La universalidad masónica

Se oye hablar de la universalidad masónica y de la Masonería universal con la misma frecuencia que del "universalismo" de los masones. Los círculos hostiles a la Masonería y aquellos que le tienen miedo, que con frecuencia son los mismos, se basan en la presencia de ese universalismo para demostrar no sabemos qué extraño complot a escala planetaria , urdido por qué oscuras razones, pero con el propósito inequívoco de hacerse con el control mundial ya sea aisladamente o en connivencia con los judíos, los protestantes, los católicos, los ricos, los pobres, los comunistas, los socialistas o los liberales.

Se habla de ese famoso complot masónico desde hace al menos dos siglos y medio. De existir realmente, tanto los masones como sus pretendidos, múltiples y variados cómplices serían unos verdaderos inútiles, incapaces de apoderarse de las palancas de control del mundo y ni tan siquiera de las de un solo país.

Dicho esto, convendría esclarecer el motivo por el que la Masonería se sigue atribuyendo el título de "universal", saber cuál es el sentido que da a esa palabra y si la universalidad masónica –o la Masonería universal- existe realmente. Conocer, en fin, cuál es su fin y su utilidad.

La noción de universalidad no goza de gran antigüedad en el contexto masónico; ciertamente, no existía en los tiempos de los masones operativos. Comienza a aparecer nebulosamente a principios del siglo XVIII, con ocasión de la publicación de las primeras constituciones de la Orden masónica redactadas por James Anderson, un pastor protestante inglés. Éste hace alusión a ella al afirmar que para poder convertirse en masón es necesario ser un hombre libre y de buenas costumbres, un hombre de honor, que participe de "esa religión en la que todos los hombres están de acuerdo, cualquiera que sean las denominaciones religiosas y las creencias que los distinguen": la de la sinceridad y la honestidad. Así, la Masonería se convertirá en el Centro de Unión y el medio para hacer surgir una verdadera amistad entre personas que, de otra manera, permanecerían separadas por una eterna distancia.

Este ideal se conserva incluso en nuestros días, pero la noción de universalidad no se revestirá de su dimensión mundialista, tan abstracta por otra parte, hasta el inicio del Siglo XX. Esta universalidad o universalismo continúa siendo vago en nuestros días, en el momento en que escribo.

Para comprender de qué trata el problema exactamente hay que establecer con rigor lo que las palabras "universal", "universalidad" y universalismo" quieren decir en el contexto de la Masonería. Es "universal" lo que afecta a todo, a todos y en todo lugar, lo que cubre todo, lo que incluye todo. Por ejemplo, el sufragio universal o una imagen universal. La "universalidad" es la característica específica de lo que es universal o se utiliza de manera generalizada, como la actual universalidad de la lengua inglesa o la universalidad de los atributos humanos, buenos o malos.

Establecer qué significa "universalismo", como ocurre a propósito de todas las palabras acabadas en –ismo, es algo netamente complicado. Históricamente, la palabra universalismo tiene dos sentidos muy precisos. En filosofía política es un término que designa las ideas de quienes no reconocen ninguna otra autoridad que el consentimiento universal; una especie de anarquismo, si se quiere. En teología, es la opinión de quienes piensan que Dios ha establecido la redención de toda la humanidad. Se observará que ninguna de esas dos interpretaciones clásicas del término tienen nada que ver con el sentido que adopta en Masonería.

El universalismo masónico responde bien a la opinión de aquellos que desean que el mundo entero pueda participar de los ideales de la Masonería (y por tanto, que éstos puedan ser propagados por el mundo entero), bien a la opinión de aquellos que piensan que los masones del mundo entero deberían mantener relaciones de amistad y de mutua fraternidad (lo que no resulta totalmente evidente), bien, finalmente, al deseo de la gran mayoría de los masones de ver una unificación de los diferentes grupos que integran la Masonería, si no a escala planetaria sí al menos en algunos países.

Es necesario rendirse a la evidencia. A pesar de lo que mucha gente piensa, la Masonería no existe en todos los países del mundo. Las dictaduras, políticas (ya sean de extrema derecha o de extrema izquierda) o religiosas no toleran la existencia de grupos que defiendan el mutuo entendimiento entre las gentes de diversas naciones, razas, creencias religiosas e incluso opiniones políticas con la sola exclusión de los extremismos.

Hay que saber también que la Masonería no constituye una organización mundial, monolítica, con una jerarquía común y encaminada unívocamente hacia un objetivo único y bien definido. Desde su aparición en los Siglos XV o XVI como una entidad similar al Compañerismo francés, y después de su refundación en 1717 bajo la forma actual, en Inglaterra, se ha desgajado en centenares, puede que en millares de grupos independientes denominados Grandes Logias o Grandes Orientes. Cada país cuenta al menos con uno de estos grupos y, con frecuencia, más de una docena. Existen en la actualidad 12 en Francia, 18 en Inglaterra y hasta 50 en los Estados Unidos [en España, también en torno a la docena]. Algunos de estos grupos mantienen relaciones de amistad entre sí, incluso afectuosas. Otros se aceptan mutuamente, pero sin mucho entusiasmo. Otros se ignoran o se miran con recelo. Por fortuna, y a pesar de ello, los masones particulares, cualquiera que sea el estado de las relaciones entre las jerarquías de los grupos a los que pertenecen, se consideran realmente como hermanos y mantienen en los diferentes países –y más allá de sus fronteras- contactos cada vez más calurosos, en el contexto dibujado hace más de tres siglos por el pastor Anderson.

¿Dónde está, entonces, esa Masonería universal, mundial, tentacular, secreta y misteriosa, poderosa, conspiradora y hegemónica, aliada a otras supuestas fuerzas también oscuras y ocultas de las que tanto se habla? En ninguna parte, salvo en la fértil imaginación de algunos escritores de novelas baratas y de algunos políticos, situados en los extremos del espectro. Desgraciadamente para los masones y sus amigos, afortunadamente para sus enemigos, la Masonería no es universal ni lo ha sido nunca, para lo bueno y para lo malo. Por el contrario y sin lugar a dudas, es universalista.

¿Qué significa esta distinción? Esencialmente, que los masones desean ardientemente dos cosas. En primer lugar, llegar a entenderse mejor entre ellos mismos en los planos nacional e internacional (si es posible, al mismo tiempo). En segundo lugar, poder ayudar a la humanidad entera a resolver sus problemas de una forma distinta que por el empleo del kalachnikov o el bazooka. Pues la enseñanza básica, la razón de ser de la Masonería (más allá de un mejor conocimiento interior y de un intento por perfeccionarse a sí mismo por parte de cada masón individual) no es otra que la fraternidad humana, la honestidad, la sinceridad, la comprensión, el amor y la tolerancia hacia los demás, cualquiera que sea su origen, su religión, su situación social o el color de su piel.

Es la disponibilidad, la escucha, el contacto amigable, a veces intelectual e incluso espiritual, pero en todo caso fraternal y caluroso, que desde siempre ha existido entre los verdaderos masones del mundo, tanto en la vida cotidiana como en sus reuniones solemnes; algo que el universalismo masónico quisiera propagar al mundo entero. Las obediencias masónicas no se entienden todavía demasiado bien entre ellas, eso es cierto, pero los masones individuales lo hacen mucho mejor. Si los pueblos y los países del mundo entero pudieran entenderse entre sí como lo hacen los masones, el mundo sería sin duda un sitio mejor para el transcurso de nuestras vidas.

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