"Existe una gran diferencia entre seguir creyendo en algo y volver a creer en algo. Seguir creyendo que la Luna actúa sobre las plantas denota necedad y superstición, pero volver a creerlo evidencia filosofía y reflexión".
Lichtenberg, Ausgewählte Schriften
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La Alquimia y todo lo que a ella se refiere se encuentra en este comienzo de siglo rodeada de las espesas brumas, los malentendidos y los lugares comunes que también se ciernen sobre todas las Escuelas Iniciaticas que en el mundo han sido y son. Volver a su estudio no merece a ojos de la mayoría una consideración distinta a una excentricidad, tolerable solamente por el cierto romanticismo que en ocasiones arropa lo inusual, o bien, desdibujándola de toda característica que le fue propia, incluirla de forma forzada en ese movimiento general de masas que se da en llamar Nueva Era.
No obstante, La Alquimia es mucho más que todo lo anterior: es la ultima formulación de la Ciencia que se planteó dotada de las dos características intrínsecas a toda Sabiduría: el componente Total y el Sacro. En efecto, a diferencia de los modelos empíricos que tomaron el mando en la ciencia experimental decimonónica, la ciencia alquímica pretendía una explicación coherente y totalizadora del Cosmos, a la vez que, para hacerlo, refería de modo ineludible a una cierta trascendencia, alejada de los clichés e instituciones que, en su época como en todas, tienden a apropiarse de éste concepto.
Si bien cuando hablamos de Alquimia nos centramos en el movimiento que surge en Europa entre los siglos XIV al XVIII y tiene sus máximos exponentes en personajes como Arnaud de Villeneuve, Nicolás Flamel o Paracelso, no es ésta la única manifestación de la Filosofía Hermética, aunque por razones de espacio en este artículo refiramos nuestras reflexiones de forma prioritaria hacia ella.
Los antecedentes inmediatos de la Alquimia europea nos llevan a la Alquimia árabe, que a su vez fundió en su seno dos tradiciones convergentes: la surgida, o resurgida, en el Oriente Helenístico del s. I, que encontró en Siria y Persia gran desarrollo y nos remite hasta el Egipto faraónico, y, de otro lado, la Alquimia Oriental, especialmente relacionada con el hinduismo y budismo tántricos y con el taoísmo. Baste esto para mostrar que no estamos ante un desarrollo puntual en el espacio y en el tiempo, sino ante una de las manifestaciones gnósticas de la llamada Philosophia Perennis.
La Alquimia europea se nos presenta en tres formulaciones o, hasta cierto punto, niveles, si bien la línea de separación en la práctica es muy tenue. A saber:
La Alquimia tiene, por lo tanto, como principal y declarado objetivo la obtención de la Piedra Filosofal, piedra que en la mayoría de los tratados se encuentra descrita como un polvo rojo (el "León Rojo") o de proyección. Las principales virtudes de éste son que, añadido a cualquier fundido de un metal vulgar, genera (transmuta) oro y, añadido al buen vino, da lugar al "Aurum Potabile", "Elixir de la Vida" o "Panacea Universal". Todo ello con una participación espiritual activa del Alquimista.
Llegamos de este modo al sesgo básico que aleja la Alquimia de la Ciencia moderna y la acerca a otras Escuelas Iniciaticas como la Masonería: la búsqueda exterior no puede ser disociada de la búsqueda interior, Macrocosmos y Microcosmos no son esferas inconexas. En efecto, la obtención de un compuesto químico es independiente de la situación anímica o espiritual del experimentador, pero la obtención de la Piedra Filosofal depende del grado de pureza espiritual alcanzado por el propio Alquimista.
Este extremo es inasumible para la Ciencia moderna oficial y sitúa a la Alquimia en el área de lo "Irracional" o cuando menos en el oscuro campo de lo "No Científico". Este último epíteto no deja de ser cuando menos curioso si tomamos como criterio de verdad científica la falsabilidad de Popper:
En Ciencia es cierto aquello que parece cierto pero se podría demostrar empíricamente que es falso, si lo fuese. La Ciencia moderna, fuera de los cómodos márgenes habituales de normalidad, al ir hacia el infinito en ambas direcciones, como Astrofísica o como Física Nuclear, no cumple este criterio, y, por lo tanto, técnicamente hablando, no son del todo científicas... y recordemos que la transmutación de los metales no dejaría de ser encuadrable en la Física Nuclear.
