Si se analiza la amplia bibliografía dedicada al tema de jesuitas y masones, pueden establecerse tres enfoques dispares:
1º A fines del siglo XVIII, ante la proliferación de los Altos Grados dentro de la masonería y la importancia que alcanza la leyenda masónica en torno a los Estuardos, se introduce el mito de una tentativa de asfixia de la masonería por parte de los jesuitas, en un momento, precisamente, en el que éstos ya no existían como tales tras la supresión pontificia de la Compañía de Jesús en 1773. En este sentido, J. Blum (Starck et la querelle du crypto-catholicisme en Allemagne, París, 1912) constata que en la segunda mitad del siglo XVIII hubo dentro de la masonería alemana, además de las corrientes mística y alquímica, una corriente católica y entre ciertos masones protestantes una inclinación al catolicismo, derivada del hecho de que, bajo pretexto de ritos masónicos, fueron practicados gran número de ritos católicos. Parece ser que algunos protestantes rígidos y masones racionalistas vieron en ello manejos subversivos que dieron origen a acusaciones de cripto-catolicismo. Entonces, la leyenda masónico-jesuítica tomó forma definitiva cuando se creyó descubrir que los responsables de estas intrigas eran ex-jesuitas, quienes tras la supresión de la Compañía no habían abandonado la lucha y ocultaban cuidadosamente sus actividades. De esta forma, la leyenda jesuítica vino a ocupar su lugar en el ya rico ciclo de las fábulas masónicas.
Recordemos que ya en el siglo XVII, algunos protestantes celosos había asociado a los jesuitas con los Rosa-Cruces. Esta acusación sería renovada tras la disolución de la orden de los jesuitas, siendo nuevamente inculpados de haber resucitado la Confraternidad de los Rosa-Cruces para servirse de pantalla y poder así introducirse en las logias masónicas.
Así, por ejemplo, algunos masones supusieron que las iniciales S. I. (Superiores Incogniti) que designaban a los Superiores Incógnitos, significaban en realidad Societatis Iesus. Y una publicación, aparecida en Berlín en 1782: «La Rosa Cruz puesta al desnudo» juzgaba a Rosa-Cruces y Templarios como marionetas manejadas por los jesuitas. Read more