Tradición Alquímica y Tradición Masónica

Marc Henry: agradecemos a Guy Piau, Antiguo Gran Maestre de la Gran Logia de Francia, que haya respondido a nuestra invitación. Vamos a hablar sobre su obra titulada "Tradición alquímica y Tradición masónica". Para los oyentes que sean masones la relación se establece de manera casi inmediata; pero para aquello que no lo sean, y pienso que se trata de la mayoría, ¿qué aporta la Alquimia a ese arte de la construcción que para todo el mundo representa la Masonería?

Guy Piau: Buenos días a todos y gracias por recibirme. La Alquimia es una ciencia tradicional que fue dada de lado hace decenios, cuando se produce la ruptura entre su método de trabajo y el método de la ciencia. La Alquimia no es sólo química, sino una filosofía relacionada con las grandes tradiciones de la cuenca del Mediterráneo y que halla su simbolismo y su contenido en las grandes tradiciones egipcia, griega e incluso romana.

Su relación con la Masonería, y más particularmente con el Rito Escocés Antiguo y Aceptado que es el que se practica en el seno de la Gran Logia de Francia, se establece precisamente en el orden de ese simbolismo.

La Alquimia llega a Occidente entre los años 1100-1200. De hecho, son los árabes quienes recuperan la ciencia alquímica que se practicaba en Grecia y en Egipto en el curso de sus conquistas militares a lo largo de todos los países de Oriente Medio. Y son los árabes quienes transmiten la Alquimia no a los cruzados, en tanto que caballeros, sino a la gente que acompañaba a los cruzados y que estaban encargados de construir los diferentes edificios militares que jalonaban el terreno de sus incursiones.

Estos constructores traen la Alquimia a Occidente, estableciéndose de este modo un sólido lazo de unión entre los constructores de las catedrales de la Edad Media y la Alquimia. En virtud de ese lazo, el pensamiento alquímico se propaga inicialmente entre los masones operativos y posteriormente se elonga hacia la Masonería moderna.

M. H.: Nos dice que, inicialmente, los masones operativos recogen ese conocimiento. En Notre Dame, creo que en el pórtico central, hay un cierto número de representaciones de la obra alquímica.

G.P.: Sí. Pero no sólo en el pórtico central de Notre Dame. El que se ubica hacia el Oeste comporta tres partes: el pórtico de la Virgen, a un lado; el pórtico del Testamento, del Juicio Final en el centro; y el pórtico de Santa Ana a la izquierda. Todos ellos responden a una denominación alquímica.

El pórtico central está considerado como el pórtico de la Alquimia. La decoración de los dinteles puede ser interpretada en ese sentido. Yo mismo acabo de preparar una obra ilustrada con un gran número de fotografías que supone una interpretación alquímica de ese pórtico.

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Pilar Central Pórtico del Juicio. Notre Dame de Paris

M.H.: Una pregunta más personal. Da la impresión que este interés suyo por la Alquimia viene de su misma juventud. ¿Cómo se produjo su encuentro con ella?

G.P.: El encuentro se produjo en los años sesenta. En aquella época conocía a un personaje sorprendente –a pesar de parecer a primera vista un individuo común-, con el que simpaticé en el ámbito de mis actividades profanas. Él me puso sobre la pista de la realidad de una Alquimia que era, ante todo, una filosofía.

A partir de entonces comencé a interesarme por la Alquimia y sobre todos por las obras alquímicas, llegando a la conclusión de que lo que de verdad interesaba recoger de tales obras era, esencialmente, su mensaje simbólico.

M.H.: ¿En qué medida esta ciencia medieval mantiene su actualidad en el siglo XXI?

G.P.: Personalmente, creo que la actualidad de esta ciencia que puede llamarse medieval reside en su capacidad para conectar la Tradición de los orígenes con la necesidad de búsqueda que cualquier persona puede sentir hoy día en materia de espiritualidad. Dando por sentado que la espiritualidad es un conjunto de estados de reflexión que puede responder a diferentes naturalezas: religiosa, metafísica y también filosófica.

El mensaje de espiritualidad que transmite la Alquimia es filosófico. Es un mensaje en el que lo esencial del trabajo se realiza sobre la persona y no sobre el resto de las personas.

M.H.: Precisamente, ¿cómo podrían los oyentes que nos escuchan esta mañana apropiarse para su construcción de esta Alquimia, para la conjunción de esta apertura espiritual con las necesidades humanistas, que son hoy más fuertes que nunca?

G.P.: En efecto, la Alquimia puede aportar a la persona que se interesa por ella el mensaje de la Tradición de los orígenes y que se ha perpetuado a lo largo de los siglos en el seno de las sociedades humanas.

Es un mensaje que se transmite que no existen diferencias entre las diferentes tradiciones. Sólo hay diferencia en las palabras, no en la Esencia. En cierto modo, la Alquimia implica un elemento de unión entre las diferentes comunidades de pensamiento.

M.H.: ¿Cómo podrían apropiarse nuestros oyentes de esa capacidad de la Alquimia para la construcción del individuo?

G.P.: Acercándose a la Gran Logia de Francia. A partir de mi experiencia personal, sólo he podido apropiarme de la Alquimia en la medida en que descubrí en un momento determinado la comunión entre ésta y el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

El modo de pasar desde un estado profano –tanto en Masonería como en Alquimia- es acercarse a la Masonería para, una vez en su seno, ir más allá en el conocimiento de las diferentes tradiciones.

