La Nueva Alianza entre la ciencia y la tradición (Segunda Parte)

Una teoría matemática cambia el mundo.

A principios del siglo XX estallará la "teoría de la relatividad", conmoviendo la física y también la epistemología, es decir, la reflexión crítica sobre el proceso de adquisición de los conocimientos. A Einstein le divertía mucho "explicar" el principio de la relatividad restringida con la famosa imagen del ascensor: si se suelta un objeto en su interior, éste caerá; pero si nos encontramos en un ascensor cuyo cable se rompe, caeremos al mismo tiempo que él y que todo lo que contiene en su interior. Si en ese momento lanzamos el mismo objeto, éste permanecerá inmóvil a nuestro lado. Cualquier observador ve los objetos cambiar o no de posición en relación a sí mismo. Cuando ambos están en movimiento, si el observador carece de referencias fijas (de un sistema de coordenadas referenciales), no podrá saber si es él mismo o el objeto que está mirando quien se acerca o se aleja, o si permanecen fijos el uno en relación al otro, ya que ambos están animados (o no) por un mismo movimiento. No podrá determinar el desplazamiento o la fijeza más que en términos relativos.

Pero en el universo no hay referentes fijos; en consecuencia, la realidad (o en términos metafísicos, la verdad) es incognoscible. "No se puede ni acercarse ni alejarse del Tao", dice Lao-Tsé en el Tao Te King, cuyo manuscrito más antiguo data de hace 2.500 años.

Científicas o no, las realidades y las verdades son siempre relativas a nuestra condición de seres humanos, lo que puede ilustrarse de modo muy simplificado con la siguiente imagen: un conductor viaja a la misma velocidad que los objetos que transporta en su vehículo por lo que, a su entender, esos objetos están fijos. Sin embargo, para un observador exterior al vehículo éstos están en movimiento. Esos objetos pueden estar o bien fijos o bien en movimiento, pero no fijos y en movimiento a la vez, tal como confirman el buen sentido y la observación. Entonces, ¿cuál es la definición adecuada? ¿Quién se equivoca, el conductor o el observador?

Pues... ni el uno ni el otro. Los objetos están fijos y/o en movimiento a la vez.

Estos ejemplos nos recuerdan mucho a los Koan , esas aparentes paradojas usadas por los iniciados orientales para librar la mente de los neófitos de sus condicionamientos... De hecho, la teoría está en relación con la Tradición, que afirma desde siempre la necesidad de "conciliar los contrarios en un tercer punto unitario". Los objetos están fijos y en movimiento en relación a los sistemas referenciales del conductor y/o del observador. En el mundo relativo de los humanos, ambas referencias son iguales.

De este modo, la lógica aristotélica basada en el "tercio excluso" el "o" exclusivo, válida en el mundo aparente y marco de nuestra experiencia, quedó englobada en la lógica derivada del álgebra de Boole... cuyo principio ya fue enunciado por Lao-Tsé. El Tao Te King se convierte así en el más antiguo tratado de epistemología:

Todo el mundo toma lo bello por lo bello,

en esto reside su fealdad.

Todo el mundo toma el bien por el bien,

En esto reside el mal.

En el I Chin está formalizado ("matematizado") por el cálculo binario (-/--) a partir de principios epistemológicos emanados de la Tradición. Se percibe el extravío de la ciencia desde el mismo momento en que se abandona la ortodoxia (la vía derecha) unitaria para tomar el largo rodeo del pensamiento dual.

Se mueve y no se mueve.

Está lejos y está cerca.

Está en el interior de todo esto.

Y está fuera de todo esto.

Is-Upanishad.

El cántico de la Cuántica.

Tras la teoría de la relatividad, la proclama cientista de finales del siglo XIX ("rozamos los últimos secretos de la naturaleza") parece cuando menos poco razonable; sobre todo a partir de los años 20, cuando surja la teoría de los quanta. Este vendaval del pensamiento conmoverá hasta los cimientos a la ciencia clásica.

La célebre ecuación relativista E=MC ² había mostrado que, de alguna manera, la materia es energía confinada por determinadas "fuerzas", débiles y fuertes. Las partículas, o "constituyentes de la materia", y las ondas, "manifestaciones de la energía" habían merecido la consideración de realidades físicas. Niels Bohr, uno de los fundadores de la teoría de los quanta, demostrará que no son otra cosa que imágenes de una realidad incognoscible. Dicho en términos tradicionales, pura ilusión.

Del mismo modo, el espacio y el tiempo se tomaban como verdaderas propiedades de la naturaleza, aunque la Tradición había afirmado desde siempre que ambos eran producto del espíritu humano. Hoy, los avances de la teoría de los quanta prueba que no existe ni un tiempo ni un espacio independiente del observador.

