Los masones no tratamos temas políticos ni religiosos en nuestras reuniones de trabajo. Es norma de obligado cumplimiento desde que se instituyó la neomasonería o masonería del pensamiento y del espíritu, que figura en primer plano de los Reglamentos que desarrollan nuestras Constituciones, desde la fundacional de 1723.
Sin embargo, a los masones nos concierne muy directamente todo aquello que afecta al ser humano, definido como manifestación específica de la evolución universal en curso. Y, por lo tanto, como ser social.
Nuestros científicos parecen haber descubierto que venimos del momento 10 elevado a -43 en el tiempo y que nos dirigimos, a bordo de nuestra galaxia en expansión, hacia no se sabe dónde. Los masones preferimos escuchar en nuestras consciencias la Sabiduría de esa Tradición Primordial que une a todos los hombres en la certeza de que somos manifestación del Ser Único, como parte del universo en que se manifiesta y que, por ello, no podemos dirigirnos a ninguna parte que se halle fuera del Ser Único.
¿Es tan difícil comprender que el ser humano no fue antes lo que es ahora y que no será mañana lo que ahora vemos? ¿Es dudoso que la Idea-Hombre esté contenida, como lo está cuanto ahora existe o haya de existir, en esa eclosión esencial? ¿No tenemos evidencia del carácter de mini-manifestación de un proyecto de futuro que es cada individuo humano?
La tendencia característica de nuestra especie traza una trayectoria inalterada, aunque a menudo interrumpida, hacia la estructuración de la humanidad como Sociedad universal. Es tambien evidente que, sin excepción, ha habido masones comprometidos en cuantas iniciativas relevantes han ido surgiendo, a lo largo de los últimos trescientos años, con el propósito de consolidar los pequeños o grandes logros humanos en tal sentido.
No es ningún secreto que una logia masónica es la representación simbólica de un microcosmo en el que se aspira a que reine auténtica Paz, a fin de que sus hombres, buscadores de la Luz que conduce hacia la Verdad puedan sentir, vivos y activos dentro de sí mismos, los principios que son soporte de la especificidad humana. Es mediante ese psicodrama como expresamos nuestra voluntad constructora. Por ello, estamos sistemáticamente en contra de la violencia en todas sus versiones y en favor de la Vida en todas sus manifestaciones. No son éstas meras expresiones grandilocuentes, ni tan esotéricas que dejen de poder ser formuladas en versiones asequibles a cualquier conciencia humana:
Queremos la auténtica Paz, que no es otra que la que ha de surgir de la armonización de las diferentes percepciones de la realidad, renunciando a dar a cada percepción un valor absoluto. El único valor absoluto es la vida de cada ser humano como eslabón de la cadena de construcción del Hombre .
Los masones estamos en contra de toda guerra y , por lo tanto, en contra de la guerra que, con las mismas excusas argumentales de siempre, han desencadenado ahora los fanáticos de turno. Los que, a lo largo de la historia, han venido dando valor absoluto a sus criterios por encima de la Vida y a costa de ella. Por encima del Amor inteligente y a costa de él.
Lamentamos profundamente que quienes han sido elegidos regularmente por mayorías humanas pretendan suplantar a esas mayorías, y a las importantes minorías que configuran la humanidad en sus rfespectivos países, arrogándose un poder decisorio sobre la Vida . Es algo para lo que nunca fueron ni podrían haber sido "elegidos".
Nos duele percibir la incongruencia entre los postulados de las diversas etiquetas de espiritualidad que exhiben quienes hacen protestas de fidelidad a religiones positivas, ya protestantes, ya católicos, ya musulmanes, ya judíos, y la realidad de sus actuaciones históricas. ¿O es que las interpretaciones dogmáticas esclerotizan la espiritualidad mostrando en ellos, trágicamente, su incapacidad para guiar al mundo por la senda evolutiva a la que aspira toda la humanidad?