Ecología y Francmasonería son dos hermosos conceptos a los que acercarse. Pero antes es conveniente solventar un malentendido . Ecología no significa "retorno a la naturaleza" y, en cierta manera, se trata de todo lo contrario. Intentaremos explicarnos.
La voz Ecología procede del griego "oicos", casa y "logos", ciencia, saber, discurso, lógica. La Ecología es la ciencia de la casa del hombre , de su hogar; y es precisamente ese hogar lo que se ve ahora amenazado por la actividad y el potencial tecnológico del hombre.
Además, es necesario distinguir cuidadosamente entre la Ecología y la Etología (de "ethos": estancia), que designa la ciencia que estudia el modo de vida de los animales en su medio natural .
Ecología implica acción, pero una acción dirigida por el conocimiento de los hombres y que les ofrece la posibilidad de transformar la naturaleza a su medida, para hacerla más habitable. Cuando los Hebreos, tras deambular por el desierto del norte de la actual Arabia, se cansaron de pasar sus días bajo un sol abrasador extremo y sus noches bajo el azote de un viento helado, buscaron un lugar donde edificar casas para sus familias y un Templo para su Dios.
La confusión que en el lenguage y en las ideas contemporáneas se da entre la naturaleza y la Ecología está muy extendida. La ciencia de la naturaleza es la Física (del griego "physis": el cosmos, la naturaleza si se quiere). La Ecología es la ciencia de adecuación de la naturaleza . Para ser más precisos, antes que una tal ciencia la Ecología es una manera de actuar. Lo que nos obliga a considerar dos momentos diferentes de la acción: la comprensión previa de la naturaleza (ciencia de la naturaleza) y la posterior actuación sobre ella.
Todo en Ecología se reduce, pues, a la cuestión de actuar en el momento oportuno . Pero el hombre, en su adaptación de la naturaleza a sus necesidades y provecho propio, en lugar de modelar la naturaleza ha cometido con demasiada frecuencia el error de destruirla.
El hombre se equivoca al pretender que puede hacer cualquier cosa con las fuerzas naturales. Y hay que conocer bien a la naturaleza antes de intentar transformarla, si no se desea obtener eso que hoy denominamos "Efectos Perversos". Efecto perverso, una palabra muy a la moda que, no obstante, debe ser correctamente definida. Un efecto perverso es el efecto de una acción que provoca un resultado inverso del que se deseaba obtener .
Nos adueñaremos, pues, de los útiles del lenguaje para abordar nuestro objeto: las relaciones entre Masonería y Ecología. ¿En qué forma el ideal masónico queda inscrito dentro de los parámetros de la acción ecológica? Pues de la manera más simple: en tanto que tarea constructiva, el proyecto masónico es, en esencia, un proyecto ecológico.
Construir una casa es el gesto ecológico primordial. Los hombres han sido masones, constructores, desde que abandonaron el abrigo de las cuevas que ocuparan en el Paleolítico. El proyecto masónico es el de un hombre que no se contenta con adaptarse a una naturaleza salvaje, sino que procura adaptar la naturaleza en su propio beneficio. El proyecto masónico es la tarea prometeica por excelencia, el proyecto fundamental de quien deja de esconder la cabeza a la manera del avestruz frente a las fuerzas que quieren aplastarlo y que quiere, muy al contrario, ponerlas a su servicio.
Prometeo, el hombre que robó el fuego a los dioses para calentarse, cocinar sus alimentos y ahuyentar a sus depredadores. Prometeo, castigado por los dioses al querer conquistar su libertad por sus propias fuerzas, con su técnica, con su genio, su saber y su energía. Es el mismo pecado que las religiones nunca han perdonado a los masones: buscar la verdad a través del trabajo en la Logia y del intercambio de experiencias, ideas y críticas, y no a través de la sumisión a ninguna revelación del exterior. Podría decirse que el masón es un insumiso, alguien que no dobla la rodilla. ¿Será ésta la razón de la actualidad de la Masonería, la razón por la que tantos jóvenes, hombres y mujeres, llaman a sus puertas? Eso explicaría que todos ellos se hayan visto de alguna manera reconocidos en el proyecto masónico.
Pero, como hemos dicho, los humanos han cometido muchos errores en su deseo de modelar de la naturaleza. Para evitar en lo posible los efectos perversos es necesario, ante todo, conocer bien las fuerzas que se van a enfrentar . Hay en primer lugar fuerzas que hay que respetar porque no se tiene ningún poder sobre ellas. Después vienen las que se pueden evitar , sea porque permiten convivir con ellas, sea porque estemos en disposición de oponerlas y de neutralizar sus amenazas nefastas contra nuestros proyectos. Finalmente, hay fuerzas que podemos utilizar en nuestro propio beneficio.
Tomemos como ejemplo el fenómeno natural de las inundaciones. Después de haber estudiado las probabilidades de que una de ellas llegue a ocurrir y de haber determinado el espacio que quedaría expuesto a su acción demoledora se podría decidir, por ejemplo, entre construir o no un dique en dichas zonas de riesgo. Esa sería la manera de actuar que habría que atender y, sin embargo, es la que con mayor frecuencia desechan los imprudentes.
Siempre que sea posible, hay que construir presas en torno a los cursos de agua peligrosos (como en el caso del Loira y el Río Amarillo) para actuar sobre las fuerzas naturales. También se puede retener la superabundancia de caudal con barreras y utilizar el agua retenida para regular los flujos de las corrientes (como se ha hecho con el río Sena), irrigar zonas secas o incluso accionar turbinas para la producción eléctrica.
