Como expresó Martínez Barrio en su mensaje a la Asamblea anual de 1926, si bien la masonería no es un partido político y ni siquiera una asociación con fines partidistas, «por desgracia había un número considerable de masones que confundían las logias con vulgares asociaciones políticas». Y en un artículo titulado «Masonería y Política», publicado en 1929 en el Boletín Oficial del Supremo Consejo del Grado 33 para España se salía al paso de esta deriva que incluía también a muchos masones:
“Si por política se entiende el esfuerzo inteligente, sistemático y humano para emancipar al hombre, a la familia y a la sociedad de las preocupaciones, de la ignorancia, de los privilegios y de las ruindades, a nuestra Orden hay que situarla en la cumbre de la política.
Si por política se entiende la acción educativa par llevar al hombre el sentimiento del deber, induciéndole a consagrarse al servicio del Bien y de la Verdad, nada más político que nuestra Institución.
Si por política se entiende el trabajo sistemático para inculcar a los hombres el alto concepto de responsabilidad en la obra colectiva como miembro de una sociedad en que hay normas de justicia que observar, principios de caridad que cumplir, mandatos imperativos de fraternidad que respetar, pocas organizaciones tendrán un sentido más alto y noblemente político que la nuestra.
Pero si política es partidismo, caudillaje, acción violenta, lucha terrena, pugna profana por ocupación, dominio y disfrute del Poder público, la Francmasonería no fue, no es, ni será nunca política”. Y se iniste en que en el templo masónico, basado en el amor y en la fraternidad, jamás se debía dar cabida ni entrada a las pasiones de la política mundana «que dividen a los hombres, los enfrentan, los separan y los lanzan a la guerra». La conclusión es categórica: «No; de ningún modo. La Francmasonería no puede ser sometida a la política, porque está sobre ella, es de condición espiritual más noble, su rango moral es más elevado». Read more