¿Qué fue de aquel Monterrey...?

¿Qué fue de aquel Monterrey...?

Ramiro Estrada Sánchez
Febrero 22, 2012 

     Despierto. Las voces de la ciudad se van desperezando con lentitud. Los destellos del nuevo amanecer penetran en el vientre de las tinieblas, las embarazan y las hacen parir luz. Reinicio lo de ayer, lo de mañana, lo de siempre. El ciclo de la vida que rueda  sobre el asfalto, la terracería, el empedrado.

 

     Leo el periódico: las noticias están escritas con el lenguaje de la violencia, del pavor, del luto. Luto humano, que dijera José Revueltas. Enciendo el televisor. En cualquier canal, se repite la imagen: muerte, sangre, crimen, secuestro… Salgo a la calle. Veo las casas amuralladas. Las entradas enrejadas, las puertas ahítas de cerrojos. No hay quien salga a dialogar con el vecino. No hay niños que pueblen el espacio común con sus juegos y sus risas.

     ¿Y ésta es la ciudad que me hospedó cuando adolescente vine a ella para concluir mis estudios de secundaria?¿Y qué fue de aquel Monterrey tranquilo y trabajador, honrado y austero que sentó sus reales en un valle amurallado por montañas, enfrentando la adversidad del clima y de la naturaleza? ¿Y qué se hizo el Monterrey que en las tardes veraniegas se sentaba en su mecedora, en las afueras de los hogares, para platicar las novedades del día que apenas empezaba a declinar?

      Nos lo han secuestrado. Lo han sometido a tortura diaria. Solicitan un rescate que pocos están dispuestos a pagar porque saben que la autoridad no los va a proteger. Porque todos tenemos miedo. Porque todos sabemos que a la vuelta de la esquina nos acecha el riesgo de perder el patrimonio, la vida, la estabilidad familiar.

      Hay qué retomar los valores de la disciplina y el respeto. Hay que inculcar en las nuevas generaciones, los valores que nuestros padres nos transmitieron. Y como el buen juez empieza por su casa, hay que despertar en los masones jóvenes, la conciencia de solidaridad, el rescate del patriotismo.

     Que las voces de la masonería en contra de la corrupción, de la injusticia, del hambre, de la ignorancia y de quienes quieren desbaratar el laicismo, se dejen escuchar. Que la masonería se haga presente en éste, nuestro tiempo. Que recobre garganta, mensaje y presencia. Y que ante el derrumbe de las demás instituciones, demuestre de palabra y de hecho, que sigue siendo forjadora de hombres libres y de buenas costumbres. Por algo hay que empezar.

      Que así sea.