El hecho de haber cometido anteriormente errores en la manipulación de la naturaleza no implica que debamos volver a la forma de vida del australopitecus, sino que todas las actuaciones que nos permiten manipular la naturaleza en nuestro propio beneficio deben ir precedidas por el estudio científico de las fuerzas naturales. Por ello decíamos que la Ecología tiene su origen en la Física.
Una Física que nos indica cuáles son las fuerzas de las que debemos desconfiar, las que nos pueden perjudicar y las que están a nuestro alcance. Una ciencia Física para preparar la acción ecológica. El fundador de la ciencia en el siglo XVI, Francis Bacon, resumió esta enseñanza en una sabia fórmula: "Mandar sobre la naturaleza, obedeciéndola".
El más esclarecedor ejemplo de adaptación de la naturaleza en nuestro beneficio lo constituye la agricultura. También se habla de ella desde un error común que debemos advertir. La agricultura supone la acción sobre la naturaleza para transformarla en campos de cultivo. Pero, contrariamente al consabido criterio, el campo no es la naturaleza; el campo es una creación del agricultor para compensar los riesgos que conllevaría la caza y la recolección en plena naturaleza salvaje.
El campo es producto de la agricultura, una agricultura que ha proporcionado a los humanos la posibilidad de evitar el trágico final que aguarda a los esquimales. "Nanouk", película filmada en 1922 en la península del Labrador por Robert Flaherty. Al año siguiente del rodaje, Nanouk, cuya habilidad técnica para la caza de la foca y para la pesca en el hielo ártico habíamos tenido oportunidad de admirar en la pantalla, moría de hambre junto con toda su familia.
Durante milenios, los agricultores roturaron los bosques alrededor de sus ciudades para reemplazarlos por campos de labranza. Es la mejor ilustración uno de los errores contemporáneos más extendidos. No: el campo no es la naturaleza.
Yo mismo, que soy nieto de campesinos, lo sé muy bien; yo, que he visto a mi abuelo talar cada uno de los árboles que plantábamos en el jardín. El campo es el terreno y el paisaje que los campesinos han ido creando en el transcurso de las edades. Hacemos un pobre homenaje a nuestros antepasados al considerar como naturaleza ese jardín que ellos obtuvieron contra el bosque, las landas, los pantanos... y los lobos que habitaban en ellos.
¿Sabían ustedes que desde hace mil años todo el suelo de la Europa occidental es fruto de la mano del hombre? Incluso los bosques que hoy contemplamos son obra suya. No se conserva ni un solo ejemplo de lo que denominamos bosque primario , un solo superviviente de los bosques que conquistaron la tierra después de las glaciaciones (con una excepción pintoresca: el bosque de la isla de Port Cros, en la rada del Lavandou).
La constatación de esta realidad, que todos nuestros bosques son "cultivados", nos permitirá abordar el último punto de nuestra reflexión. A pesar de catástrofes demográficas tales como la Peste Negra de 1348, a la que habría que añadir aquellas del siglo XVII, menos conocidas y frecuentemente acompañadas de hambrunas, la población de Europa aumentó durante el denominado Antiguo Régimen hasta el punto de copar todo el espacio físico disponible en vísperas de la Revolución Francesa. Este crecimiento estuvo acompañado por la práctica destrucción de los bosques cuyo espacio era requerido para la expansión de los cultivos y la producción de madera para hacer fuego. Sólo subsistieron algunos raros bosques protegidos por los poderes reales, principalmente dedicados a la construcción naval. La deforestación del occidente europeo desembocó en las inundaciones catastróficas de los años 30 (las famosas crecidas del Tarn), catástrofes que alertaron a los poderes públicos y desencadenaron una política de repoblación forestal cuyos efectos positivos comenzamos a apreciar medio siglo más tarde.
La deforestación seguida de la repoblación forestal de la Europa occidental ilustra en un solo ejemplo el desgaste provocado por el hombre y la manera en que pueden repararse si se toma tal decisión y se dirige su ejecución con competencia y determinación.
Hoy nos inquietamos por la deforestación localizada en Indonesia o en Brasil. Pero se requeriría una preocupación por lo universal como la de los masones para pensar en el futuro de la humanidad en términos planetarios. Los franc-masones de la Gran Logia de Francia estamos acostumbrados a reflexionar "a largo plazo"; por eso nos decimos masones especulativos. Especular no para saber de antemano qué precio alcanzarán mañana determinadas acciones en la bolsa; especular con el espíritu, tratar de imaginar el futuro a través de los ojos de la inteligencia y del corazón y preguntarnos sobre el modo de coadyuvar a que las cosas evolucionen. Y para no abandonarse al destino como si de simples diplodocus se tratase.
El hombre debe reflexionar sobre las imprudencias que ha cometido en su acción sobre la naturaleza. Pero está obligado a continuar modelándola a su servicio. Esta vez debería utilizar su inteligencia, enfrentado a la conciencia de los efectos que se han derivado de sus obras hasta el momento y debidamente informado de las causas y los efectos de sus errores para tratar de no volver a cometerlos.
La Masonería está, pues, doblemente implicada en la acción ecológica. En primer lugar, por su proyecto esencial de asociarse a la obra de transformransoacute;n de la naturaleza en beneficio del hombre; en segundo lugar, porque ve en la naturaleza es una sede del espíritu. lo que obliga a tomar conciencia de la necesaria mesura en todas sus actuaciones. Si: verdaderamente la Masonería es obra ecológica por excelencia.