La Nueva Alianza entre la ciencia y la tradición (Primera Parte)

Una tarde de verano estaba sentado en la orilla del océano, mirando las olas romper y sintiendo el ritmo de mi respiración cuando, de repente, tomé conciencia de que todo cuanto me rodeaba estaba como entregada a una gigantesca danza cósmica. He visto a los átomos de los elementos y a los de mi propio cuerpo participar en esa danza cósmica de la energía.. En ese preciso momento, cuando yo mismo sentía su ritmo y escuchaba su sonido, supe que era la danza de Shiva, el Señor d ela danza venerado por los hindúes. (...) Siguieron mucha experiencias similares que me ayudaron gradualmente a comprender cómo una visión coherente del mundo comenzaba a emerger de la física moderna, en armonía con la antigua sabiduría oriental (es decir, la Tradición). A veces, mientras escribía "El Tao de la física", yo mismo he sentido que se escribía a través de mí, antes que por mi propia voluntad..."
Fritjof Capra. Físico de Berkeley..

El éxito mundial de este libro, traducido a 29 idiomas y del que se han vendido más de un millón de ejemplares diez años después de su primera aparición en 1974 (un hecho sin precedentes para a una temática tan "ardua"), confirma que su autor "sintió" acertadamente.

Se ha convenido que el pensamiento humano se halla dividido en dos corrientes principales: la occidental (activa, racional, deductiva, creadora de las ciencias destinadas a "someter a la naturaleza") y la oriental (pasiva, intuitiva inductiva, creadora de una espiritualidad que se prolonga en una "mística" de la sumisión a la naturaleza). Si bien no se trata de una distinción del todo falsa, es abiertamente caricaturesca y ha sido exagerada por la enseñanza oficial para no ver desdibujado el "cuadro de los progresos del espíritu humano" que caen siempre del lado de la rama occidental de la humanidad (para justificar la extensión mundial de su dominio bajo la apariencia de llevar la civilización al resto de los pueblos).

La "revisión desgarradora" llevada a término por los más grandes sabios del último siglo hace que esta autocomplacencia ya no sea de recibo.

El árbol del Conocimiento.

En el principio era la Tradición. Durante la Edad de Oro estuvo presente en todas las partes del mundo gracias a que los pueblos nómadas, cazadores, pescadores y finalmente pastores que se desplazaban libremente por la tierra, levnataron por los cinco continentes sus piedras erectas como símbolo de la llama celeste, de la Luz que esclarece al espíritu humano.

Todos estos pueblos compartían la visión unitaria de un mundo que lejos de quedar restringido a sus partes visibles, al "pequeño mundo", se extendía infinitamente más allá, hacia un Todo Único e Inefable, inaccesible al hombre. Noción magníficamente ilustrada por un aforismo que se atribuye a Pitágoras aunque éste no fuera sino su genial propagador:

"La luz del sol es una, por más que se disperse sobre una multitud de objetos. Del mismo modo, no hay más que una ´materia´, incluso si parece dividirse en cosas separadas, una sola alma, incluso si se reparte entre millones de seres, y una sola inteligencia, incluso si ésta parece repartirse ".

Para la Tradición ("transmisión en el tiempo") oral, materializada en objetos simbólicos y símbolos gráficos, este conocimiento intuitivo comprende el espíritu tanto de las partes más ínfimas como de las más extensas del Todo, cuyas almas no pueden permanecer separadas entre sí y están en comunión con todo lo que existe, montañas, ríos, vegetales, animales y hombres. Por eso cuando los nómadas penetran en regiones que les son desconocidas "saben" dónde se hallan las fuentes de agua y dónde está la caza... porque viven en el seno del espíritu, el Gran Espíritu de lo Único, Uno, Innombrable e Indivisible.

Este tronco común del árbol del Conocimiento, perpetuado en la actualidad por los chamanes de los cinco continentes, se diversificará cuando las tribus descubran otras regiones acogedoras y se instalen en algunas de ellas. Para transmitir su propia versión de la Tradición comienzan a recurrir a la escritura esotérica que obtienen a partir de símbolos gráficos como las runas o los jeroglíficos. Y cuando aparecezca la escritura discursiva y se revele apta para transcribir la palabra, algunos pueblos consignarán su versión de la Tradición en sus libros sagrados, que se convierten así en universales e intemporales.

"Los paralelismos con la física moderna se dan no sólo en los Vedas, el I Chin o los sutras budistas, sino también en los aforismos de Heráclito, el sufismo de Ibn Arabi o las enseñanzas del hechicero yaqui Don Juan".

