Madrid, 1936
“Deseando la Sociedad Masónica que todo el que manifieste interés en pertenecer a ella se libre del riesgo de sufrir un desengaño, y queriendo dar en tiempo oportuno una prueba de su buena fe, considera justo facilitar a los aspirantes ideas exactas, tanto para que se instruyan en el verdadero objeto de la Sociedad, cuanto para que desechen esas vulgaridades que por ignorancia o por maledicencia corren de boca en boca y hacen formar de ella erróneos y ridículos conceptos […].
La masonería tiene por misión combatir la ignorancia bajo todas sus formas, constituyendo una escuela de enseñanza mutua, cuyo programa se encierra en los siguientes lemas: Obedecer las leyes del país; vivir honradamente, practicar la justicia, amar a sus semejantes y trabajar sin descanso por la felicidad humana y su progresiva y práctica emancipación.
La masonería no se propone satisfacer ningún interés mezquino; ninguna mira egoísta; su objeto es altamente noble, su misión exclusivamente humanitaria. Ella trabaja por alcanzar la posible perfectibilidad y para fomentar la caridad y la filantropía entre los hombres de todas las clases y condiciones, cualesquiera que sean sus principios políticos o sus creencias religiosas. Pretender el ingreso en esta asociación por intereses privados o por objetos particulares, sería un absurdo, y un fracaso para el que lo efectuare sin la abnegación que, como toda sociedad que sólo se dedica al bien por ello bien mismo, demanda la masonería.
La masonería tiene secretos y juramentos que no deben quebrantarse: pero ni unos ni otros se oponen en lo más mínimo a la religión, a las leyes ni a la moral.
El aspirante que intentare su incorporación por curiosidad, no conseguirá su objeto porque los misterios en que está envuelta la masonería, se van comunicando por grados que se confieren, después de muchas pruebas de fidelidad, al que más lo merece y menos lo solicita. El que se liga con juramento y lo quebranta, no infiere daño alguno a la sociedad; el mal recae solamente en el que no ha tenido bastante constancia para cumplir el deber que voluntariamente se impuso.
La masonería no exige de sus miembros la abjuración de sus principios religiosos, bástale saber que practican la más pura moral y no impone violentamente sus creencias.
De este modo la masonería es el centro de unión de todos los hombres de buena voluntad y el lazo que estrecha en cariñosa amistad y fraternal abrazo a quienes, de otro modo, por sus preocupaciones y errores, quedarían separados para siempre.
La masonería no necesita poderosos; pero tampoco admite en su seno personas que no tengan una ciencia, arte, oficio o renta con que poder atender a las necesidades de su familia, y sin menoscabar estos primeros deberes, un sobrante para coadyuvar los fines altruistas que practica la masonería, así como algún tiempo para su asistencia a las reuniones o para el desempeño de las comisiones que pudieran encomendársele, no pudiendo negarse a ello sin legítima causa justificada.
En los templos masónicos, donde se rinde culto a la fraternidad universal, no pueden admitir discordias, pleitos ni riñas entre sus miembros: toda diferencia debe arreglarse entre ellos fraternalmente. El que intente ingresar en la orden, debe estar dispuesto a llevar a la práctica estos principios extirpando de su corazón todo sentimiento de animosidad o prevención contra cualquiera de sus hermanos.
El que aspire a afiliarse en la masonería debe ser honrado, social, política y moralmente considerado. Fiel a sus superiores, amigo de sus iguales y padre de sus inferiores. Deben huir del juego, de la embriaguez, de la usura, de las deudas y de todos los vicios, prestando a sus hermanos cuantos socorros les permitan las circunstancias […]”.
Archivo Histórico Nacional, Sección Guerra Civil, Salamanca, leg. 537 A, exp. 5.

Un discreto y restringido, aunque numeroso en asistencia, acto de homenaje a Pascual Sala, por su jubilación como presidente del Tribunal Constitucional, celebrado en Madrid a mediados de mayo, fue escenario de una sorprendente revelación: la vinculación del homenajeado con la Masonería, hecha por el ex ministro de Justicia, Fernando Ledesma, que también reconoció pertenecer a ella.
Keith Sheriff, miembro del Centro de Estudios de la Historia de la Masonería y venerable maestro de la logia ‘San Juan’ de Gibraltar, afirma que “la masonería llegó a España por los puertos de Cádiz y Gibraltar, fueron comerciantes y marinos los que la trajeron, extendiéndose luego por los del Mediterráneo y después por los atlánticos para cruzar la otra orilla atlántica”.
Con el comienzo de siglo y a raíz de la guerra de Transvaal en el África Austral, nuevamente se oyó la voz de la masonería a favor de la Paz. Esta vez la noticia la recoge el Boletín Oficial de la Gran Logia Simbólica Regional Catalana-Balear, del mes de abril de 1900. Bajo el epígrafe “Por la Paz” se dice: «La Gran Logia Catalana-Balear se ha adherido a la petición iniciada por el Gran Oriente de los Países Bajos, dirigida a las potencias masónicas de la Gran Bretaña, de Irlanda y del África del Sur, protestando de los motivos antimasónicos que han ocasionado la guerra del Transvaal y exhortándoles a que hagan cesar las hostilidades en el África Austral».



Gran Priorato de las Ordenes Unidas, Religiosas, Militares y Masónicas del Temple, de San Juan de Jerusalén, Palestina, Rodas y Malta

Gran Consejo de Reales y Selectos Maestros




Orden Conmemorativa de Santo Tomás de Acre
Gran Priorato Rectificado de España
Caballeros Sacerdotes Templarios del Sagrado Arco Real u Orden de la Sagrada Sabiduría
Uno de los símbolos comunes al cristianismo y a la masonería es el triángulo en el cual está inscripto el Tetragrama hebreo. En hebreo, a veces el tetragrama se representa también abreviadamente por tres yod, que tienen manifiesta relación con el triángulo mismo. Cuando se los dispone triangularmente, corresponden de modo neto a los tres puntos del Compagnonnage y la Masonería. Pero a veces solamente aparece un yod, primera letra del Tetragrama, que puede considerarse en este caso como una abreviatura de él en virtud de su significación principialdado que el yod es considerado como el elemento primero a partir del cual se forman todas las letras del alfabeto hebreo. Por ello, constituye de por sí un nombre divino, e incluso el primero de todos según ciertas tradiciones. A veces, también el yod mismo está reemplazado por un ojo, generalmente designado como “el Ojo que lo ve todo” (The All-Seeing Eye); la semejanza de forma entre el yod y el ojo puede, en efecto, prestarse a una asimilación, que por otra parte tiene numerosos significados, sobre los cuales, sin pretender desarrollarlos enteramente aquí, puede resultar interesante dar por lo menos algunas indicaciones.