Con la relatividad, Einstein había introducido una dimensión suplementaria, el tiempo, obteniendo un espacio-tiempo de cuatro dimensiones. A partir de la teoría de los quanta, verificada por la experimentación, los matemáticos pueden crear numerosos universos de n dimensiones, algo que los iniciados en la Tradición saben desde siempre, como recuerda Capra en El Tao de la física: "parecen capaces de alcanzar estados de conciencia no ordinarios en los que trascienden el mundo de tres dimensiones de la vida cotidiana para experimentar una realidad multidimensional". En efecto, alcanzar el Despertar significaría sobrepasar esos estados de conciencia para descubrir una realidad sin dimensión.

"El tiempo es la eternidad en movimiento", nos dijo Platón. Hoy sabemos gracias a la relatividad que ese movimiento está en función de la velocidad de la luz: cuanto más nos acercamos, más se ralentiza. Luego los físicos (¡entre otros!) constatarán que no es posible determinar si una partícula se desplaza hacia el futuro o hacia el pasado, poniendo fin al dogma de la irreversibilidad del tiempo (y, en consecuencia, de la misma realidad) ya que de un extremo al otro del universo las partículas cambian simultáneamente de estado, cambiando instantáneamente también la información que nos facilitan (en una descripción muy simplificada del fenómeno).

En fin, para la ciencia, según el actual estado de los conocimientos, el universo comienza a parecer Uno y sin dimensiones.

En su empeño por definir las leyes de un mundo hecho de objetos distintos y separados por el vacío, cuando en realidad nos hallamos dentro de un espacio que requiere tiempo para ser recorrido, los físicos confundieron la realidad con las ilusiones generadas por sus sentidos, ese "diablillo mentiroso" de Descartes.

La realidad es incognoscible.

Es difícil hablar el lenguaje de las actuales teorías científicas, se puede decir que el Universo es un "campo", descrito como un conjunto de "sistemas abiertos" en interacción. Esas entidades matemáticas evitan tener que recurrir a imágenes antropomórficas que (como la noción de "fuerza") pueden ser reemplazada por un concepto matemático (el de "vectores"). Recientemente, un matemático ha mostrado que esa "nebulosa de desconocidos" es incalculable.

Para poder representarse este Universo inconcebible podemos recrear la imagen de un "campo de energía", el "campo de ondas" conformado por un "campo mórfico" tras confinar localmente una parte de esta energía ondulatoria. El vacío, en tanto que "nada", es un fantasma.

Estas teorías matemáticas, confirmadas en gran parte por la experimentación, apuntan a la Tradición que habla de las "vibraciones que animan a todas las cosas", incluso la materia "inerte", y hace de la espiral (la forma de onda) la imagen del movimiento universal, de lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande, que la Ciencia ha hallado en la forma tanto del ADN como de las galaxias.

Pero todo eso no es más que una imagen de la realidad, sólo existe en el pensamiento, como viene a reconocer la concesión del premio Nobel a dos investigadores que han fabricado el útil matemático capaz de describir todas las partículas que los experimentadores puedan llegar a descubrir. Su número es infinito ya que ¡no existen! No estamos ante un koan ... Para la física matemática las "partículas elementales" son "acontecimientos descritos por las invariables de grupos de desplazamiento". De manera más gráfica, son como perturbaciones locales del "campo" visibles por las formas que producen, a la manera de los esquís que dejan un trazo a su paso. No obstante, hay quien no pueden abstenerse de ver en ese trazo, visible en una "cámara de vacío", la prueba del paso de partículas efímeras, es decir, de la existencia de los objetos diferenciados que ellos se esfuerzan en nombrar y clasificar según los procedimientos convencionales. Como se pueden fabricar un número ilimitado de ellos, los científicos seguirán saliendo a la "caza de la materia" con máquinas cada vez más poderosas para dar con el "ladrillo", el último constituyente del "universo material".

En suma, son a la Ciencia lo que los rompedores de ladrillos son a la verdadera práctica de las llamadas artes "marciales", esas "vías que conducen a la Vía".

"Paralelamente a las lecciones de la teoría atómica, debemos volver la vista a los problemas epistemológicos a los que pensadores como el Buda o Lao-Tsé ya se han confrontado, intentando armonizar nuestra situación de espectadores y actores en el gran drama de la existencia

Niels Bohr.

El mundo aparente existe y/o no existe.

Como los objetos no son otra cosa que efectos ópticos engendrados por el "campo mórfico", sólo son visibles para un único observador. De suerte que, según los actuales teóricos, "el observador es indisociable del objeto observado".

