MILOGIA MADRE
Rundle , el subteniente,
Beazle, el ferroviario y Achman, el intendente:
Donkin, el inspector, Blake, nuestro
buen Primer Vigilante -por dos veces Maestro-,
en la calle conversan con Edulgee, delante
de su tienda. Allí afuera, en el mundo profano,
dicen ceremoniosos”Señor” o “Mi teniente”…
Y dentro, solamente
“Hermano” mio. Hermano
sin gestos de obediencia o de poder.
Tras la puerta cerrada
de la estancia en que se unen el Templo y el Taller
todo lo han nivelado la escuadra y la plomada.
Rangos y vanidades han de quedarse fuera.
¡Al orden de aprendíz!… Llamemos y adelante…
Y entrabamos en Logia… La Logia en que yo era
Segundo Vigilante.
Hombres allí de todas las razas se han unido
bajo el nombre de hermanos;
con Bola, el contador, yo he conocido
a nuestro Jud Saul, que en Aden fué nacido
y a Din Mohamed, el que levanta planos
para las oficinas del servicio agronómico:
y en triple abrazo fraternal, en fin,
comulgaban el siquio Amir Singh
y Castro (¡un ex-católico!).
Pequeño el Templo y pobre:
una estancia desnuda
en una casa vieja, abierta sobre
la calle antigua, solitaria y muda.
bajo el altar dos bancos y delante
-simbolizando el ara de granito-
una trunca columna de madera…
Para cumplir estrictamente el Rito
teníamos bastante.
Y yo en la Logia era el Segundo Vigilante.
El Cuadro se reunía
en tenida mensual
y, a veces, en banquete fraternal
cuando alguno partía.
Entonces se solía
hablar de nuestra patria, de Dios… Mas cada cual,
opinaba de Dios segun lo comprendía.
Hablaban todos pero nadie había
que rompiese los lazos fraternales
hasta oir que los pájaros, dejando sus nidales,
cantaban a la luz del nuevo día
que lavaba de escarchas los cristales.
Tornabamos a casa conmovidos
y, cuando el Sol en el Oriente asoma,
nos ibamos quedando adormecidos
pensando en Shiva, en Cristo y en Mahoma.
¡Cuánto, cuánto daría
que llevar a otras Logias extrañas
el fraterno saludo de la mía!
Fui desde las montañas
a Singapore guiado por la estrella fraterna
que dentro de mi llevo…
¿Cuánto, cuánto daría
por hallarme de nuevo
entre las dos columnas de mi Logia materna!
Diera cuanto he tenido
por poderme encontrar nuevamente delante
de la puerta de aquella Logia donde he sido
Segundo Vigilante.
Recordando a mi Logia siento ganas
de volver a estrechar fuertemente la mano
de mis hermanos blancos y de aquel otro hermano
de color, que llegaba de tierras africanas.
Poder entrar de nuevo al Templo pobre
de mi Logia materna, a la estancia desnuda
de aquella casa vieja, abierta sobre
la calle antigua, solitaria y muda.
Oír al Guardatemplo adormecido,
anunciar mi llegada y mirarme delante
de aquel mi Venerable, del que he sido
Segundo Vigilante.
Allí afuera, en las calles, en el mundo profano,
todos eran “Señor” o “Mi Teniente”,
Y dentro solamente
“Hermano mío”, Hermano
sin gestos de obediencia o de poder.
Tras la puerta cerrada
en que se unen el Templo y el Taller
todo lo han nivelado la escuadra y la plomada.
¡Al orden de aprendíz! Llamamos y adelante.
Y entrabamos en Logia… La Logia en que yo era Segundo Vigilante
Q.·.H.·. Rudyard Kipling