La capilla de Rosslyn, llamada también la catedral de los enigmas, se encuentra a sólo unos 15 kms de Edimburgo, y, sin embargo, allí no hay rastro de la multitud de turistas que se amontonan por las laderas del castillo de la capital escocesa.
Situada en las afueras del pueblecito de Rosslyn, rodeada por la campiña y alejada de pubs y bed & breakfasts, Rosslyn Chapel conserva el inquietante encanto que la ha convertido en un lugar de peregrinación para buscadores de misterios. Desde el exterior sorprende por sus reducidas dimensiones, pero, tras franquear la entrada, lo que realmente deslumbra es la cantidad de desconcertantes símbolos de las tradiciones hebrea, cristiana, egipcia, masónica y pagana, que han hecho de sus paredes la tierra prometida de generaciones de criptógrafos.
David Brown, autor del bestseller El código Da Vinci, que sitúa bajo su techo maravillosamente tallado el desenlace de la novela, la define como ”el paraíso de la simbología”, y es posible que las leyendas que envuelven el lugar lo hayan inspirado más de lo que admite.
Los caballeros templarios la edificaron en 1446 como réplica exacta del mítico templo de Salomón, en Jerusalén, con el célebre muro oeste que parece inacabado y, según se dice, la cripta subterránea copia del lugar donde los nueve fundadores de la orden militar y religiosa habrían desenterrado por primera vez el Santo Grial. William Sinclair, príncipe de Orkney, a quien se debe la iniciativa de construir la capilla, reposa entre sus muros con algunos de sus antecesores, como su homónimo de 1297 que fue gran prior de los Caballeros del Temple, o Herry Sinclair, apodado el Santo, de quien la tradición dice que viajó al Nuevo Mundo en 1398. Como recuerdo de aquel legendario viaje quedan un cactus y unas mazorcas de maíz indio, esculpidas en la piedra años antes de que el Nuevo Mundo fuera descubierto oficialmente. Se dice que los templarios, reconocidos constructores de iglesias, se superaron a sí mismos en Rosslyn porque era el lugar elegido para esconder el Santo Grial. Lo cierto es que no hay un solo centímetro sin tallar, y que, hasta la fecha, no toda la compleja simbología ha sido descifrada.
A pesar de ser considerada morada y monumento de idólatras, la capilla consiguió salvarse de la furia destructora de la Reforma Protestante gracias a los vínculos entre el legado templario y la masonería de la que fue gran maestro el mismo Oliver Cromwell. Sin embargo, su protección no impidió que en 1650 su caballería, a la orden del general Monk, la usara como establo. La recuperación de Rosslyn empezó a principio del siglo XIX gracias a los poetas William y Dorothy Wordsworth, y sobre todo gracias a Walter Scott, que le dedicó una oda. Su éxito entre los intelectuales de la época fue tal que Louis Daguerre, inventor del daguerrotipo y precursor de la fotografía, la reprodujo en uno de los dioramas de su invención que, entre 1824 y 1835, recorrieron Europa. No es difícil entender la fascinación que siempre ha ejercido. Toda la superficie de la iglesia está esculpida con símbolos y representaciones de parábolas, dogmas de la doctrina cristiana y pequeños relatos mitológicos. Junto a las cruces floreadas, los cálices, varios signos templarios y 56 marcas masónicas distintas descubiertas por los expertos, se pueden identificar estrellas de David, símbolos astrológicos, plantas y representaciones de la iconografía cristiana, como las estaciones del Calvario, los pecados capitales, el velo de la Verónica con el rostro de Cristo, y Lucifer, el ángel caído, el único representado cabeza abajo. No podían faltar referencias a la historia y a las arraigadas tradiciones escocesas, como el corazón de Robert the Bruce, el primerrey de Escocia, o antiguos ejemplares de gaitas.