Masonería íntima

Solo a través de las virtudes, concebidas como utensilios morales, seremos capaces de ver el mundo con nuevos ojos y comprender que cuanto existe es, en primer lugar, apariencia. En todas las apariencias de cuanto se nos presenta como "realidad" subyace un hilo conductor que relaciona las cosas entre sí, apuntando hacia una fuente común. Cuanto existe es manifestación simbólica de un Todo que es el Ser universal: lo que "es" por sí mismo, inaccesible al Hombre en su plenitud, por cuanto nuestra misma naturaleza humana, como manifestación parcial de ese Todo, limita nuestra capacidad de percepción a lo manifiesto que nos es análogo, quedando fuera de nuestro alcance lo no manifiesto.

Por ello, hemos de aprender a relacionar las cosas en el plano racional, estableciendo secuencias de analogías que nos permitan llegar a estimular nuestra intuición. El entrenamiento asiduo de la mente en esa forma de trabajo adentra y conciencia a los hombres en el plano psíquico, desde el que será posible acceder al plano espiritual, trascendiendo así el estrecho límite de lo aparente. Y ésa es la meta del trabajo constructor de pensamiento que hay que llevar a cabo en las logias para completarlo fuera de ellas personalmente, ejemplarmente, contribuyendo con ello al progreso humano. Tal es la única "consigna" común a todos los masones, "dictada" y matizada por la conciencia de cada uno de nosotros, puesto que la Masonería, escuela iniciática, carece de cúpulas jerárquicas capaces de dictar actuaciones concertadas puntuales o coyunturales, dadas las características de su estructura a nivel mundial, ni es ésa su vocación. Los masones solo suelen responder al unísono, por convicción, respecto a cuanto afecta a la dignidad humana, a los derechos humanos.

Los masones somos ciertamente buscadores de lo que nos trasciende, de lo que apunta hacia el Ser Total universal, buceando en nosotros mismos en primer lugar para estudiar el mundo, porque sentimos que cada hombre y cuanto le rodea contiene y refleja, de alguna manera, una Revelación. Nos preocupan el fondo y la forma de lo humano. Nos interesa aprender de la Gran Obra universal, de su profunda estructura, porque formamos parte de ella y cada hombre es su imagen reducida, su "maqueta arquitectónica". La Masonería contempla la Naturaleza como manifestación o expresión del orden universal. Las pautas y normas que lo rigen, su estudio y su conocimiento interiorizado como sentimiento consciente, constituyen la meta masónica inmediata. No combatimos ningún auténtico sentimiento religioso, porque como simbolistas tendemos a opinar que la Verdad es para el hombre un espejo roto, cada una de cuyas fracciones sigue reflejando parcelas de luz. Pensamos que se deben trascender las concreciones formales, meramente exotéricas, que la religiosidad humana ha ido produciendo a lo largo del tiempo. Creemos que es posible construir en común una humanidad mejor en la Tierra, reuniendo lo disperso, y aceptamos para ello todas las enseñanzas nobles que estimulen la tolerancia, con el ánimo de caminar hacia la Sabiduría, que es el compendio de las auténticas virtudes humanas.

Pensamos también que existen otros planos de la realidad universal a los que el acceso está individualmente condicionado. El desarrollo ulterior de esa fase personal queda fuera de nuestros debates en la medida en que la Masonería Simbólica, como institución, solamente utiliza símbolos o sintemas que han de ser desarrollados personalmente. El Gran Arquitecto del Universo es el gran símbolo verbal que para unos denomina masónicamente al Dios personal de las religiones y, para otros, designa la Inteligencia o Fuerza generadora, ordenadora y todavía indefinible o innombrable del cosmos, cuya esencia trasciende nuestra capacidad y no podemos definir con otro nombre más descriptivo. Son dos vertientes siempre presentes y compatibles dentro de la Orden, puesto que en definitiva, la Masonería centra su atención en la Obra universal, quedando fuera de nuestros templos las teologías, precisamente por respetar todas las opiniones.

Para nosotros, los masones, lo que se suele designar como objetivamente "cierto" o "real" es solo una apariencia o un aspecto de lo contemplado. La percepción dependerá de nuestra postura, de nuestro momento, de nuestros sentidos...y también del momento y lugar en que lo contemplado se halle. Dice Mircea Eliade que, en cambio, "lo sagrado es lo real por excelencia... El deseo del hombre religioso de vivir en lo sagrado equivale, de hecho, a su afán de situarse en la realidad objetiva. Esa es la razón que ha conducido a elaborar técnicas de orientación, las cuales, propiamente hablando, son técnicas de construcción del espacio sagrado."

Para la Masonería el espacio sagrado por excelencia, el primer templo, está dentro del hombre mismo. Su primer análisis ha de orientarse hacia su propio interior, donde se halla la piedra oculta que ha de conocer y labrar para contribuir luego a la construcción de una sociedad humana fraterna, en la que el Amor, que es el nombre místico que damos a la Fuerza que impele a la unión organizada de todos los elementos del cosmos, determine nuestras relaciones y nuestra evolución. Esa realidad virtual, esa utopía , es el nuevo espacio sagrado querido por la Orden.

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