Franco, por dos veces, intentó ingresar en la masonería, y en ambas ocasiones fue rechazado. La primera, cuando aún era teniente coronel, presentó su solicitud en la logia “Lukus”, de Larache. La segunda, ya en la República, y también fue rechazado.
Estos datos, bien avalados por una interesante investigación histórica llevada a cabo por el profesor José Antonio Perrer Benimeli, uno de los mejores especialistas en la materia, aparecen en el número correspondiente a Julio de la revista mensual “Historia 16″.
Dos negativas
La logia “Lukus” estaba formada por civiles y militares. Y fueron estos últimos quienes no aceptaron la candidatura de Franco. Según el testimonio del teniente coronel Morianes, los motivos alegados para no admitirle en la masonería fueron varios, aunque el principal de ellos se relacionaba con la aceptación por Franco del ascenso a teniente coronel, cuando se había comprometido, al igual que el resto de la guarnición de Marruecos, a no aceptar ascensos por méritos de guerra. Hubo otros motivos más, pero ninguno de ellos de índole estrictamente política.
La segunda vez que Franco quiso entrar en la masonería fue en 1932 y en Madrid. También esta vez fueron los militares los que se opusieron a su ingreso (Núñez de Prado, Cabanellas, Pozas Perea, Julio Mangada, Pérez Farras y su propio hermano, comandante Ramón Franco, entre otros). Este segundo rechazo también está avalado por la declaración Jurada del teniente coronel Morlanes.
A partir de esta segunda negativa, según los testimonios de algunos de sus compañero de armas, nació en Franco su obsesión antimasónica, una de las constantes en el perfil psicológico del dictador, que en muchas ocasiones rayó con la locura. Read more
Fuente: 


Si se analiza la amplia bibliografía dedicada al tema de jesuitas y masones, pueden establecerse tres enfoques dispares:
Por primera vez en la historiografía, se teoriza en este trabajo sobre las influencias, concurrencias e interrelaciones de índole emblemática e ideológica que existieron entre estas dos culturas políticas: la francmasonería y el obrerismo. Para ello el autor, partiendo de un cuestionario de trabajo preliminar, intenta darle respuesta a éste, desarrollando un reflexivo discurso en torno a los probables orígenes causales de aquellas diferentes adecuaciones o asimilaciones iconográficas e ideológicas habidas entre estas dos culturas políticas, como: la acción filantrópica y de cohesión social llevada a cabo por la masonería con respecto al proletariado; la influencia que, en el movimiento obrero, ha tenido el constructo “masón=revolucionario”; y la tradición revolucionaria burguesa o liberal, recogida también por el obrerismo, de apropiarse de la iconografía y algunos rituales masónicos para proyectar “instrumentalmente” sus categorías ideológicas.
A la vigorosa y constante lucha antimasónica librada por la Iglesia católica y las derechas tradicionalistas, hay que añadir la antimasonería de los movimientos anárquico, socialista y comunista.
¿Qué interés llevó a Krause a hacerse masón? ¿Qué interés lo llevó a entregarse a la investigación histórica y a la reforma de la masonería? Se ha señalado la coincidencia de Masonería e Ilustración en la defensa y propagación de los grandes ideales humanistas de la época. Krause es un filósofo que ha barruntado que la Hermandad masónica constituye la única institución histórica que tiene como finalidad y razón de ser el cultivo en el hombre de su pura y completa humanidad, a diferencia de otras instituciones muy buenas y necesarias, a cuya cabeza van la Iglesia y el Estado, pero cuyas finalidades de formación humana son sólo parciales.
En las Constituciones de Anderson, fechadas en 1723, se hace alusión a «Dios, Gran Arquitecto del Universo» (p. 1), y al «Dios del Cielo, el omnipotente Arquitecto del Universo» (p. 18). Pero Anderson habla también de Cristo como «Gran Arquitecto de la Iglesia» (pp. 24-24). En el artículo primero de las Constituciones de Anderson, se dice «que el masón está obligado, por su compromiso a obedecer la ley moral, y si comprende bien el Arte, no será jamás un ateo estúpido ni un irreligioso libertino». Sin nombrar a Dios se exige la creencia en Dios, porque los ateos son excluidos de una manera directa y expresa.
Uno de los episodios que llevaron al enfrentamiento institucional entre la Iglesia católica y la masonería, se desarrolló en Bélgica y Francia con motivo de la enseñanza no confesional.