respecto a la conciencia de una institución? ¿Cómo se resolvería, finalmente, a favor de los temas que se debatieran? ¿Se resolvería de manera plebiscitaria? Y si así fuera, las decisiones serían solo el reflejo de las opiniones del núcleo de personas que se expidieron en un momento y circunstancias determinadas. Es por lo tanto un absurdo.

Es de relevancia para el Estado laico y la democracia como tal, movilizar las ideas y difundir para ayudar a despertar conciencia ciudadana con respecto a la obligatoriedad de proceder legislativa y jurídicamente en forma laica como lo expresa nuestra constitución. Debemos educar a la sociedad en el concepto de laicidad como algo cotidiano y actual, de alcance universal, y con una necesidad de tratamiento continuo y permanente.

Nuestra Institución promueve la importancia de la defensa activa de la laicidad como una tarea de todos los ciudadanos, independientemente de sus concepciones personales. Ser todos “amigos” de la laicidad.

 

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