Si bien de una forma un tanto parcial, C.G. Jung, uno de los padres de la Ciencia Psicológica, hoy un tanto relegado (precisamente por "poco científico"), reconoce en la Alquimia el aspecto de la búsqueda interior. Para él, es un proceso de individuación en el cual lo que el Alquimista observa en su atanor no es más que una proyección de su inconsciente, siendo por lo tanto los productos físicos meros subproductos. En esta misma línea sería posible, según Jung, entender el complejo simbolismo Alquímico. Pese a ser claramente incompleta la explicación jungiana, es de justicia reconocerle una aproximación acertada al tema.
Realmente, para los verdaderos Alquimistas la experimentación no era más que un ejercicio, que podríamos calificar casi de ascético, con el fin de preparar su mente y su espíritu para alcanzar las más altas cimas. El complejo simbolismo alquímico está repleto de elementos que, comunes a otras tradiciones, remiten hacia la búsqueda gnóstica, en terminología alquímica, la Gran Obra. El mismo Oro, más allá del propio metal, refiere al mundo de la Perfección, pues no olvidemos que el oro es uno de los materiales más inertes en la naturaleza, de forma que puede resistir inmutable el paso del tiempo. No es objeto de este artículo el estudio del simbolismo alquímico, pero baste para animar al lector interesado a su análisis, pues es ahí donde reside la verdadera Alquimia.
Por todo lo anteriormente expuesto es comprensible que los Alquimistas, como grupo relativamente numeroso, no pudiesen sobrepasar la frontera del 1.800, si bien es cierto que en épocas posteriores es posible encontrar publicaciones netamente alquímicas, y no tenemos más que referirnos a Fulcanelli en pleno siglo XX.
¿Dónde se fue la Sabiduría Alquímica?. Ya se ha dicho que una parte de ella dió origen a la Química y la Medicina modernas, la parte más mundana, pero la más noble de este Arte hubo de buscar acomodo en lugares más receptivos hacia formas de conocimiento que pasaron a ser consideradas heréticas por los que no dejan de ser sus hijos. Es así como una parte significativa del legado Alquímico pasó a la Masonería, especialmente al Rito Escocés Antiguo y Aceptado, donde se conservaron los fondos dotándoseles de nuevas formas. Si la Masonería nace, como una de sus fuentes, de los constructores de catedrales góticas, basta leer a Fulcanelli para ver cómo en éstas el componente alquímico es también patente.
El espíritu humano tiende a veces a poner el acento en lo anecdótico con respecto a lo principal. Por eso, para algunos la credibilidad de la Alquimia se basa única y exclusivamente en la posibilidad o imposibilidad de obtener oro. No rehuyamos pues la pregunta: ¿ es posible obtener oro a partir de otros elementos?.
La respuesta de la Ciencia moderna, demostrada empíricamente, es que sí, pero que los Alquimistas nunca hubieran podido ser capaces de hacerlo puesto que para ello se necesita poner en juego la teoría y, sobre todo, la tecnología nuclear. Corolario: Los alquimistas nunca hicieron oro y fueron, por lo tanto, una pandilla de ingenuos embaucadores.
Sin pretender tomar una postura al respecto, entre otras cosas por ser meramente anecdótico, la Ciencia moderna arroja cierta duda, para aquel que sepa vivir con ella, sobre la imposibilidad de la transmutación, o transformaciones nucleares de baja energía, e incluso sobre el mero hecho de que el experimentador sea por completo ajeno al devenir del experimento.
En ambas líneas no han dejado de aparecer, de tiempo en tiempo, artículos en publicaciones científicas que no han recibido el estudio necesario sino por prejuicios de la comunidad científica oficial. Quién sabe si en el futuro alguien recogerá el guante lanzado. Recordemos a este respecto que una de las máximas de la Alquimia, el hoy conocido como Principio de Conservación de la Masa-Energía, era considerado hasta el siglo pasado, el XX, imposible y propio de la magia.
Para finalizar, es de justicia reivindicar para la Alquimia algo tan actual como la Ecología. Goethe, el Alquimista autor de Fausto, reprochaba a Newton, otro Alquimista más en la línea pre-científica, que en sus experimentos forzara en exceso la naturaleza, buscando su dominio en lugar de alinearse con ella. La Alquimia, a diferencia de la Ciencia moderna, no desliga el número de su cualidad, y siempre pretendió entender la Naturaleza y su uso de una forma que hoy calificaríamos de sostenible. Es un legado valioso que también ahora estamos redescubriendo.
¿Será el único, o seremos capaces de seguir el camino que aquellos viejos magos nos dejaron trazado?.
Para saber más: "Alquimia", H. Gebelein.