La Rosa+Cruz de Oriente y el Rito Primitivo de Narbona: LAS DOS FUENTES SECRETAS DE LOS RITOS DE MENFIS Y DE MIZRAIM

Por: Jean-Pascal PILLOT

Es una evidencia que, al inicio de la segunda decena del siglo XXI, los practicantes del Rito Antiguo y Primitivo de Menfis-Mizraim (RAPMM) se encuentran integrados en un cierto «orden disperso», reagrupados en pequeñas Obediencias bien organizadas, que proceden de la explosión de aquella otra que anteriormente fue dirigida por Robert AMBELAIN y, luego, por Gérard KLOPPEL; o bien, dispersados en microestructuras sin ninguna referencia histórica o herencia iniciática válida, que, en la mayoría de los casos, están dirigidas por aprendices de lo iniciático que difícilmente pueden ser reconocidos como instructores. Y decimos: en orden disperso, por carecer de Orden, en el sentido más tradicional del término; en situación errática, debido a la ausencia de Jerarquía en el sentido estrictamente iniciático del término; sin ninguna herencia, por incomprensión de los criterios de acceso y de instrucción de los Aprendices; y en completa caída espiritual, por la acumulación de los factores precedentes.

Estas circunstancias demuestran que se ha confundido la lámpara con la Luz que es repartida por aquella, el contenedor con el contenido; y esto sólo conduce a la vulgarización de las creencias o a refugiarse en cualquier otro modelo protector de sociabilidad o que facilite una cierta tranquilidad mental. Luego, en estas condiciones tan poco favorables, ¿cómo verter el licor del Conocimiento liberador en una copa que ya está llena?

Afortunadamente, esta situación catastrófica está en vías de solución, gracias a la acción  discreta y eficaz del XII° Gran Hierofante Michel GAUDART de SOULAGES; que consiste en querer unir aquello que está separado, tal como debe ser hecho con el gran cuerpo visible de OSIRIS.

El Rito de Menfis-Mizraim tiene unos orígenes complejos y presenta la particularidad de sintetizar las Tradiciones iniciáticas masónicas y los movimientos ocultistas. Se encuentra, a la vez, dentro y al margen (para los ingleses «fringe Masonry», o fuera de los hitos) de la Francmasonería Clásica, también llamada anglosajona o regular. Dentro, porque en ella se encuentra la columna vertebral del Escocismo (incluso algunos Grados de esta Masonería también se relaciona con otros Sistemas occidentales); y al margen porque, desde sus orígenes, su promotor fue condenado por Herejía y Magia (cf. el proceso de CAGLIOSTRO por el Santo Oficio), y porque, después, el Rito fue tachado de Ocultista (cf. los violentos ataques racionalistas, positivistas y adogmáticos del hermano Louis AMIABLE (1837-1897), del Gran Oriente de Francia, a finales del siglo XIX, contra el simbolismo defendido por el hermano Oswald WIRTH (1860-1943)).

En esta situación tan poco propicia, es preciso desentrañar los significados ocultos y desde tiempo atrás percibidos como germinales, en los que se asienta, de hecho, su posición dominante en el esquema de las «Vías Iniciáticas». Es allí donde se cierra el nudo gordiano de la Francmasonería; aquel que tiene todo bien atado, en detrimento de la ceguera, natural o provocada, de aquellos que rechazan, o impiden a otros, la libertad de conquistar su propia liberación espiritual mediante la práctica del triple esquema operativo (Simbólico, Filosófico y Hermético) que desarrolla el Rito Egipcio.

Aunque para que todo lo dicho pueda tener sus frutos, es necesario que se manifiesten reunidas las condiciones precisas para iniciar el trabajo. Estas condiciones proceden de dos prerrequisitos: por un lado, la legibilidad esotérica del Rito, es decir, la coherencia textual y simbólica de todo el Sistema, permitiendo su explicación y su desarrollo por cada iniciado; y, por otro, la irrigación espiritual por una Jerarquía visible e invisible, que posibilite la manifestación de una corriente de retorno consciente y sistematizada hacia «el Punto Central donde Todo es Uno».

