La Gran Obra y las vías alquímicas internas

By on mayo 29, 2016

Patrick de La RIVIÈRE

Durante la realización de la Gran Obra alquímica y después de que el Adepto haya trabajado las «Vías Externas» o Metálicas —aspecto muy evocado en mis estudios publicados anteriormente—, se pone trata de la delicada y siempre indispensable cuestión de las «Vías Internas»; aquellas que buscan y persiguen la inmortalidad del «verdadero Ser». Pretender levantar este sublime Velo en unas pocas páginas, es poco menos que temerario: un desafío de muy difícil solución.

Fruto de las antiguas Iniciaciones greco-egipcias, los auténticos Arcana Arcanorum del Rito de Menfis-Mizraim (Régimen de Nápoles) abren las puertas —gracias a una praxis eficiente— de:

—La Hierofanía, de la Teúrgia y Taumaturgia sagradas, por el «contacto espiritual» (evocaciones e invocaciones) con los Eones-Guía y los Egrégores invisibles.

—La Alquimia Espiritual, conduciendo hacia la realización de la Piedra Filosofal en uno mismo; a fin de transmutar el vehículo (cuerpo-psique) de su Ser Espiritual en «Cuerpo de Gloria» (Aureӕ Gloriӕ, según San PABLO).

Por propia naturaleza, conviene aprender la Armonía Cósmica, intentando interiorizar «aquello que pasa al otro lado del espejo» (cf. la celebración de los Misterios de Eleusis, de los Misterios órficos, y de los Misterios de ISIS y OSIRIS; y el Libro de los Muertos de los antiguos egipcios, etc.). Ciertos textos de Lucio APULEYO de MADAURA y de PLUTARCO evocan y son portadores de restos y fragmentos de los Misterios Iniciáticos del pasado. Por lo tanto, conviene generalizar la unión o el «Matrimonio Cósmico» entre el Cielo y la Tierra, en toda la aceptación del término; y estudiar todo lo que ha llegado hasta nuestros días, a fin de reconstruir ese pasado misterioso e iniciático. Aceptando lo anterior, cabe preguntarse: ¿Persiste la consciencia después de la muerte física? El Iniciado puede responder afirmativamente a esta pregunta, de acuerdo a sus conocimientos (que estarán ligados, de manera efectiva, a la práctica cotidiana). En cuanto a la permanencia de esta consciencia post-mortem, de acuerdo a las creencias puramente religiosas y fundadas en la Fe y en la Esperanza: ¿Le sería posible recoger la prueba de una cierta «Inmortalidad Consciente» sólo reservada a los Adeptos?

Giuliano KREMMERTZ no dudó en escribir lo siguiente: «El Santo puede obtener la Gracia; el Mago debe completar la Obra Divina. El primero, no necesita de la Ciencia; el segundo, no existe sin la Ciencia (Hermética)». Más allá de esta aseveración, propiamente hermética, el Ser humano posee cuatro Cuerpos: el Cuerpo Saturnal o Físico, que se alimenta y se reproduce; el Cuerpo Lunar, sensible y emocional; el Cuerpo Mercurial o Mental, que marca la personalidad; y el Cuerpo Solar, que define la individualidad —no mental; sino, esencialmente, divino—. Si bien, el Cuerpo Solar se manifiesta a través del Cuerpo Mercurial; que lo hace a través del Cuerpo Lunar; que lo hace a través del Cuerpo Saturnal. Es decir, el Cuerpo Solar va derivando su propia manifestación en sus diferentes Cuerpos inferiores; hasta que, al final, se manifiesta en el Mundo Físico o Fenoménico a través del Cuerpo Saturnal. Pero, según esta «constitución oculta», estos cuatro Cuerpos son, en realidad, un «mismo Cuerpo» (no están separados, ni son independientes); que se interpenetra entre sí; marcándose, en cada uno de esos estados, sólo las diferencias de consciencia.

Consecuentemente, el Cuerpo del Adepto adquiere, en sí y por sí mismo, toda la importancia de un auténtico «laboratorio de las Vías Alquímicas Internas». Así es como lo manifiestan con total determinación, precisando gran número de detalles, Cesare della RIVIERA, en su Mundo mágico de los Héroes (Monde magique des Héros); y ROSINIUS, en su Rosinus ad Sarratantum Episcopum:

«Esta Piedra es una cosa que se encuentra en ti mismo, y en ninguna parte; fue creada por Dios. Y en ti está la mina de la [Prima Materia]; la cual, es extraída de ti mismo… Y de la misma manera que el Hombre está compuesto de cuatro elementos, de igual forma lo está la Piedra. Y así como ella procede del Hombre, en ti está la mina de donde se extrae; a saber: por la Operación. Ella es extraída de ti mismo; a saber: por la Ciencia. Dicho de otra manera: ella está fijada en ti; a saber: en el Mercurio de los Sabios. Pero tú eres la mina; es decir, que ella está encerrada en ti y tú la tienes oculta; y ella es extraída de ti…».

