Columna aparecida en el Diario “Estrategia”, escrita por el Gran Maestro de la Gran Logia de Chile Luis Riveros Cornejo.
Escuché casualmente un comentario que un ciudadano formulaba a otro: "¿Para qué enseñar Historia de Grecia o Roma si eso no tiene ninguna utilidad para la juventud?" Es una visión simplista y obtusa extendida en muchos que restringen la educación a una simple instrucción donde solamente se enseñan cosas de "utilidad directa".
Aumentar las horas de matemáticas y lenguaje a costa de las ciencias sociales y la historia no es sólo desvestir un santo para vestir a otro: también envuelve una concepción sobre la escasa utilidad directa que prestaría enseñar aquellos ramos. Por eso ya casi no se enseña filosofía y la educación cívica desapareció de los colegios; ni qué decir de los cursos de moral y ética. En esa misma línea, ahora le toca a la historia y a las ciencias sociales, como si formar ciudadanos y seres humanos integrales, que entiendan la sociedad en que se mueven, sea una cuestión totalmente prescindible.
Lo señaló el Nóbel de Economía J. Heckman (de la Universidad de Chicago): en Estados Unidos fue un error hacer algo similar, porque los niños necesitan también crear un marco de referencia para contextualizar lo que aprenden “de uso directo”.
Hay mucho espacio para revisar el uso del tiempo escolar, como también los llamados "contenidos mínimos- de todas las asignaturas. Es, además, necesario revisar integralmente las currícu1a de estudio para modernizarlos, hacerlos más compatibles con los retos actuales y lograr una mayor interactividad entre las diversas disciplinas. Todo menos una solución simplista y parcial. Enmarcada en un conjunto de iniciativas legales y administrativas que se ha dado en llamar "Reforma Educacional". Una verdadera reforma debe partir del diagnóstico global, atacar los problemas más cruciales y establecer metas específicas, además de ratificar la idea de que educación es, por encima de todo, formar personas con un sentido de humanismo y ciudadanía. Nuestra Patria ha esperado tanto un cambio de fondo que ponga a nuestra educación a la altura de los tiempos: no es posible desperdiciar una nueva oportunidad.