Estos dos Principios suponen la existencia de una Tradición viva, detentadora del Corpus general, de los Arcanos particulares y del conjunto de Conocimientos que emanan de la Unidad, a través de los Centros tradicionales; y que sean éstos mismos, los que se encarguen de expandirlos.

La totalidad de esta Tradición viva, siendo el patrimonio de los Grandes Hierofantes, permanece ininterrumpida hasta el presente, recayendo en su actual detentador, el Muy Sublime Hermano Michel GAUDART de SOULAGES, XII Gran Hierofante «de facto et de jure», único heredero directo de los dos precedentes: Robert AMBELAIN y Gérard KLOPPEL.

Todas las condiciones se dan y permanecen reunidas y proclamadas para que se mantenga, en su globalidad, el devenir del Rito Antiguo y Primitivo de Menfis-Mizraim (RAPMM), en el seno de una restauración de su reino espiritual, en la medida o la dirección esotérica del Rito es reunificado y donde la administración de las Obediencias se mantienen funcionalmente separadas de ella. 

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En este orden de cosas, examinemos ahora algunos de los elementos clásicos de la Iniciación Masónica desde la perspectiva de los Rituales de Menfis-Mizraim.

Comencemos por lo más simple, en apariencia: los tres viajes del Aprendiz, por ejemplo; donde se suele referir a las pruebas de los Elementos. Pero, curiosamente, el cuarto Elemento no aparece por ningún lado. Aquel es, por lo tanto, imaginado; a fin de completar su número. Si bien, hay que observar que el paso por el Cuarto o Gabinete de Reflexión representa la prueba de la Tierra. 

Esta concepción simplista no tiene en cuenta la perspectiva hermética, es decir, la tradicional, en la estructura general de Iniciación Masónica. Por el contrario, el Ritual de Aprendiz de Menfis- Mizraim desarrolla con claridad esto que decimos: bajo la representación del viaje post-mortem por los Mundos del Más Allá, el Impetrante es guiado en un viaje ascendente por los Planos que están inmediatamente por encima del Mundo Terrestre, hasta alcanzar el tercero y último, que es el Empíreo, el Mundo de Fuego o Mundo del Espíritu. 

Es evidente que este concepto está en consonancia con la idea de purificación por aquellas cuatro pruebas vinculadas al Mundo Elemental. A menudo se ha dicho que la puesta en escena del Ritual es un acto de ruptura con el Mundo Material y Sensorial, que, previamente, ha sido preparada por la permanencia en un pequeño recinto donde reina la oscuridad, en una Caverna, símbolo de la interiorización y de la separación del Mundo Profano.

En esta Caverna, el Impetrante descubrirá, ayudado de máximas y advertencias, los principios fundamentales que configuran su propio Ser total; a los cuales no había tenido acceso consciente durante su vida profana.

Estos componentes le son mostrados, en el Gabinete o Cuarto de Reflexión, bajo la forma de unos materiales específicos (Sal, Azufre, Mercurio, un Cráneo humano, la Llama de una Vela, etc…), que le sirven directamente para el trabajo de análisis hermético de la Entidad humana; pero también de cualquier otra estructura material, ya sea aparentemente inerte o visiblemente viva, sin olvidar la correspondencia con los distintos escalones o Planos de los Mundos Sutiles que el Impetrante deberá explorar durante los viajes de su Recepción; teniendo en cuenta que su sentido principal, el de la vista física, le habrá sido anulado por una venda.

Pero esto no se le puede mostrar con más claridad, tras su entrada en el Gabinete de Reflexión; y aún se necesita que el Profano se haya aventurado más allá de su vida ordinaria, impulsado por su deseo de Iniciación y por su voluntad de conocimiento. Y sólo si ese es su Destino, lo traducirá y transformará correctamente en fuerza evolutiva.

Estas consideraciones alrededor de todo esto que le es mostrado, y que se le hace revivir durante la Iniciación en el Rito de Menfis-Mizraim, implica una doble cuestión: el sentido y la razón última de estos Rituales; y, por lo tanto, las condiciones que deben poseer los Profanos para ser iniciados en el Rito Egipcio.

