Ignacio…

RAMIRO ESTRADA SÁNCHEZ./

Ignacio…

Tan hemos carcomido el concepto de solidaridad, que cuando alguien se levanta en defensa de los de abajo, surge la suspicacia: -Algo ha de andar buscando.

Aquellos tiempos del  buen samaritano, se han perdido en el abismo de los siglos. Nos queda el escepticismo, la desconfianza, el egoísmo: Que cada quien se rasque con sus uñas. A mí, ¡vaya  que me costó hacer lo que tengo!

Así, nuestro diario caminar se apuntala en la acera contraria a la de todos los demás. Apenas soportamos el acompañamiento de nuestra sombra. Pero es tan difícil desprenderse de ella. Y cuando ya no la vemos es porque ha llegado la densa oscuridad nocturna.
Pero no todo está perdido. En cualquier parte del mundo, hay seres que luchan en nombre de la libertad y de la justicia. Son los Quijotes de todos los tiempos. Generosos adalides que han escapado de una novela de caballería que nunca se escribió.

Claro, su número es tan escaso que lastima. No obstante, en tanto haya esta casta de héroes civiles, la esperanza de una humanidad redimida seguirá latiendo, palpitando, aunque a veces el desánimo nos haga caer en el fatalismo.

Ignacio Zapata Narváez, era de esos luchadores sociales que están  siempre al lado de quien necesitara un apoyo, una defensa contra los molinos de viento y los gigantes de la indiferencia, la injusticia, la corrupción, el maltrato.

Ya no habrá ni voz, ni puño alzado, ni presencia física de Ignacio Zapata, en las manifestaciones y mítines en favor de los desamparados, de los usuarios de transporte, de los ex – braceros, de esa vertiente infinita de gente que sufre los embates del poder político o económico.

Este miércoles 15 de agosto, murió vencido por la enfermedad.

Pocos como él, en estos atormentados días, han concitado tantos homenajes en letra y voz de quienes le conocieron, de quienes estuvieron cerca de su núcleo vital, de quienes le admiraron. Incluso, tal vez, de quienes algún día fueron sus adversarios y detractores.
La integridad, después de todo, no es una rémora para el reconocimiento de una sociedad que suele voltear la espalda a los valores.

Abro mi buzón electrónico. Encuentro un correo de Ariel Núñez Charles. El autor de “El piropo”, propone que el 15 de agosto sea declarado “Día nacional del activista social.” ¿Alguien puede oponerse a esa iniciativa por demás plausible?

Carlos Ruiz Cabrera, apasionado universitario, líder sindical que defendió con hidalguía la autonomía universitaria, a pregunta expresa, me dice  de su compañero y amigo: “Nacho Zapata significó el eslabón que en la época pasada y en ésta, contribuyó al movimiento de la izquierda progresista en Nuevo León, e incluso, en el país”.

Arnulfo Vigil, su hermano de causas, le dedica un editorial en El Porvenir. Entresaco: “…La corrupción no te tentaba  a pesar de que muchas veces los bellacos del poder te ofrecieron dinero, prebendas y otras cosas para que desistieras de la lucha y no lo aceptaste, por eso podías gritarles a los corruptos, por eso eras libre…”

Su nombre: Ignacio Zapata Narváez, ya es patrimonio de todos los pobres, de los tratados con desprecio por las jerarquías de cualquier índole, de los ofendidos por las injusticias del sistema…

Se le ha sepultado en su vientre de tierra y de raíces. Pero su ejemplo permanecerá como referencia para que otros recojan su voz, su coraje, su indignación, su casta…

Lamento, mucho, no haberle llamado para conocerle en persona y entrevistarlo para “Historias y personajes”. Su número quedó consignado en mi agenda telefónica. Nada más.

Imagino que un  calosfrío debe haber recorrido la entraña de quienes fueron testigos de su sepelio, cuando entre lágrimas y aplausos, corearon, a un solo golpe de garganta: “Nacho vive, la lucha sigue.”

Y sí, Nacho vive.
Y en efecto, la lucha sigue…

Fuente: http://elregio.com/archives/22346