La Alquimia puede representar para algunos lo que la cábala para otros. No hay diferencia entre una tradición como la cábala y una tradición como la Alquimia. Hay que recuperar para la Alquimia el verdadero puesto que le corresponde entre las demás tradiciones. Pero eso no es posible en nuestra sociedad si no es a por medio de un trabajo en común como el que se realiza dentro de la Gran Logia de Francia.

M.H.: Por tanto, el lazo que existe entre la Iniciación y la Alquimia es la idea de la transformación.

G.P.: De transformación. La Alquimia hace madurar el metal, es un arte del fuego, pero también un arte de amor. Implica la transformación de sí mismo en lo más profundo para acceder a un nivel de conciencia superior. Y ese nivel de conciencia superior puede traducirse en la práctica en forma de una inteligencia de la tolerancia y en una fuerza hacia la igualdad con los otros.

M.H.: ¿Cómo explicaría usted a nuestros oyentes la relación entre los diferentes grados de la Masonería y las diferentes fases de la obra alquímica?

G.P.: El Rito Escocés se compone de un cierto número de grados, 33 para ser exactos. Cada uno de esos 33 grados puede ponerse en relación de correspondencia con los diferentes regímenes de transformación que se citan respecto a la Alquimia.

En los dos primeros grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, los de Aprendiz y Compañero, se está al nivel de lo que podría llamarse en Alquimia la "preparación de la materia". Ésta se realiza a partir de la materia bruta. En Masonería se habla de piedra bruta como en Alquimia se habla de materia primera o materia prima, pero se trata exactamente de lo mismo.

Después se llega a lo que en Alquimia denominamos "obra en negro", una obra de purificación y de perfeccionamiento o perfección que se corresponde con los diferentes grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado que van desde el Tercero hasta el Undécimo. A continuación la Alquimia realiza la "sublimación" u "obra en blanco". Viene después la "obra en rojo" que se corresponde con la "realización", es decir, la "purificación" que se corresponde con el entorno del grado 18 del Rito.

M.H.: Entonces, si he comprendido bien, la obra termina cuando se alcanza el grado 18 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

G.P.: No se acaba del todo. Como ocurre en la Alquimia, estamos ante un sistema cíclico. Para alcanzar la perfección suprema hay que reiniciar el trabajo varias veces. Por eso, después del grado 18 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado queda aún trabajo por hacer para llegar más lejos.

M.H.: No lo ignoramos, pero queríamos oírlo de usted. En efecto, se trata de un trabajo de reconstrucción permanente.

G.P.: Es un trabajo de construcción y reconstrucción. Se podría decir que de renacimiento permanente, de renacimiento en la espiritualidad, en la elevación de la espiritualidad. La elevación suprema de la espiritualidad consiste en llegar al estado de sabiduría y de serenidad. Es lo que los alquimistas llamaban el "estado de clarividencia", previo al último estado que sería el de la trascendencia, el que permite pasar al otro lado del espejo.

M.H.: Todavía no estamos en él. Y viendo el estado actual del mundo contemporáneo, menos aún.

G.P.: Pero el mundo contemporáneo necesita de la espiritualidad. Uno se da cuenta, cuando viaja, que existen muchas llamadas a la espiritualidad cuyas respuestas no son forzosamente verdaderas respuestas de espiritualidad. Creo que nosotros, los masones, podemos ser un nítido vector en el camino de una verdadera espiritualidad, es decir, una espiritualidad sin dogmas, una espiritualidad sin espejismos y una espiritualidad que no redunde en el error del ocultismo.

M.H.: Entonces, en este periodo en el que cada cual experimenta la pesantez de lo cotidiano que impone dificultades para transformar e ir hacia la serenidad en plenitud (que es el efecto de haberse espiritualizado), la Masonería y particularmente el Rito Escocés Antiguo y Aceptado –tal como se practica en la Gran Logia de Francia- resulta una vía perfectamente recomendable para quienes nos escuchan esta mañana.

G.P.: Creo que el Rito Escocés Antiguo y Aceptado es una vía espiritual fundamental para acceder a un estado mejor, a un estado de sabiduría y de serenidad.

M.H.: Uno de sus sucesores en la Gran Maestría de la GLDF hablaba de la "conversión de la mirada", tal vez en la misma línea de su reflexión...

G.P.: Sí, en efecto. La "conversión de la mirada" se inicia con una búsqueda en el interior de uno mismo y continúa con un trabajo para lograr incorporar en sí la sabiduría que uno haya podido adquirir.

M.H.: Según su opinión, ¿cuáles serían las cualidades necesarias, si hay algunas, para poder comenzar el Trabajo?

G.P.: Creo que la primera entre las cualidades es la curiosidad, en el buen sentido del término. La segunda cualidad es el deseo de mejorar.

M.H.: Y quizá un poco de obstinación también...

G.P.: Hay que tener voluntad para trabajar. El alquimista trabaja solo y trabaja mucho. No desespera cuando no logra llegar al estado que quería obtener. Ocurre lo mismo con el masón; cada uno debe avanzar con su propio paso hacia un estado de conciencia superior al que detenta. No hay una regla comúnmente válida, salvo aquellas que fundamentan el Rito.

M.H.: ¿El método masónico responde suficientemente al Deseo de aprender y de comprender?

G.P.: Sí, creo que el método masónico reúne todos los elementos necesarios para que el individuo pueda perfeccionarse. El método masónico exige igualmente un serio interés. No basta con trabajar simplemente en el interior de la Logia. El trabajo en la Logia sirve para el despertar, pero es el trabajo complementario el que permite avanzar.

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