Parece que el sentido más profundo de la dinámica de los tres Grados Azules no se manifiesta de una manera clara; debiendo deducirse aquel de las verdaderas intenciones de la Orden y de una clara predisposición hermética. Ciertamente, las Órdenes que practican los Rituales no Egipcios se contentan con mencionar las tres «Purificaciones por los Elementos», que consideran acertadas; pero esa postura falsea el objetivo de unión e integración, debido a su insuficiencia, orientando o, mejor aún, desorientando al buscador hacia caminos divergentes e inseguros, haciéndole perder un tiempo precioso.

Si toda Iniciación tiene por condición fundamental el operar una ruptura con el Mundo Ordinario, entonces se hace indispensable y necesario que aquella no permanezca estéril; es decir, que esta Iniciación se acompañe de un acceso a otro tipo de consciencia, que posibilite una restauración del Mundo Sagrado por parte del nuevo Iniciado, instaurando por un cierto tiempo una «dualidad de consciencia». Y esto es un signo de que la «Separatio» es parte de este Trabajo iniciático.

Más exactamente: Si el sistema iniciático es conforme a sus objetivos y el Profano a iniciar está preparado y es adecuado, la ruptura así provocada, o acentuada, abre un campo de consciencia que revelará o manifestará el otro lado del Mundo Conocido, el campo de lo sagrado, que emerge en el seno de un contexto tradicional, que será reconocido como el signo o la presencia de una

«Fuerza Única» transpersonal y universal.

Durante la Iniciación, este último fin es objetivamente manifestado por el rápido encendido de la Estrella del Oriente, desvelando la naturaleza y el origen de la Luz que se ha recibido en su doble aspecto, como fin y como vía, poder del Espíritu y Sal alquímica, como la Estrella de los Magos.

La verdadera naturaleza del trabajo del Aprendiz puede, desde ese momento, ser asimilado por el Iniciado. Primero, en el seno de su mutismo, que le recuerda la idea del silencio interior; el cual, debe seguir, como si se tratará de un hilo aplomado, hasta llevarle a las profundidades de su Ser. Pero no podrá sacar provecho de ello, sino es a condición de haber comprendido el sentido y la correspondencia metafísica de los viajes; es decir, la organización de su Ser íntimo, de su jerarquía interior, siempre bajo la dirección del Espíritu, que le mostrará el Origen y el Reino. Después, el Iniciado deberá buscar la presencia y la experiencia para poder, en el futuro, acceder al Reino del Espíritu; que sólo le dará los medios y la fuerza para transformarlo todo, de separar realmente lo sutil de lo superfluo, de tal manera que la Iniciación le mostrará la primera fase.

En términos herméticos, de acuerdo a un primer análisis interior, el Iniciado debe cumplir con la Separatio en su propia realidad; fase que ya ha iniciado al salir del Gabinete de Reflexión, y que, luego, completará con la Enseñanza que le han proporcionado los Viajes, que son la manifestación de su triple Naturaleza (Cuerpo, Alma y Espíritu) y el encuentro con los tres Principios (Sal, Azufre y Mercurio). 

Prácticamente, el nuevo Iniciado debe realizar su «inventario interno», utilizar su primer espejo mágico, el Espejo del Alma, que sólo brillará con una eficacia iniciática bajo la Luz del Espíritu, última realidad de su consciencia, tal como precisa el Ritual: «es por su consciencia que el Hombre se une con lo Divino». 

Encontraremos las condiciones para la Iniciación que hemos referido más arriba sólo sí, tanto en el ámbito de la Francmasonería como en el de toda Iniciación, se busca adaptar las certezas o las vinculaciones rituales de las formas o de los Ritos formales, contra cualquier otra posible adhesión no deseable; que no sería más que un peligroso artificio para el Mental y, en verdad, un lastre para el Alma. Esta actitud positiva, siempre deseable, sólo demuestra la audacia en el deseo por alcanzar la Verdad y por liberar las formas, emparentándolo con esa extraordinaria oportunidad que representa la ruptura con el Mundo Profano y la remodelación de su personalidad por la actividad expansiva y sagrada de la Tradición.

