1.- La cultura humana es siempre simbolista y ritualizadora. EL RITUAL REPRESENTA UN PROCESO ORDENADO de ascesis hacia el conocimiento, a través de símbolos capaces de producir resonancias íntimas. Para el Maestro Platón, tales resonancias eran evocaciones de una realidad eterna, que se halla más allá de (trascendiendo) nuestros sentidos corpóreos. Las llamaba reminiscencias. No debe confundirse lo ritual con lo meramente ceremonial, que busca tan sólo crear un determinado orden en la convivencia o en la acción realizada en comunidad.
2.- Por otra parte, el concepto de homogeneidad del espacio es propio de las culturas desacralizadas. Las culturas basadas en el sentimiento personalmente concienciado de la interacción universal, mantienen un sentido "vivencial" del espacio.
3.- Existen, en esos contextos culturales, espacios sagrados en los que algo especial y revelador ha ocurrido en un momento dado. No es preciso que entremos a juzgar lo que pudo considerarse especial y revelador en determinadas circunstancias y en diferentes culturas. Serían las llamadas teofanías. Los masones llamamos sagrado a aquello que es evocador de una forma de conocimiento interior de lo esencial.
En todos los casos, el espacio en el que se produce esa manifestación adquiere el carácter de "lugar real", como señala Mircea Eliade: es un sitio especial, en contraste con el espacio indiferenciado en el que nada nos ha ocurrido. Tal espacio se convierte en principio o centro de un determinado orden. El resto será el Caos y el lugar sagrado servirá como punto de referencia orientativo.
4.- A partir de ese punto habrá una orientación: norte, sur, este, oeste, arriba y abajo. Las culturas profanas rechazan el valor orientativo de las percepciones sagradas porque han dejado de interesarse por el hombre integral y no cultivan el sentimiento de sintonización del yo individual con lo universal, que es lo que aquí estamos considerando sagrado. En ellas el proceso evolutivo humano está estancado en los fragmentos de un "universo roto", donde los espacios se crean y destruyen cotidianamente, en función de la máscara social con la que cada hombre, inconscientemente, cubre su yo verdadero.
En esa ruptura, el hombre se cosifica al perder el sentimiento de integración en el universo. Se considera a sí mismo como algo distinto y separado del proceso universal y lo que ve en su entorno es un conjunto de cosas que le interesan en función de sus apetencias puntuales. Los demás seres humanos forman parte de ese entorno y pueden ser considerados, igualmente, en función de tales apetencias.
5.-Tradición sagrada y espacio orientado, dentro de un universo fragmentado, son tambien conceptos presentes en la definición de la logia masónica. La Cuerda que circunda interiormente los muros de nuestros talleres, reflejada en los cuadros lógicos o temáticos del primero y del segundo grado, simboliza, en términos de geometría espiritual, la Cadena humana de los Hermanos masones, como soportes indispensables de la transmisión tradicional, reunidos en un espacio-tiempo. Las coordenadas ideales de ese espacio-tiempo parten del centro de la Logia, que es el "lugar" en que nuestro simbolismo ritual sitúa la catarsis buscada a través del conocimiento vivencial.
6.-Los Hermanos plasman gestualmente, entrelazando sus brazos y uniendo sus manos al finalizar el ritual fraterno, el principio de interacción universal que une todas las cosas, haciendo que "lo que está arriba y lo que está abajo", manifestaciones individualizadas de un mismo Ser, fluya entre ellos identificándolos y estimulando la especial emisión energética que recibe el nombre de egregore.