Por tal motivo, el Adepto debe captar el Noûs y el «Fuego Secreto» —que es el Spiritus Mundi o Éter (el Akash de los hindúes, la radiación ígnea de la Materia) vehiculado por el Rocío (Rosée) de los Alquimistas, y corporizado en sus sales filosóficas— para hacerlo madurar y mutar poco a poco en su interior, hasta provocar una ascesis rotativa y cíclica; que se identifica con los ascensos y los descensos del Kundalini por los canales de «control» y «función», según la Alquimia chino-taoísta. La Esencia debe sublimarse en el Aliento (Espíritu transferido por Dios al Hombre, en el momento de la Creación); y el Aliento, finalmente, en Energía Espiritual. El Adepto se asimila al Aliento (y no a sus Pensamientos) por la respiración consciente; identificándose, así, con la Serpiente de Fuego o «Fuego Secreto» alquímico.

Es por la práctica constante de ejercicios de «presencia corporal» y de «presencia espiritual» que el Adepto puede esperar el verdadero «despertar» fulgurante o Satori (término japonés que designa la iluminación en el budismo zen, y que se traduce por «comprensión»), produciendo la «iluminación mística liberadora o búdica». A menudo, esta consciencia del Ser y de la Presencia constante no se aplica al Ego, escondido entre sus gangas y cortezas; pero sí al «Ser Espiritual», al auténtico «Yo», que no puede despertar salvo por una verdadera «des-identificación» del simple «Yo» característico de la personalidad corriente que está revestida de sus «máscaras» (la  palabra «persona» significa «máscara»).

«Yo… es  [el] Otro…», escribió  el  inspirado  poeta  Gérard de  NERVAL (1808-1855); y  «Yo soy [el]

Otro…», proclamó Arthur RIMBAUD (1854-1891).

Por consiguiente, el Adepto debe saber, conscientemente y en vida, ascender hasta el Cielo; a fin de tener y apreciar la certidumbre de su propia «inmortalidad». Os puedo asegurar (por haberlo experimentado el que escribe estas líneas) un sentimiento de extrañeza, que sólo sucede durante la «primera vez», al tener la visión de contemplar vuestro Cuerpo Saturnal o Físico, por encima y separado de vosotros. Algunos ya conocen muy bien esta sensación…, y saben cómo afrontarla.

En el Antiguo Egipto, el KA (el «doble fluídico»), el Pájaro BA (el Alma) y, aún más certeramente, el sagrado IBIS (que es la «encarnación» del dios THOTH-HERMES) simbolizan este fenómeno natural de exteriorización. Pero, otra cosa es lograr el FÉNIX (la «Piedra al Rojo»), el mítico Pájaro BENNU o BENNO de los egipcios (el CISNE de los griegos), que «renace de sus cenizas», dando lugar al Cuerpo Glorioso y Solar…

En efecto, no se trata sólo de lograr el desdoblamiento consciente del «Cuerpo Astral»; sino de reforzar y de sublimar el Cuerpo Solar. Los Taoístas chinos, siguiendo las «Vías Internas» de los Tan-Tien (1), después de haber realizado en ellos mismos el Embrión o Feto de la Inmortalidad (2), debían «ascender al Cielo en pleno día», según la expresión consagrada (o sea, de manera lúcida y consciente). Pero estos alquimistas del Alma humana o Hun, dividían a ésta en tres partes muy bien diferenciadas: el Yang-Shen (Espíritu Positivo); el Yin-Shen (Espíritu Negativo); y el Yuan-Shen (Espíritu Original), verdadero Cuerpo Inmortal o Cuerpo Glorioso.

El Yang-Shen es la parte responsable de esta Vida material, y forma pareja con el Cuerpo Físico. El Cuerpo Físico es la parte Yang o visible; mientras que el Yang-Shen es la parte Yin o invisible. Los dos forman una pareja que se apoya mutuamente: uno no puede existir sin el otro. En cada Vida hay un Yang-Shen distinto. El Yuan-Shen (Espíritu Original) y el Yin-Shen (Espíritu Negativo) son las partes del Espíritu que acompañan al Ser desde la primera vez «que llega a la Tierra». Los mismos Yuan-Shen y Yin-Shen perduran desde el Principio de la Creación hasta el presente. El Yin-Shen es el «banco de datos» del Yuan-Shen (Espíritu Original). Para el que le interese, he dejado resumido este largo proceso psicofísico en dos obras; por lo que no lo voy a tratar en este artículo: Alchimie: Science & Mystique (De Vecchi, París) e Histoire des Religions (Trajectoire, París).