Toda fascinación por la belleza y la fuerza del Ritual es, a la vez, una apertura hacia el Invisible, que es invocado por el Iniciado, y lo contrario; lo cual, crea un nuevo riesgo de resbalar y de ser atrapado por una forma surgida del pensamiento, novedosa, misteriosa y, a menudo, cautivante.

El Iniciado debe tener la «experiencia»; y, de aquella, adquirir la convicción de que en el preciso momento en el que, por primera vez, franqueó la puerta del Templo, no estaba ni desnudo ni vestido, no era ni un Profano ni todavía estaba Iniciado, y que avanzando cautelosamente por la senda de una Región desconocida, ha atravesado, por lo menos desde la potencialidad, el espejo de sus propias ilusiones, de su propia Personalidad.

Esta primera puerta, este primer espejo, no es tan difícil de atravesar como de desvelar; aunque sea percibida, su traspaso resulta muy delicado y, a menudo, es rechazado por el Operador. Sin embargo, esta puerta facilita la ocasión, rítmicamente exacta, de franquear la barrera mental y emocional, por la interrupción del pensamiento activo (cuya voz retumba en nuestro interior), del diálogo interior; surgiendo la oportunidad de asumir que «Yo soy [el] Otro», como proclama el poeta Arthur RIMBAUD. Estas escorias no son perceptibles sino es bajo la doble acción del Silencio Interior y de la primera manifestación de lo Sagrado, de la Fuente Ritual, y, por lo tanto, Exterior.

Luego, qué decir de la dificultad de las siguientes fases, donde el segundo Grado requiere de una mayor sutilidad de las fuerzas, verdadero trabajo sobre los cuatro Elementos, iluminados por la acción del Quinario, del Espíritu Universal, que garantiza la rectitud de las Operaciones, el orden equilibrado de las Fuerzas de los cuatro Orientes. Desde ese momento, es posible «coagular» las Fuerzas Elementales; que se reducen a su verdadera esencia, por el relampagueante poder de la Quintaesencia del Eje Central, revelando las propiedades que confieren al verdadero Compañero sus específicas capacidades esotéricas. Estas son las que le permiten efectuar los «viajes»; y no el hecho de obtener la autorización para visitar otras Logias u Obediencias, a fin de llevarles la salud fraternal de su propio Taller, tal como, equivocadamente, creen algunos.

Aquellos que alcanzan este estado, se encuentran frente a la última puerta; la famosa «Puerta de Marfil sin Cerradura» del Rito Egipcio, representada sobre el muro de Oriente, detrás del Trono del Rey Salomón.

Desde aquella, el Iniciado se postula hacia la verdadera Maestría. Frente a este poderoso símbolo, que le opone la densidad y la materia «sin resquicio posible», debe afrontar no sólo la Muerte; sino la suprema prueba de la Tumba, de donde, según la verdadera Iniciación, «nadie se levanta en carne y hueso». Al Iniciado se le advierte de que se encuentra ante el último espejo (el último, sólo en apariencia); el cual, separa el Mundo de lo Manifestado, ya sea en el orden visible como en el invisible, de la Suprema Realidad, de aquella que se extiende más allá del Oriente, donde no es posible acceder salvo abandonando toda forma. En este tercer Grado, la disolución del Cuerpo de Forma o Putrefactio le permite el acceso a una verdadera Maestría Espiritual, que puede ser calificada de liberación; facilitando la entrada en las Regiones Espirituales Superiores.

Los Ritos Masónicos, según la primera clase de los tres Grados Azules o Simbólicos, y, en concreto, los Ritos de Menfis-Mizraim, condensan en su aparente brevedad la totalidad de la Vía Hermética para todos aquellos que los saben leer y experimentar o vivir.

Las dos puertas, la de Occidente y la de Oriente, son metafóricamente los dos espejos mágicos del Alma en sus dos estados de evolución: el grosero y el sutil. Esta evolución está guiada, desde el principio al fin, por el acceso a la representación simbólica del Universo, que es la primera salida al Mundo de las Apariencias, hasta la superación definitiva de las formas, por la presencia del Espíritu.

La diferencia radical entre Exoterismo y Esoterismo, determinante en la Operatividad, reside en que esta iluminación, esta apertura de la consciencia, no es el fruto del azar; sino el resultado de procedimientos específicos conocidos desde tiempo inmemorial como Ritos Iniciáticos, que ponen en contacto directo a los Impetrantes con la Jerarquía de las Fuerzas Primordiales.

