Nadie sabe a ciencia cierta cuándo o dónde se inició la masonería. Lo que sí sabemos es que la historia de la masonería está íntimamente ligada a la historia de los constructores, arquitectos y albañiles de la antigüedad.
Algunas personas creen, erróneamente, que la masonería es una fraternidad milenaria. Cuando los masones alcanzamos el tercer grado se nos dice que la masonería jugó un papel importante en la construcción del Gran Templo de Israel a cargo del rey Salomón, Hiram de Tiro e Hiram Abif. Algunos documentos masónicos van más allá y la sitúan en el antiguo Egipto, Grecia o Roma. Otros se han remontado a las caravanas de constructores bajo la tutela de los Papas y no pocos la relacionan con los Caballeros Templarios o los Rosacruces. ¡Incluso las Constituciones de Anderson se remontan a la era de Adán y Eva y pasan por Jesucristo hasta llegar a la Inglaterra del siglo XVIII! Todo esto es absolutamente falso. La masonería no existía ni remotamente por aquellos años, como tampoco existieron Adán y Eva, y la leyenda del Gran Templo no es sino una metáfora que diseñamos muchísimo después para ilustrar los principios y valores de la masonería. La Gran Logia Unida de Inglaterra, la primer institución masónica del mundo, lo ha aclarado hasta el cansancio.
De cualquier forma, la masonería es una fraternidad antiquísima. Los primeros indicios de su existencia se remontan al siglo XIII, época en que algunos albañiles (en francés, maçons) comenzaban a independizar sus gremios de la tutela de los benedictinos. Los nuevos gremios, algo así como los sindicatos de la actualidad, monopolizaban la construcción de las catedrales y los castillos, que a su vez eran los proyectos más lucrativos de la época. Para descansar se reunían en chozas o talleres (en francés, loges) en donde a su vez llevaban a cabo sus juntas y reuniones. Como era común en esos años, los gremios adoptaron ceremonias y rigurosos procesos de admisión y selección para proteger sus técnicas y conocimientos de albañilería y construcción del gótico. Asimismo, los conocimientos eran impartidos de acuerdo a su jerarquía en las obra: maestro, compañero o aprendiz. Dada su relación con la Iglesia, basaron todos sus ceremoniales en la Biblia, y dado que eran constructores, recurrían frecuentemente al único pasaje bíblico que detalla un proceso de construcción: la construcción del Templo de Salomón.
Con el tiempo los gremios se fueron creciendo y diseminando en varias ciudades. Como no existían los certificados ni las membresías, comenzaron a adoptar palabras que les permitían comprobar su jerarquía en otra ciudad. De esta forma, si alguno de ellos decidía emigrar a otra parte sólo tenía que entrar en contacto con alguien de su jerarquía en el gremio y hacerle saber la palabra secreta, lo que le aseguraba entrar con un mejor sueldo que el de aprendiz y no estar en observación por varias semanas.
A finales del siglo XVI los gremios estaban a punto de desaparecer tras la entrada del estilo renacentista que los había sacado del mercado. Deseosos de conservar su organización, dado que la fraternidad no solo les ofrecía seguridad en el empleo sino un estatus en la sociedad, comenzaron a adoptar miembros honorarios, personas ricas e influyentes que aceptaban entre sus filas y que les servían de tutela y protección frente a la nueva competencia. Dado que ya no sólo se componían de constructores, los gremios comenzaron a identificarse como Fraternidad de los Masones Libres y los Aceptados, mismo que ha conservado hasta la actualidad. Una de las primeras evidencias de esta evolución es el diario de Elías Ashmole, el fundador del Ashmolean Museum de la Universidad de Oxford, que en 1646 detalla su iniciación en la casa de su suegro en Warrington.
La fraternidad fue evolucionando con el paso del tiempo. Dado que las políticas y procesos de selección eran muy rigurosos y el nivel cultural de los miembros era alto en comparación con los estándares de aquella época, pronto se convirtieron en el destino favorito de los intelectuales, mismos que al pasar a formar parte de la masonería obtenían el respaldo de un grupo influyente en la comunidad y la tranquilidad de poder discutir cualquier tema sin miedo a filtraciones o represalias de las autoridades civiles o religiosas debido al juramento de secrecía que se practicaba.
Ya para el siglo XVIII la composición de la fraternidad había cambiado por completo. Los miembros dedicados a la construcción habían pasado a ser la minoría y los intelectuales habían asumido el control de la organización. El 24 de junio de 1717 cuatro logias de Londres acordaron reunirse en la Goose and Gridirion Alehouse (la Taberna del Ganso, destruida en 1894) para formar la primera institución formal que regiría a la fraternidad en lo sucesivo: La Gran Logia Unida de Inglaterra. Tres de esas cuatro logias fundadoras sobreviven en la actualidad: Antiquity No. 2, The Lodge of the Rummer and Grapes (ahora llamada Royal Somerset House and Inverness Lodge No. 4) y The Lodge at the Apple Tree Tavern (ahora llamada Lodge of Fortitude and Old Cumberland No. 12).
Como era de esperarse, la creación arbitraria de una institución directora de toda la masonería no fue bien recibida por todos y en 1751 se fundó en Londres una segunda gran logia: La Gran Logia de Antiguos, Libres y Aceptados Masones, idéntica a la primera pero con un ceremonial distinto para el grado de Maestro. Los partidarios de la nueva gran logia se hacían llamar antiguos porque decían representar fielmente los principios de la fraternidad original. Los partidarios de la primera institución fundada en 1717 pasaron a llamarse, irónicamente, los modernos. Ya para esas fechas se habían reclutado a destacados personajes y miembros de la nobleza europea y en 1786 uno de ellos, Federico II de Prusia, encabezó el primer intento de unificación de la fraternidad al proponer un reglamento, ceremonial y estructura de grados muy completos pero basadas ampliamente en la religión Cristiana, lo cual impedía o dificultaba el acceso a la orden a personas de otra religión.
Sin embargo, la rivalidad entre ambas terminó en 1813 con la reforma a la Gran Logia original, misma que pasó a llamarse Gran Logia Unida de Inglaterra de Masones Antiguos, Libres y Aceptados. Al unificarse acordaron crear una Logia de Reconciliación que durante 2 años recibió propuestas de ceremoniales y estándares de todas las logias. En 1816 la Logia de Reconciliación presentó su propuesta final de liturgias y estándares completamente laicos. Desde entonces se acordó reconocer a la Gran Logia Unida como autoridad rectora de la masonería a nivel mundial, y es ella quien reconoce y da legalidad a las demás grandes logias del mundo. A partir de esa fecha la fraternidad ha crecido de forma estandarizada (las logias y grandes logias que siguen esos estándares se denominan regulares y son las únicas logias oficiales) de tal forma que en la actualidad se encuentra presente en casi todos los países de la Tierra y su lista de miembros abarca millones de personas que, día con día, se reúnen para ejercer su libertad de expresión, aprender, y recabar fondos para la institución filantrópica más grande del mundo.