Haciendo abstracción, con la intención de exponer esta «Vía Real» y de referirla al contexto hindú y sufí (cf. las mismas referencias bibliográficas), se puede decir que aquella está muy relacionada con el Antiguo Egipto. Precisamente, en el Libro de los Muertos (cuyo verdadero nombre es Libro para la Salida al Día o Peri Em Heru) se expone, explícitamente, lo siguiente: «Tu Cuerpo Glorioso reposa en el seno de RE, en el medio de las Jerarquías Celestes» (capítulo CLXIX); «de igual forma que, delante de HORUS, has adquirido un Cuerpo Glorioso, un Sahu» (capítulo LXXVIII).

Pero si descomponemos la palabra Sahu (Cuerpo Espiritual o Glorioso, que es «incorruptible y duradero»), obtenemos una sorprendente conclusión: la voz Sa designa al misterioso fluido que es transmitido por el Dios Supremo IMEN-RE (AMON-RA para los griegos) al Faraón, que se une en aquel con el Hu; es decir, Sahu significa, literalmente, «una gota de sangre del Dios RE» (3).

Como no puede ser de otra manera, en esta unión del Sa y del Hu se materializa la unión de las Vías Internas o Espirituales con las Externas o Metálicas. La «sangre o azufre solar» simbolizan a la perfección la Piedra Filosofal. Por otro lado, si decimos que, para los egipcios, el Oro fue, desde un punto de vista metafórico, la «carne de los Dioses», y, a la vez, sabemos que la exposición ritual de sus estatuas al Sol les confería la virtud de acumular magnéticamente el Noûs solar, se puede constatar la coincidencia de las Vías Alquímicas «internas» (aire inspirado, semen, saliva, orina…) con las Vías Metálicas «externas» (alegóricamente, «Semilla mercurial», «Leche virginal», «Sangre de la Piedra» o «Tintura de azufre rojo o Tintura mercurial»…).

De todo esto, se puede deducir una interrelación entre las dos Vías («interna» y «externa») que nos permite realizar el Gran Arcano; y, para ello, según nuestro conocimiento actual, sólo hay una manera de conseguirlo: la Gran Orden de Osiris (Grand Ordre Osirien), que ha demostrado ser la única detentadora del Secreto.

¿Cuál es la naturaleza de la «Sangre» que menciona CAGLIOSTRO, cuando se refiere a su retiro ascético? PARACELSO, utilizando un discurso alegórico, trató este aspecto (Patrick de la RIVIÈRE, Paracelse ou la Lumière de la Nature; Philos-Nature, 2009).

No olvidemos que la «Vía Vampírica» constituye una réplica exacta y muy real de lo que estamos tratando; para la que la inversión de las Vías «internas» también tiene por finalidad la realización del Cuerpo de Gloria.

El desarrollo del «Ser Interior» y del Cuerpo Espiritual han sido tratados en los Misterios de ISIS (cf. APULEYO, El Asno de Oro), y en la muerte y resurrección de OSIRIS (cf. PLUTARCO, De Iside et Osiride). Según ENEL, los jeroglíficos sagrados reafirman, de igual manera, las formas hierofánicas impregnadas del Éter.

Lo mismo puede decirse de los ABRAXAS gnósticos de procedencia griega; lo cuales, reafirman los arcanos hierofánticos, que convendría estudiar escrupulosamente.

También hay que mencionar la «salmodia con vocales sagradas» en Egipto; luego, utilizada en Grecia, durante la celebración de los Misterios órficos y dionisíacos; después, en las escuelas de PITÁGORAS y de PLATÓN (la Música de las Esferas); y, más tarde, en la Tradición de los gnósticos: los Nombres hierofánticos, IOA, IAO…, los que pertenecen e identifican a los Espíritus Divinos y a los Elementales, los que se refieren a los 72 Genios de la Cábala, etc…

Sólo a través de estas prácticas catárticas y de comunicación con el Anima Mundi el Adepto podía experimentar el verdadero trance; diferenciándose del Misticismo, que, a veces, ofrece una visión subjetiva. Este trance le inducía a cultivar el instante presente y el estado de presencia constante, para alcanzar una comprensión de la realidad circundante (visible e invisible). Esta es la conquista (Hic et Nunc, Carpe Diem) de la Presencia Total (corporal o física, psíquica y espiritual) en el Ser.