Por el reconocimiento preciso de que todo el Orden Cosmológico Primordial está perfectamente representado por los Ritos y por la disposición de la Logia, la consciencia de los Arquetipos vivos puede manifestarse; acompañando al Iniciado en su ascenso progresivo por el Axis Mundi, una de cuyas expresiones visibles es el eje del Templo, que se plasma sobre el pavimento, desde la Puerta de Occidente hasta la Puerta de Oriente.

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En la totalidad de su desarrollo, los Rituales y los Grados del Rito Antiguo y Primitivo de Menfis- Mizraim presentan una configuración ternaria, donde el Deseo y la Voluntad son perfilados. Este mismo triple esquema (Simbólico, Filosófico y Hermético) lo encontramos en la triple constitución del Hombre (Cuerpo, Alma y Espíritu), en los tres Planos del Invisible y en los tres Principios de toda naturaleza (Sal, Azufre y Mercurio). Esta triple división funciona como las muñecas rusas; desarrollándose en cada división la totalidad del Sistema, de acuerdo a formulaciones simbólicas y operativas diferentes, cada una más poderosa y más sutil que la anterior.

Remarquemos aquí que si los tres Grados Azules constituyen un esquema perfecto, un resumen de las fases de la Obra Hermética en su totalidad, que puede ser leído, sin determinar su esencia, como parte fundamental de la Alquimia Metálica o de la Espiritual; si bien, la inserción del mismo esquema en el Rito Escocista, que progresa hasta el Grado 33º, permite otra interpretación, más específicamente alquímica, pero no contradictoria con la primera.

Así, puede ofrecerse una doble interpretación, que parte de los tres Grados Azules, como Sistema Simbólico total, que desvela la Obra Espiritual completa; y los dieciocho primeros Grados del Rito Escocista, como sucesión de todas las fases de la Obra Metálica.

En efecto, según la segunda interpretación, la salida del Impetrante del Gabinete de Reflexión deberá entenderse como la extracción del mineral de su ganga; el 1er Grado, con la recepción de la Luz y la visión de la Estrella Flamígera, se refiere a la introducción de la Sal en el mineral; el 3er Grado, por ejemplo, representa la Putrefactio o mortificación de la materia; el 4º Grado, con su nuevo y ligero aporte de Sal alquímica, conducirá al verdor o vegetación del 5º Grado; y tras una concatenación de fases, se llegará a la Rubificatio del Grado 18º, donde deberá realizarse la Piedra al Rojo con todo su potencial. Los Grados siguientes, del 19º al 30º, se aplican a la interiorización del trabajo, es decir, a la utilización hermética de la Piedra de los Sabios, hasta el ascenso al Plano Divino; y del Grado 31º al 33º, la acción queda ya cumplida en el Plano Celeste, desde donde el Adepto podrá actuar con el Mundo Terrestre. Recordemos que esta Vía Alquímica es una de las Vías principales de los Rosa+Cruz, llamada del Lobo Gris o del Jabalí Negro.

Todas las fases de trabajo están expuestas, pero será necesario que los Adeptos más aventajados las practiquen con provecho gracias a las últimas transmisiones secretas del Rito Egipcio, sobre las que tantas mentiras se han escrito; pues estos secretos son principalmente orales, y son éstos los que situarán al afortunado Adepto frente al umbral de la Inmortalidad Consciente.

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Desde una tercera perspectiva, raramente evocada, se observa que la organización del Templo Masónico y la apertura de la Logia en el Rito Egipcio, ponen en evidencia, desde una perspectiva gnóstica, la emanación original de los Mundos Visibles e Invisibles. Así, antes de la entrada en la Logia, el Hermano Experto, que está solo en el interior del Templo, dirige su rostro hacia Oriente e INVOCA la Fuerza del Sublime Arquitecto de los Mundos; para fijarla sobre la Luz Permanente o Primordial (vela de color verde, símbolo de la Reencarnación).

