Dan Brown, el autor de El código Da Vinci, uno de los libros más exitosos de la historia (se han despachado más de 80 millones de copias), es un tipo extravagante. Se suele levantar a las cuatro de la mañana para escribir, sin necesidad de usar un despertador, y cuando no se siente demasiado inspirado se ata los pies a una tabla que guarda en el gimnasio de su casa y la gira hasta que está cabeza abajo. Es lo menos que podrías esperar de alguien que escribe sobre sociedades secretas.
Aunque ha recibido millones de críticas sobre su particular recreación histórica del cristianismo, y su retrato de grupos religiosos como el Opus Dei –quienes no salen muy bien parados en la historia que cuenta El código Da Vinci–, Brown sigue considerándose un experto en la historia e ideología cristiana, e insiste en que su retrato de sociedades como el propio Opus Dei, los Illuminati o los masones (que protagonizaron su penúltimo libro, El símbolo perdido) es fiel a la realidad. Pero independientemente de la veracidad histórica, queda claro quiénes son sus favoritos. Los católicos, son los malos; los masones, los buenos. Read more