"Mi corazón puede adoptar todas las formas,
yo sigo la religión del Amor:
Cualquiera que sea el camino que tome el camello del Amor,
ésa es mi religión y mi fe"
Ibn Arabi
A diferencia de la mayoría de los "Sistemas Espirituales Exotéricos" la Masonería carece de ambición totalitaria, esto es, considera que si bien su Método es "justo y perfecto" no es el único que permite llegar a los Fines perseguidos. Reconoce de este modo que es una más de las Vías Tradicionales de Acceso al Conocimiento, como pudieron ser en Occidente las diversas Escuelas Gnósticas, con las que, como no pude ser de otra forma, comparte elementos básicos.
Para aquel que sepa avanzar más allá de las apariencias, en ocasiones discordantes e incluso contradictorias, y llegar al núcleo central de los planteamientos, no debe ser difícil encontrar paralelismos de fondo entre Tradiciones que manan de una misma Fuente. Así, no resulta difícil ver que la Masonería comparte rasgos esenciales con referentes que en otros marcos culturales e históricos han reunido y reúnen a hombres "libres y de buenas costumbres" que trabajan en la "construcción de su Templo interior".
La constatación de este hecho no nos debe conducir al extremo de asumir que todo es idéntico, reduciendo para ello las Tradiciones a su mínimo común denominador y perdiendo así su riqueza intrínsecamente característica. El hecho de que "en su núcleo" las Tradiciones aparezcan como análogas no hace que sus manifestaciones lo sean a ojos del hombre común, ya que para apreciarlo realmente es necesario un esfuerzo activo y perseverante.
Una de las Tradiciones que, fuera del marco occidental, más próximas se encuentran a la Masonería es el Sufismo, hasta el extremo que en ocasiones se habla de la Masonería como el Sufismo Occidental o del Sufismo como la Masonería del Islam. Antes de avanzar más, apuntemos la que, desde un punto de vista meramente formal, tal vez sea la principal diferencia entre ambas Tradiciones: mientras que la Masonería acepta cualquier marco "exotérico" el Sufismo sólo puede ser vivido con plenitud dentro de la Religión Islámica.
No trataremos en esta ocasión las relaciones, más o menos reales, entre ambas Instituciones y sus precursores (1), por más que sea éste un tema apasionante, sino que nos centraremos, muy sucintamente, en puntos comunes y centrales a ambas Tradiciones.
Dos son, básicamente, los orígenes que se otorgan comúnmente al Sufismo; según el primero sería una suerte de "Doctrina Interior" transmitida directamente por el Profeta a sus más íntimos discípulos, un poco al modo de ciertas interpretaciones gnósticas del primer Cristianismo, y transmitida hasta nuestros días por un "hilo dorado" de Iniciados. Según la segunda, por el contrario, sería el fruto de la influencia persa sobre el Islam primigenio arábigo, al que aportaría un cierto fondo panteísta y monista. Probablemente ambas tengan parte de cierto, pero lo que es seguro es que desde los primeros siglos del Islam el Sufismo está presente, corriendo, al igual que la Masonería, mejor o peor suerte en función de lo tolerante que fuese el marco socio-político que le tocase vivir en cada momento.
Si bien el Sufismo no es un bloque monolítico, y en él han basculado desde las posiciones más ortodoxas a las más heterodoxas, una definición adecuada puede ser la que nos da Omar Alí Shah (2): "Doctrina que busca retirar el velo del Ojo del Corazón (Ayd al-Qalb) para ver lo Real (al-Haq)". Difícil condensar mayor profundidad en tan pocas palabras e imposible explicarlas a aquel que no las sienta. Por otro lado el aspecto moral, al igual que en Masonería, no es ajeno al Sufismo. De ahí la definición de Junayd de Bagdad (m. 910) "adopción de las cualidades superiores y abandono de las inferiores" (3)
El Sufismo, a diferencia de las prácticas y Escuelas ascéticas del subcontinente indio, de las que en ocasiones también se le sitúa próximo, es vivido y practicado en comunidades, vertebrándose éstas de forma progresiva desde los grupos a cargo de un Maestro hasta las Grandes Ordenes, de las cuales la Naqsbandi sea probablemente la más conocida. Las prácticas exteriores del Sufismo vienen determinadas en gran medida por la pertenencia a una u otra Orden, y en especial por el toque del Maestro fundador y por el entorno en el cual se articuló, pero en general incluyen rezos, plegarias, súplicas, invocaciones, dietas, peregrinaciones,... tanto específicos como genéricos al Mundo Musulmán.
Las prácticas internas son, por el contrario, mucho más específicas al Sufismo y comunes a éste con independencia de la Orden particular, y como suele pasar con cualquier doctrina esotérica, de difícil comprensión para el no iniciado. Apuntemos simplemente entre ellas la práctica de la meditación sobre la Realidad Interior (Haqiqah), del pensamiento integrador de opuestos, del despliegue de la Naturaleza Innata a todo Ser humano (Fitra) y que revela en su interior el Sentido pleno de la Creación, del recuerdo de Alá (Dhirku'llah) en un sentido análogo, etc.
Todas estos ejercicios, realizados de forma individual pero bajo la tutela de un Maestro en una Comunidad regular a la cual no se ingresa sino tras duras pruebas, tienen por objeto provocar el Despertar del Sufí, quien rara vez se refiere a sí mismo con este apelativo y prefiere usar el vocablo "Amigo", próximo al Masónico "Hermano".
Basten estas pocas líneas para poner siquiera someramente de relieve las coincidencias, no exentas de ciertas discrepancias, entre Sufismo y Masonería, de forma que aquel interesado en el estudio del esoterismo en general pueda aprovecharse de los recursos ofrecidos por ambos Caminos, y que el Masón, con o sin mandil, sepa de una Tradición Hermana en un Mundo como el Musulmán, al que de forma perversa algunos, profanos a cuanto es de verdad real, pretenden enfrentar al nuestro.