En la apertura del Ritual, el Venerable Maestro en cátedra se sentará en Oriente, es decir, en el Mundo del Empíreo, y deberá ejecutar, como un Demiurgo, dos acciones principales: descenderá al rectángulo (cuadrilongo), rodeará tres veces el Altar Triangular Central (de izquierda a derecha, según un movimiento de circunvalación) con un botafuegos en la mano; y prenderá la Triple Luz (mirando hacia Occidente) con la Llama que ha tomado (con el botafuegos) del Fuego Primordial, manifestando, en el Universo emanado, el triple aspecto del Punto Central (figurado en el centro del Delta que decora el Oriente), según la invocación de los Netjeru (Dioses egipcios, principios cósmicos o aspectos-fuerzas que refieren a la Divinidad UNA), mientras que el Experto sube a Oriente, con la Espada en su mano (apuntando hacia lo Alto), guardando la entrada del Cielo Superior, tal como los Querubines guardan la puerta del Edén con sus Espadas Flamígeras.

El Venerable Maestro crea, de este modo, las «Aguas Primordiales», dando forma al Plasma que le transmitirá la vitalidad (le re-animará) para regresar a Oriente y abrir la Logia, haciendo resonar la Batería ritual de sonidos bien estructurados, que, propagándose por este Plasma luminoso, se organizan en Mundos Manifestados (Manvantara, según la tradición hindú). El Venerable Maestro es ayudado por el trabajo de los Oficiales; especialmente, por los dos Vigilantes, que repiten, como un eco, la Batería y las frases rituales de apertura, todo ello reproduciendo la acción del Gran Arquitecto: «Él mismo, asistido de otros Obreros». Análogamente, el cierre de la Logia, con la extinción de las Luminarias y la triple circunvalación inversa, opera un retorno al Silencio y a la Unidad Primordial, como si se tratara de un Pralaya o contracción cósmica.

Esta operación es análoga a aquella otra que se describe en el Prólogo del Evangelio de Juan de Padmos o en los primeros versículos del Génesis, donde se refiere la existencia de una Materia Primordial, su separación o diferenciación cósmica y su animación por un Espíritu o Verbo divino. En este sentido, al Iniciado le incumbe buscar y analizar en sí mismo de qué manera opera esa transformación.

El Iniciado puede actuar así porque la Logia, en la totalidad geométrica de su implantación, desde el Atrio hasta la Puerta de Oriente, es una representación cosmológica; en donde se manifiestan las hipóstasis y el funcionamiento oculto del Universo. Igualmente, la Logia se muestra como una proyección axial, de Occidente a Oriente, del Arquetipo del triple Recinto (que es simbolizado por el Templo de Salomón). Esta proyección es, por lo tanto, el Axis Mundi abatido sobre el Plano.

Los Rituales de apertura y de cierre del primer Grado exponen, de modo sistemático, un trabajo atemporal, que manifiesta la sacralidad y el otro lado del Mundo Visible dentro de un perímetro particular (Templum); mientras que las otras Ceremonias de Iniciación, en los Grados sucesivos, exponen el método para ascender por la Cadena de la Manifestación y la manera de pasar de lo Material a lo Espiritual, de lo Visible a lo Invisible, de lo Particular a lo Universal.

Llegados a este punto, vale la pena meditar sobre la fuente y el papel que juegan el sonido y la luz cósmicas, a fin de encontrar un campo de aplicación y de experiencia sobre los numerosos Planos. Pero nos detenemos aquí, pues ya hemos dicho suficiente sobre este asunto. 

Para concluir, subrayamos que esa misma «Fuerza Única», aquella que se manifiesta en el «Punto Central, donde todo es Uno», conduce y alimenta el Egregor tradicional y antiguo del Rito, donde la presencia y la durabilidad están garantizadas por la sucesión ininterrumpida de los detentores de la «corriente espiritual» que le confiere su Vida; procurando, tal como se dice en el Ritual, el cumplimiento de que «cualquier Luz es alimentada por quien está en su proximidad».

Jean-Pascal PILLOT

Ex Gran Maestro Nacional del Rito, Grado 97º.

Ex Presidente del Soberano Santuario Nacional de Francia. Ex Gran Canciller de la Gran Hierofanía.