Editorial del periódico el Regio

Estimado ingeniero Leopoldo Espinosa Benavides, director general de Regio.com 

El miércoles pasado, primer día de febrero, me dirigía a una rueda de prensa en el MUNE. Ya para cruzar la avenida Pino Suárez, casi nos lo impide un grupo de manifestantes. ¿Quiénes eran?¿Cuál era el motivo de su protesta? Para mí fue una sorpresa agradable ver que eran ciudadanos protestando en contra de las reformas al artículo 24 Constitucional y, principalmente, en contra de la intención clerical de incorporar la enseñanza religiosa en el sistema educativo mexicano.

No eran unos cuantos. Eran muchos. En la televisión escuché después que 3,500. Y llevaban muchas pancartas. Muchas, a la vez que repartían volantes en los que explicaban su postura: "Somos un movimiento integrado por ciudadanos ajenos a cualquier partido político. Nuestro único propósito es hacer conciencia de la importancia de preservar un ESTADO LAICO en México.

Ya en los noticieros televisivos, encontré otra sorpresa muy grata: Entre los participantes, había un buen contingente de masones. ¡Bravo!¡Eureka! Finalmente la masonería, que se dice heredera de Juárez, abandona su letargo, olvida aquel viejo e inexplicable argumento de: "No somos un grupo de choque para salir a la calle", y decide enarbolar y defender el principio del laicismo que es la raíz más profunda de las libertades del ser humano.

Un Maestro - así, con mayúscula - de relevancia extraordinaria en la historia nacional, Justo Sierra, tuvo este concepto del laicismo educativo: " La escuela laica es la única que puede realizar la educación nacional. La única que puede respetar todas las creencias. La única que puede ser neutral ante todas las filosofías. La única que puede educar a la República en el respeto a la más cara de las libertades: la libertad de conciencia. La única que puede fundar la sola religión compatible con todas las religiones: LA RELIGIÓN CÍVICA."

Hay que exhortar a todos los hombres progresistas y liberales, para que secunden este movimiento patriótico, antes de que nuestro silencio e inacción den un empujón más a las instituciones nacionales que, de por sí, ya están al borde del precipicio.

Atentamente: 

Ramiro Estrada Sánchez.