Fritjof Capra.

Después, los griegos crearán la mathésis, la Ciencia, la "física matemática" de donde proceden todas las ciencias.

En un primer momento la construirán sobre el acervo común que supone la Tradición unitaria, que denominarán "filosofía primera". Para Tales, fundador de la escuela de Mileto, la physis es "la naturaleza esencial" de las cosas; las nociones de espíritu y de materia, o de vivo e inerte, no describen sino fenómenos aparentes. Sus discípulos fueron llamados por ello " los que piensan que la materia está viva " ya que según él "todo está lleno del Todo". En el mismo sentido Heráclito afirmaba que el mundo de la materia era una ilusión generada por los sentidos, que todo estaba en permanente movimiento según ciclos promovidos por la interacción de los contrarios conciliados en la Unidad, el Logos, en el Todo, el Gran Pan (Gran Todo), lo Único, lo Inconcebible.

"El Logos (el Uno concebible) está (literalmente: "estará-estaba") junto a Dios y es Dios" (el Inconcebible), dice el prólogo del evangelio de San Juan; el Tao Te King recuerda por su parte que el Uno desciende del Tao.

De lo simbólico ("lo que une") a lo diabólico ("lo que separa")

Pero un día, al doblar un promontorio, un navegante heleno escuchó una voz en el viento que gritaba: "El Gran Pan ha muerto".

Se trataría, sin duda, del fragmento de una ceremonia iniciática; el navegante va a bordo de la barca de Isis, y la dirige hacia la Luz; el promontorio materializa el escollo de la realidad aparente; y en todas las religiones y tradiciones, el viento simboliza el Espíritu universal, el Espíritu Santo de los cristianos. Todo ritual posee un sentido esotérico (hay que superar la noción de Gran Pan, humana y por tanto no permanente, para acceder al Despertar de la conciencia) y un sentido exotérico (ene ste acso, se recordaba que la Tradición estaba siendo suplantada por las religiones reveladas).

Los tiempos habían cambiado... Durante la Edad de Oro se vivía el día a día en una naturaleza plena que aseguraba la subsistencia. Cuando las fuentes se agotaban los grupos, sencillamente, se desplazaban. Como no había necesidad de robar, los únicos conflictos posibles eran los estrictamente personales. Pero con la sedentarización y la aparición de la agricultura las poblaciones aumentan y se hace necesario acumular unas reservas que atraerán la codicia de los nómadas y desencadenarán las guerras. Y así principiará la edad de los metales, el Kali Yuga, la era sombría.

Pero, ¿cómo explicar que el Todo omnipresente pueda permitir el crimen? Los habituales manipuladores intelectuales, con su falta de escrúpulos, afirman que Éste se habría retirado de su creación cuando el Hombre, culpable de rebelión contra su Creador, fue arrojado a el lugar de expiación que es el mundo inferior material; un mundo de tinieblas, dolor y muerte. Éstos mismos manipuladores se erigen entonces en los intermediarios exclusivos entre los mundos celeste y material (o "bajo mundo") para dominar las comunidades. Apoyándose siempre en un poder mágico inaccesible a cualquier crítica y en esa trágica fábula de la intermediación para "legitimar" el crimen político y fundar imperios sobre la base de una sociedad escindida en señores y esclavos.

En el mundo de la Tradición todo es sagrado, pues todo forma parte del Todo; en un mundo convertido en "profano" (desacralizado), el objetivo ideal de la existencia se convierte en la Realización a través del Conocimiento, la intuición del Todo, el Despertar. Pero a pesar de las sucesivas intervenciones de los "enviados" (como Elías, Moisés, Lao-Tsé, el Buda, Jesús y Mahoma), cuyas palabras -manipuladas y falseadas- fueron utilizadas para "justificar" el orden social, y a pesar de que Dante -iniciado en la Tradición- apelara en su Divina Comedia a la necesidad de retozar de gozo en el espíritu del Señor de la danza cósmica, la existencia acaba conviertiéndose en un drama permanente.

En Oriente, el pensamiento unitario tradicional perdurará junto a desviaciones populares como la magia y las supersticiones. El saber práctico pasa a ser considerado como un arte vulgar y se desarrolla lentamente. Por su parte, las gentes ilustradas cultivan las "vías que proceden de la Vía" (Tao o Dao en China, Do en Japón), lo que permite que la Tradición pase a conceptualizarse, haciendo su discurso más abstracto. En este mismo contexto, las leyendas, mitos, epopeyas y romances no serían otra cosa que ilustraciones, imágenes accesibles a todo el mundo.

