Luis A. Riveros, Académico de U. de Chile. Gran Maestro de La Gran Logia de Chile en Diario Estrategia. 09 de enero de 2013.
Hay quienes están usando un conflicto que se arrastra por largo tiempo, para pretender una guerra contra el Estado y el resto de los chilenos.
Dos muertes son el resultado de un acto irresponsable por parte de violentistas no identificados, sumándose así a una secuela de graves hechos criminales que muchos justifican por el conflicto que levanta el pueblo mapuche. Esta disputa tiene canales de resolución que han sido establecidos, especialmente en el campo de las mayores oportunidades y mejores condiciones de vida para el pueblo mapuche, como con relación a su ancestral lucha por el derecho a la tierra.
Es, ni más ni menos, un conflicto que se arrastra ya por casi siglo y medio, y en que el Estado chileno tiene responsabilidades importantes para darle salida en el marco de la legalidad. Es decir, hay una disputa, hay mecanismos resolutivos establecidos y hay actores que deben dialogar y negociar sobre esas bases, haciendo prevalecer el Estado de Derecho para imponer el orden y lograr que se otorgue seguridad a todos.
El salvaje y mortal atentado ocurrido en el sur es cosa de naturaleza distinta al conflicto y las aspiraciones de los mapuches. Se trató de un acto terrorista y de un crimen que nada tiene que ver con las aspiraciones y planteamientos del pueblo mapuche y la resolución del conflicto de fondo. Hay quienes están usando un conflicto que se arrastra por largo tiempo, para pretender una guerra contra el Estado y el resto de los chilenos. ¿A qué puede conducir una cosa como esa? Seguramente aviva las intenciones de muchos que buscan la violencia para crear condiciones en un continuo reivindicacionismo en diversas materias.
También cumple con el febril trabajo de colaboradores chilenos y extranjeros que propician estas acciones, especialmente quienes aspiran a una guerra contra el orden público, amenazando la propiedad privada y la vida de personas inocentes.
Todos queremos vivir en paz y dejar a nuestra descendencia un país con justicia y paz, y eso se construye solamente con una visión amplia de país y de futuro, basada en el humanismo, el derecho a la vida y el repudio incondicional a la violencia. No debe prevalecer un discurso ambiguo sobre materia tan importante.