Siete pronunciamientos resultan esenciales para definir posiciones y hacer de las próximas elecciones presidenciales una opción por ideas en torno al país que queremos, y no una simple competencia de estrategias publicitarias.
El primero se refiere a definir el mapa de ruta, el país que deseamos construir en términos de sus metas de largo plazo, y en cuanto a aspectos esenciales de las políticas: un país orientado más por el Estado o más bien por el mercado.
Segundo, las reformas institucionales que son necesarias para recuperar la incidencia de la política y del Parlamento en las grandes decisiones nacionales.
Tercero, el modelo de educación que adoptaremos y el grado de compromiso del Estado con éste.
Cuarto, la política tributaria que deberá ser consonante con el modelo redistributivo que se adopte, para así construir un país en progreso y con estabilidad social.
Quinto, los caracteres de las políticas que deben asegurar la apertura económica al resto del mundo y la sostenibilidad del crecimiento.
Sexto, la efectiva descentralización y regionalización del país que permita que la realidad y propósitos de las Regiones sea efectivamente la base para decidir el curso de la inversión y de una efectiva integración nacional.
Séptimo, la matriz energética a la cual debemos aspirar para asegurar nuestro futuro productivo.
Las ideas están en los distintos esbozos programáticos.
La cuestión es, sin embargo, la capacidad para relacionarlas entre sí y convertirlas en objetivos ciertos de una administración de gobierno, construyendo los acuerdos y consensos necesarios. Ese liderazgo y los contenidos esenciales de las propuestas básicas, con la capacidad para construir acuerdos transversales y duraderos, es lo que asegurará que el próximo gobierno adopte visiones de Estado y fije su norte en el futuro y no solamente en la contingencia