Estos métodos iniciáticos –del griego meta (sobre) y odos (vía): vía superior- reciben comúnmente el nombre de "espiritualidades orientales", sin perjuicio de que en las mismas regiones subsistan otras ramas de la Tradición por transmisión secreta.

En Occidente, como en el Medio Oriente, el pensamiento sectario (tomado en su primer sentido de "cortar", pues escinde el universo en dos mundos diferentes) dará origen a poderes político-religiosos de natiraleza totalitaria. En el transcurso de las edades, las "cazas de brujas" ocasionarán millones de víctimas, torturadas hasta la muerte. En América, las culturas tradicionales desaparecieron bajo el yugo de los invasores. Esta misma ideología dual subyacente pervertirá a la ciencia hasta el punto de desviarla totalmente.

La tragedia griega.

Parménides, el fundador de la escuela de Eléa en Grecia, emite una hipótesis que intenta conciliar las tradiciones unitaria y la dualista. El hombre, diría, vive en un mundo ciertamente creado por los sentidos, pero ese mundo de ilusiones emana de un Ser único e invariable, perfecto e intangible, inmanente, eterno, que, por su perfección, está más allá de su creación. Para Parménides, como para sus discípulos, que la realidad última sea inaccesible supone una cuestión de principio.

Al popularizarse entre el público, el concepto filosófico del Ser se transforma inevitablemente en un Dios antropomórfico que reina sobre su creación.¿Cómo admitir que ese Dios, imaginado como un perfecto superhombre, haya creado un mundo ilusorio? Por el contrario, hizo el universo a partir de una substancia plena, sólida e inerte –la materia- constituida por minúsculas "partículas" elementales –los átomos, "lo indivisible" en griego- a la que luego insufló energía –manifiesta en los elementos naturales- para dotar de vida a las criaturas de los tres reinos (vegetal, animal y humano), reservando para el hombre el privilegio único de recibir una parte de espíritu.

Esta torre de Babel de multiples de alturas, cada una de las cuales se corresponde con un "grado de complejidad" dentro de lo real, situaba a los humanos en la cima de un edificio imaginario, para satisfacer su ego y su pretensión de explicarlo todo... salvo la noción de Todo. Pero esa torre se derrumbará y los hombres dejarán de hablar una misma lengua.

Después, el imperio romano destruirá la cultura de los pueblos de la Tradición a lo largo de Occidente y de la cuenca mediterránea. El Gran Pan caería bien muerto.

Desde entonces la historia de la ciencia estará condicionada por el debate entre los defensores de la unidad del mundo (el Macrocosmos, cuya imagen se reproduce en todos los microcosmos o "pequeños mundos") y los partidarios de la realidad del mundo aparente; es la dualidad espíritu-materia que en ciencia se traduce en términos de dualidad energía-materia.

Así, para Newton, si los objetos que constituyen el mundo material no estuvieran sujetos por alguna fuerza errarían en el espacio, en esa nada que los separa. Era necesario descubrir, pues, la fuerza que mantiene la coherencia del "bajo mundo" y las leyes que la rigen. Tal fue la gravitación. Esta teoría, que llegaría a ser casi unánimemente adoptada, daba una completa explicación de la "mecánica celeste" afinada por el "Gran Relojero", al tiempo que se inclinaba favorablemente hacia las teologías duales.

Ya sólo quedaba por descubrir el átomo, la partícula elemental de la materia, el "ladrillo" del que Dios se sirviera para construir el universo material, esa sólida morada que un buen día creara para dar cobijo a los hombres y que acabará desapareciendo el día del juicio final.

Hasta finales del siglo XIX la mayor parte de los sabios asumieron el "paradigma" establecido, el presupuesto de la realidad del mundo tal como la perciben nuestros sentidos. Muchos creen todavía en él.

En cuanto a la Tradición unitaria, la "filosofía primera" que Aristóteles llamará metafísica ("física superior", porque trata de la ontología, o "ciencia de las causas primeras"), será objeto de burla por parte de los racionalistas, cientistas, positivistas y los materialistas.

Dimitri DAVIDENKO.

Publicado en el número 118 de Point de Vue Iniciatiques, revista trimestral de la Gran Logia de Francia, en el verano de 2000.
Versión española autorizada por la Gran Logia de Francia.

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