CÓDIGO MASÓNICO (1916)
Zaragoza, 5 de febrero de 1916
“Adora al Gran Arquitecto del Universo.
El verdadero culto que se da al Gran Arquitecto consiste en las buenas obras.
Ten siempre tu alma en un estado puro para comparecer dignamente delante de tu conciencia.
Ama a tu prójimo como a ti mismo.
No hagas mal para esperar bien.
Haz bien por amor al mismo bien.
Estima a los buenos, ama a los débiles, huye de los malos, pero no odies a nadie.
No lisonjees a tu hermano, pues es una traición; y si tu hermano te lisonjea, teme que te corrompa.
Escucha siempre la voz de tu conciencia.
Sé el padre de los pobres; los suspiros que tu dureza les arranque, son otras tantas maldiciones que caerán sobre tu cabeza.
Respeta al viajero nacional o extranjero; ayúdale, su persona es sagrada para ti.
Evita las querellas, prevé los insultos, deja que la razón quede siempre de tu lado.
Parte con el hambriento tu pan, y a los pobres y peregrinos mételos en tu casa; cuando vieses al desnudo, cúbrelo y no desprecies tu carne en la suya.
No seas ligero en airarte, porque la ira reposa en el seno del necio.
Detesta la avaricia, porque quien ama las riquezas ningún fruto sacará de ellas, y esto también es vanidad.
Huye de los impíos, porque su casa será arrasada, más las tiendas de los justos florecerán.
En la senda del honor y de la justicia está la vida, mas el camino extraviado conduce a la muerte.
El corazón de los sabios está donde se practica la virtud, y el corazón de los necios, donde se festeja la vanidad.
Respeta a las mujeres, no abuses jamás de su debilidad y mucho menos pienses en deshonrarlas.
Si tienes un hijo, regocíjate; pero tiembla del depósito que se te confía. Haz que hasta los diez años te tema, hasta los veinte te ame y hasta la muerte te respete. Hasta los diez años sé su maestro, hasta los veinte su padre y hasta la muerte su amigo. Piensa en darle buenos principios antes que bellas maneras; que te deba rectitud esclarecida y no frívola elegancia. Haz un hombre honesto antes que un hombre hábil.
Si te avergüenzas de tu destino, tienes orgullo; piensa que aquél ni te honra ni te degrada; el modo con que cumplas te hará uno u otro.
Lee y aprovecha, ve e imita, reflexiona y trabaja, ocúpate siempre en el bien de tus hermanos y trabajarás para ti mismo.
Conténtate de todo, por todo y con todo.
No juzgues ligeramente las acciones de los hombres, no reproches y menos alabes; antes procura sondear bien los corazones para apreciar sus obras.
Sé entre los profanos libre sin licencia, grande sin orgullo, humilde sin bajeza; y entre los hermanos, firme sin ser tenaz, severo sin ser inflexible y sumiso sin ser servil.
Habla moderadamente con los grandes, prudentemente con tus iguales, sinceramente con tus amigos, dulcemente con los pequeños y eternamente con los pobres.
Justo y valeroso defenderás al oprimido, protegerás la inocencia, sin reparar en nada de los servicios que prestares.
Exacto apreciador de los hombres y de las cosas, no atenderás más que al mérito personal, sean cuales fueren el rango, el estado y la fortuna.
El día que se generalicen estas máximas entre los hombres, la especie humana será feliz, y la masonería habrá terminado su tarea y cantado su triunfo regenerador”.
Publicado en José Antonio Ferrer Benimeli, La Masonería española: La Historia en sus textos, Madrid, 1996, pp. 103-104.