Lord Robert May, Presidente de la Royal Society británica, en el discurso conmemorativo de su jubilación y bajo el título "Amenazas al mundo de mañana", lanzó un abierto y franco reto a los modernos opositores a la ciencia.
Robert May, una eminente figura del mundo científico, no se ha abstenido de alertarnos ante el peligroso rechazo de algunos gobiernos – incluyendo la administración norteamericana del Sr. Bush y la británica - a tomarse en serio los problemas a los que habrá de hacer frente el planeta, según advierten los científicos.
Subrayó el serio impacto que pueden representar para el futuro de la ciencia los ataques de los fundamentalistas religiosos y, en particular, los de la derecha cristiana de los Estados Unidos. Insistió en la conveniencia de propugnar una actitud hacia la ciencia y hacia la sociedad basada en las tradiciones del pos-renacimiento y del Siglo de las Luces, a pesar del asalto del que es objeto esa concepción por parte de algunos representantes del posmodernismo académico actual.
May defendió firmemente los logros de la ciencia en la era moderna. Señaló entre ellos "la comprensión básica de las ciencias de la vida (Biología), especialmente respecto a enfermedades infecciosas, habiendo así hecho posible el aumento de las expectativas de vida media, que era de 46 años hace solo 50 y que ha reducido aproximadamente a 12 años (tiempo aún insuficiente) la diferencia entre países desarrollados y en vías de desarrollo, que venía siendo de 26".
La ciencia ha posibilitado que la humanidad duplique su producción de alimentos durante los últimos años, cultivando solamente un 10% más de terrenos. Y el hombre medio tiene la posibilidad realizable de acceder a un suministro de energía diaria 14 veces superior al necesario para mantener sus procesos metabólicos, que era lo que tenían a su alcance nuestros antepasados cazadores y pastores.
También señaló que ha sido la ciencia la que ha hecho posible el aumento de la población humana, que era de mil millones hacia 1830, a cuatro mil, en torno a 1970, a seis mil quinientos en la actualidad y a unos nueve mil en 2050, si no lo impide alguna catástrofe mundial.
Sobre el cambio climático, Robert May explicó que el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre era de aproximadamente 280 partes por millón en torno a 1780, cuando comenzó la "revolución industrial", ascendiendo a 315 partes durante los siguientes ciento cincuenta años y acelerándose durante el siglo XX hasta la cifra actual de 380 para alcanzar, en torno a 2050 y si no se actúa adecuadamente, las 500 partes por millón. Los científicos de todo el mundo concuerdan en que la temperatura media del planeta está aumentando y, consecuentemente, May y la Royal Society tomaron la iniciativa sin precedentes de promover una breve declaración colectiva sobre el calentamiento global, firmada por las academias de ciencias de todos los países del Grupo de los Ocho (G-8), más China, India y Brasil.
En 1998, los países industrializados acordaron en la ciudad japonesa de Kioto reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 5,2% en el periodo 2008-2012 sobre el nivel de 1990. La mayoría de los firmantes cumple, pero ni Estados Unidos ni Australia lo han ratificado y el acuerdo no incumbe a países en desarrollo pero que son grandes emisores, como China, Brasil o India.
El resultado es que la concentración de CO2 en la atmósfera es la mayor en 650.000 años. En este periodo osciló entre 200 y 280 partes por millón y la atmósfera alcanza actualmente 381 partes por millón. Ha crecido un 70% entre 1970 y 2004. En 2006, se emitieron a la atmósfera 9.900 millones de toneladas de carbono, un 35% más que en 1990, cuando se puso a cero el contador del protocolo de Kioto. Desde 2000, la acumulación de CO2 en la atmósfera ha sido un 35% más rápida de la esperada. En parte por el aumento de las emisiones y en parte porque el suelo y los océanos absorben cada vez menos dióxido de carbono.
El "desierto" de los Monegros
El dióxido de carbono, y en menor medida otros gases de efecto invernadero, se acumulan en la atmósfera y retienen parte del calor que emite la Tierra. El aviso lanzado en la cumbre científica de noviembre de 2007, en Valencia, por Yan Hong, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial señala claramente las consecuencias sociales de la pasividad al respecto: "El cambio climático tiene también implicaciones en la paz mundial porque aumentará el riesgo de hambrunas y sequías que obligarán a miles de personas a desplazarse".
"No sorprende", declaró May, " que exista un lobby negador del cambio climático, en connivencia con las inversiones de decenas de millones de dólares realizadas por sectores de la industria petrolífera, muy influyentes en algunos países". Ese lobby mantiene actitudes y tácticas muy similares a las del lobby de los explotadores del tabaco, que siguen negando que fumar pueda ser causante de cáncer de pulmón".
En la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible, celebrada en Johanesburgo, en 2002, ya se señalaron objetivos inmediatos para atajar la desaparición de especies animales y vegetales que se está produciendo. Fueron 188 estados los que firmaron los acuerdos de aquella Cumbre y 7 los que rehusaron hacerlo (entre ellos, EE.UU., Irak y Vaticano ). Sin embargo, las infracciones han seguido produciéndose alarmantemente hasta 2007.
May destacó que la Ciencia y el espíritu de la Ilustración se hallan hoy seriamente atacados. Las recientes encuestas en Estados Unidos de América muestran que el 37% de los encuestados desean que se enseñe "creacionismo" en las escuelas: "En EE.UU., el propósito de una importante red de lobbys fundamentalistas es dedicar más tiempo en las clases de ciencias al creacionismo o a una variante de éste, que se disfraza como "diseño inteligente".
La administración de los recursos terrestres basada en el estudio científico, racional y democrático es incompatible con un sistema político que contempla prioritariamente el "beneficio" y los dogmatizados intereses de la "nación-estado".