En consecuencia, es el observador quien hace entrar la forma observada en el campo de la existencia como objeto diferenciado. El objeto sólo existe cuando es observado y cuando deja de ser observado, deja de existir. La forma perdura en tanto el "campo mórfico" que la ha engendrado no se vea perturbado por otro fenómeno o acontecimiento. Es cierto que un segundo observador verá en esta forma el mismo objeto que su predecesor. Pero lo ve con otra mirada, ya que la visión es subjetiva y varía con cada sujeto que observa. Aún así, le prestará una existencia efímera en tanto que objeto idéntico para todos los observadores gracias a que el reconocimiento de las formas sigue un procedimiento que es común a todos los observadores y sin el cuál su supervivencia no sería posible. El mundo aparente sólo existe para quienes lo observan y no puede existir con independencia de ellos.

Esto aclara singularmente una observación de Jean Cocteau, simplista sólo a priori: "antes de nacer yo no existía y cuando muera ya no existiré". La muerte no es lo opuesto a la vida, sino al nacimiento, a la entrada en el pequeño mundo de la existencia, mientras que "La realidad última no es ni existencia ni no existencia, ni lo que sea a la vez existencia y no existencia, ni lo que no sea a la vez existencia y no existencia", como nos recuerda Ashvagosha en El despertar de la fe . Es ésta una hermosa aplicación de la lógica booleana, que Capra no ha dejado de citar a lo largo de El Tao de la física .

La gran unificación.

Así, en un justo retorno de las cosas, la ciencia confirma lo que su fundadora, la Tradición, viene enunciando desde hace milenios. Esto ha sido posible gracias a que son los iniciados a este pensamiento unitario quienes, a lo largo de los tiempos y hasta nuestros días, fueron creando las matemáticas y sus "formalismos" (las matemáticas), ese "metalenguaje" universal e intemporal que se transcribe de idéntoica forma en todas las lenguas, heredero del lenguaje común anterior a la torre de Babel.

Hoy ya no se puede disociar la física matemática de la metafísica; ambas se comunican y se complementan en su búsqueda de la Unidad. La diferencia está en los medios que se practican para encontrarla.

Para demostrar los errores generados por el pensamiento dual los físicos necesitan de gigantescas máquinas anulares de 10 kilómetros de diámetro animadas por un torrente colosal de energía eléctrica, cuyas dimensiones y cantidad de energía deben doblarse para intentar visualizar "partículas" cada vez más "pequeñas".

Circularidad. Entre los sufíes, por ejemplo, los derviches se sirven de un clavo de varios centímetros hincado en el suelo; después colocan su pié de tal modo que el clavo se sitúe entre el pulgar y el segundo dedo y comienzan a girar con velocidad creciente alrededor de ese pivote, con el fin de entrar en inteligencia con el Gran Espíritu del Señor de la danza cósmica.

Lo avanzado del sistema informático de telecomunicaciones va a crear una red sináptica que hará pasara a la humanidad de la "aldea global" al "cerebro global". Pero convendrá no confundirlo con unos nuevos Adán (el Ser del ser colectivo que es el género humano) y Eva (la Conciencia de su conciencia).

El mito del paraíso perdido nos recuerda que la humanidad fue exiliada "al Este del Edén", al mundo dual que ella misma había creado, un mundo profano donde "se engendra en el dolor", la angustia existencial de la muerte, donde "se gana el pan con el sudor de la frente", en lugar de vivir de los dones de la naturaleza. El "pecado original" es un "pecado contra el espíritu", es decir, contra la comprensión del Mundo unitario, innata en todos los seres humanos, parte encarnada por el Adán y la Eva imperecederos. "Ese pecado no será perdonado", según el Evangelio. Lo que significa que es imposible salir del entorno dual si no se inicia por voluntad propia una "vía que proceda de la Vía" unitaria.

Quiere esto significar que si bien la Ciencia no es asequible a todos, los métodos iniciáticos sí lo son. Favoreciendo la apertura a una intuición capaz de operar la "conversión de la mirada" necesaria para ir desde la dualidad a la Unidad, conciliando el pensamiento tradicional (intuitivo e inductivo) y el pensamiento científico (racional y deductivo) en una nueva alianza entre la ciencia y la Tradición. Una sabiduría reencontrada de la que cabe esperar que se convierta en la base de la espiritualidad no ya del Siglo XXI, sino del tercer milenio... si ésta ha de ser "la edad del espíritu".

Dimitri DAVIDENKO.

Publicado en el número 118 de Point de Vue Iniciatiques ,revista trimestral de la Gran Logia de Francia, en el verano de 2000.
Versión española autorizada por la Gran Logia de Francia.

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