El paradigma de la Iniciación

 
Quien ha pasado por una Ceremonia de Iniciación Masónica sabe que su vida tiene un antes y un después de ese momento.
Pero qué es aquello que produce que una persona empiece un cambio que se hace cada vez más acentuado en quienes deciden profundizar y tratar de comprender qué fue lo que ocurrió el día de su Iniciación.
Sin ánimo de pretender jamás tener la última palabra, muchos Masones dirán con nosotros que la Ceremonia de ingreso a la Orden Masónica no se parece a nada que uno viva ni antes ni después: es una teatralización de un fenómeno cósmico de la naturaleza en la psique humana.
Se evidencia igualmente que es una construcción, diríamos mágica, que realmente concentra en unas pocas horas el resumen de una profundísima sabiduría ancestral cuya simbología puede llegar a tocar las fibras más íntimas de quien recibe la Ceremonia.
Pasa que la repetición y asistir a nuevas Iniciaciones reporta mucha nueva información en cada ocasión en una increíble variedad de formas de ver y sentir la propia Ceremonia. Igualmente, se evidencia que la asistencia a las reuniones ordinarias hace que el ritual se internalice cada vez más de tal forma que se convierte en necesidad encontrarse de nuevo con los Hermanos y ver que la sensibilidad puede ser desarrollada de forma muy sutil.
Por supuesto, no falta quién no tenga luego la menor intención de investigar sobre los contenidos que le fueron transmitidos, pero lo paradójico es que incluso a quienes parece no afectar, también reciben los influjos de una ritualística a la que no le falta que se diga que es A L:. G:. D:. G:. A:. D:. U:. para que realmente sea así. La negación de lo Sublime no significa que deje de existir.
Por supuesto, hay una inmensa mayoría que dirá que no es así, pero para muchos otros la Iniciación es el escenario de lo sagrado en movimiento. Para los esotéricos, en especial, es el despertar de portales de luz íntima que el Masón positivo podrá disfrutar en el regazo más recóndito de su ser.

La anti Iniciación

La personalidad humana se forma en esta sociedad bárbara de consumo en donde el valor de la compasión se usa cada vez menos. Los estímulos básicos de bondad y de generosidad se cambian al egoísmo y la mezquindad, y la misión de cada persona es salvarse ante aquello que pesa sobre todos y que se conoce como miseria material. Y para muchos hay que hacer lo que sea por el éxito y la abundancia material, aún en sacrificio de lo que muchos pierden y jamás vuelven a recuperar: la moral.
No se comprende bien eso de que los mundos instintivos pueden derribar imperios, pero cada día lo podemos ver mejor.
En un escenario de individualización radical, el fuero interior se desarrolla en respuesta a una interacción muchas veces cruda e insensible frente a los anhelos de bienestar y progreso de la mayoría, lo cual debería ser el objeto de toda sociedad. Pero los instintos superiores tales como belleza, justicia, armonía, paz, etc., se desdibujan en medio del utilitarismo social más aberrante.
Incluso para muchos masones ocurre que hay escenarios en sus Talleres en los cuales el cultivo de los principios esenciales de la Orden es inexistente.
Pero no siempre es así y por supuesto hay otros escenarios mucho más venturosos.

Iniciación en tierra fértil

Pasa también que la semilla que es la Iniciación cae en un buen terreno. Allí se producirán toda clase de fenómenos que operarán transformaciones realmente sorprendentes en el corazón humano.
Bien dice el adagio popular que para cambiar a las personas es necesario que vuelvan a nacer para hacerlas de nuevo. La Iniciación es justamente en términos reales un nuevo nacimiento, un recomenzar con todo aquello que el individuo trae a la Masonería.
Por supuesto, es un proceso que puede ser tortuoso y hasta doloroso porque la Orden Masónica es capaz de retirar de la vida del Masón muchas cosas a las cuales él se apega incluso a veces con gran pasión y que considera como de importancia central en su vida.
Hemos visto que los cambios y transformaciones son lentos; pero también hemos visto que un Iniciado puede recibir modificaciones en su vida que pueden ser muy rápidos. En ambos casos es algo implacable porque a la marcha del “péndulo” nadie se puede oponer.
El proceso de maduración de un Masón puede ser muy diferente a la de una persona que no lo es. El Masón es sometido a muchas y diversas presiones psicológicas; lo interesante del proceso es que vive todo ello con herramientas que le permiten ver las cosas de otra manera.
Para un Masón una crisis puede ser una enorme oportunidad de progreso espiritual, intelectual o material. En muchas ocasiones, para una persona que no ha ingresado en la Orden, la misma circunstancia puede derribar de tajo una vida completa.

Unir lo disperso

La figura de Osiris descuartizado por su Hermano Seth es una alegoría que traemos aquí para que se le dé una interpretación particular: los trozos de Osiris son dispersados por todo Egipto, pero Isis los encuentra y puede volver a unirlos, a excepción del falo que ella misma elabora de oro, y da vida de nuevo a su amado Hermano. Es un resucitado que vuelve para ser el Dios del inframundo que para nada es un infierno sino el paso de esta vida hacia el cosmos y la eternidad.
En términos de la Tradición, es factible comparar esta leyenda con el ser interior de un ser humano que sometido a las fuerzas de la naturaleza es fracturado en numerosas partes. La sociedad y la cotidianidad son capaces de destruir los más nobles sueños y propósitos de la humanidad, pero ella puede rehacerse, reconstruirse y renacer.
En realidad, esas es la Iniciación Masónica.
Solamente la misma naturaleza pero en principios superiores, simbolizada como Isis, puede lograr reconstituir a esa persona.
Se puede apreciar que en esta antigua leyenda se parodia la vida del primer padre de los faraones y se le indica a los Iniciados que es necesario comenzar un proceso de reintegración de todo aquello que está disperso en la propia interioridad y que luego de aquello es posible encontrar a un nuevo hombre, coherente, con una armonía existencial recuperada para convertirse en un ser trascendente.
Los egipcios desde hace más de cinco mil años manifestaron que la dualidad de este universo era necesaria para encontrar una tercera fuerza que sintetiza y permite comprender la perfección.
La leyenda de Osiris es vida y muerte, luz y oscuridad… El juego de lo dual permite conocer y ensayar experiencias.
Todos estos símbolos cuando se conjugan en la mente de un Masón concentrado en su progreso interior hacen verdaderos prodigios.