Septiembre negro

El 11 de septiembre de 2001 sacudió al mundo entero con un horrible crimen en Nueva York. Un atentado terrorista sin precedentes acababa con la vida de miles de personas en pleno corazón de Manhatan. Los medios de comunicación y los foros políticos internacionales se han visto sorprendidos por el terrorismo y la barbarie. Las declaraciones de condena se han sucedido a todos los niveles y se ha tomado consciencia de la necesidad de dar una respuesta adecuada , a escala mundial, a quienes promueven, organizan o ejecutan actos tan execrables.

Pero el deseo de venganza no puede suplantar a la justicia. Es indudable que nadie verdaderamente identificado con las conquistas del mundo democrático puede quedar indiferente ante las amenazas que plantean tanto el terrorismo como las causas ideológicas de diversa índole que lo alientan. Tenemos ante nosotros una empresa titánica y, si se quiere, sugestiva por indispensable: la de hacer que la gran Familia Humana, en uso de su soberanía, asuma la misión y la función de garante de la Dignidad humana, sin actitudes tibias ni equívocas o falaces frente a cuantos niegan y socaban, día a día y en todas partes, la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.

La acción contra el terrorismo no puede confiarse en exclusiva a sus damnificados directos y menos mediante un cheque en blanco que les permita hacer cualquier cosa. Los ciudadanos identificados con los valores comunes del género humano podemos y debemos evitar que el tema se nos escamotee convirtiéndolo en un choque de civilizaciones que nos retrotraiga al fundamentalismo polarizador de enfrentamientos religioso-culturales.

Comencemos por hacer un profundo examen de conciencia universal e identifiquemos las situaciones de injusticia en el mundo. Unámonos para combatir simultáneamente la ignorancia, la codicia y el fanatismo. No olvidemos que entre estas pasiones existe una correlación perfecta, puesta de manifiesto a lo largo de la Historia, cuyos frutos han sido el odio, la explotación y la esclavitud de los corazones y de las inteligencias.

Desde el punto de vista masónico, las disparidades culturales, de creencias o de sensibilidades políticas, no son impedimento para el trabajo positivo de los hombres en torno a los valores que nos son comunes. Sólo así podrermos, los hombres y mujeres de este siglo, consolidar la vía que conduce a la auténtica Libertad perdurable.

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