Este es el «Estado Natural» en el RIGPA o en el Dzogchen tibetano (la «Gran Perfección»; que se obtiene por el Trekchöd, que es el «atravesar hacia la Pureza Primordial», seguido por el Tögyal, que es el «cruzar hacia la Presencia Espontánea»); o el Tchen-Jen (el que está liberado, el hombre verdadero u hombre desnudo, «el que está en la Unidad correcta») en el Tch’an o Zen chino. Esta práctica controlada tiene por objeto provocar «sueños lúcidos» (el sujeto permanece consciente cuando sueña) y sueños «de claridad» (donde se obtiene el sentido simbólico e iniciático que se pretende), de manera que se adquiere la constatación progresiva de la ilusión de la existencia  del

«Yo», tal como lo consideramos, por lo general, en la Tradición Perenne occidental. Por lo tanto, se obtiene la consciencia de la ilusión del Ego (constituido por los añadidos).

Por lo tanto, la consciencia errónea del Ego debe, de manera progresiva, ceder su lugar al Ser espiritual que habita en nosotros, dotada de una consciencia clara y discriminante. El verdadero Adepto es el que llega a esa precisa constatación.

Parafraseando al sabio y poeta tibetano Jetsun MILAREPA (1052-1136), discípulo del gran Marpa LOTSAWA (1012-1097), podemos decir que, por encima de la impermanencia (la incapacidad para que la realidad se mantenga en un mismo lugar, estado o calidad) universal de las cosas, se sitúa «la naturaleza inmortal e infinita del Espíritu». Pero, qué es «la naturaleza del Espíritu»; sino la Vacuidad, tantas veces mencionada por el sabio y filósofo hindú NĀGĀRJUNA (150-250), fundador de la escuela madhiamaka (camino del medio)…

De esta manera tan eficaz, hemos puesto en marcha estas Vías Alquímicas Internas, al objeto de obtener el Cuerpo Glorioso de Luz «con los colores del Arco Iris», rememorando, a continuación, este proverbio tibetano: «Jamás confundáis la Comprensión con la Realización; y, mucho menos, confundáis la Realización con la Liberación»; y, añadiríamos, con el Amor, la Fraternidad Universal y la Paz. Y esto no es cualquier cosa; es una verdadera escuela de sabiduría…, de la que estamos obligados a obtener una lección indeleble.

*

*          *

Notas

(1)Los Tan-Tien son campos o puntos de Energía en lugares específicos del Cuerpo. Son activos; pues a través de ellos la energía se conecta al exterior, y podría perderse. Los más significativos son el Tan-Tien inferior, que se encuentra en la región del ombligo; el Tan-Tien medio, que está en la zona del corazón o plexo solar; y el Tan-Tien superior, situado entre las cejas. Cada Tan-Tien está controlado por una Puerta; que están situadas a lo largo de la columna vertebral. La Puerta inferior, está entre los riñones; la Puerta media, entre los omóplatos; y la Puerta superior, está donde se une la columna vertebral con el cráneo. La apertura de estas Puertas permite a las Energías circular u obturarse.

(2)El Feto o Embrión Inmortal. Las circulaciones conscientes y sucesivas van conduciendo a la formación de la Semilla del Espíritu Original. Esta Semilla es la recuperación del vapor primordial indiferenciado del Tao; y se logra cuando las transmutaciones de las tres Energías están completas. Se localiza, crece y se desarrolla en el Tan-Tien inferior, va madurando y ascendiendo por el cuerpo hasta que llega a emerger por la cima de la cabeza. Cuando el cuerpo, o concha o cáscara, muera; esta Energía se reunirá con la Energía del Cosmos o Tao.

Según los textos egipcios, el Hombre posee: un Cuerpo Físico o Jat; un Cuerpo Espiritual o Sahu; una Fuerza Vital o Anj; un Espíritu (Alma Racional) o Ba; un «Doble etéreo» (Cuerpo  Astral) o Ka; una Inteligencia (Espíritu Divino) o Ju; su Sombra o Jaibit; una Forma o Sejem; un Corazón (Mente o Cuerpo Psíquico) o Ib; y un Nombre o Ren. El Cuerpo Físico, liberado de la mayoría de las partes fácilmente corruptibles (mortales), para ser preservado, era limpiado con natrón; rellenado de especias y plantas aromáticas; envuelto —o empaquetado— con vendas de lino; y protegido por amuletos y textos religiosos, aguardando en su tumba la «visita» de su Ba. Quizás, preservado hasta que acontezca su Resurrección.